La directora para América Latina y el Caribe del Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA Internacional) y politóloga, Marcela Ríos Tobar, llegó a Uruguay invitada por la Corte Electoral para acompañar el proceso de las votaciones departamentales y municipales que se llevaron a cabo ayer. Arribaron alrededor de 40 visitantes, sobre todo autoridades electorales de Argentina, Chile, Ecuador, México y Paraguay, entre otros país, con el mismo fin. Ríos Tobar estuvo presente en circuitos en Montevideo y Canelones.
La oportunidad sirvió para una entrevista con El País para un balance sobre el estado de democracia en la región. La politóloga señaló que el ciclo electoral mundial 2024 fue de alta conflictividad y de impugnaciones de resultados, y que se ha instalado el relato de que “tenemos que cambiar democracia por seguridad”, cuando esto no tiene que ser así. Habló sobre Trump, Bolsonaro, Maduro y más. En relación a Uruguay, dijo que es una de las pocas democracias consolidadas en América Latina, pero que hay “un debe” en paridad de género en los poderes gubernamentales y que la normativa sobre el financiamiento en política pública es laxa e insuficiente. (Ver recuadro)
-¿Cómo ve IDEA la situación de la democracia en el mundo, según sus más reciente estudios?
-Estamos preocupados porque nuestro Informe de 2024 mostró un estancamiento en las democracias a nivel mundial, se ha deteriorado la situación en muchos sistemas políticos y se están perdiendo algunas democracias. De América Latina, nos preocupan los casos de Venezuela y El Salvador. En el gran ciclo electoral de 2024, vimos altos grados de conflictividad, mucha contestación, impugnaciones, falta de respeto de los resultados, y eso es una tendencia. Lo vimos recientemente en Ecuador, cuando la oposición manifestó serias dudas respecto del resultado electoral (la segunda vuelta del pasado 13 de abril) y lo hemos visto también en otros países. Entonces, la democracia está en un momento de tensión; el ambiente geopolítico no ha colaborado. Pensamos que los gobiernos democráticos tienen que hacer mayores esfuerzos para instalar el debate de la importancia de proteger la democracia, de seguir promoviendo el respeto de los derechos humanos y del Estado de derecho.
-¿Los valores democráticos parecen ser no tan importantes por parte de la ciudadanía, o partes de ella?
-Se han instalado relatos en los que pareciera que regímenes autoritarios pueden ser igual o más exitosos en promover el desarrollo. Pero no podemos dejar que se instale esa idea porque las democracias sí tienen un impacto en disminuir niveles de desigualdad. Los países con menores niveles de desigualdad son los democráticos. Hay una relación directa entre participar, tener representantes y las condiciones de vida de las personas. Entonces, nuestro llamado es a extender la democracia y también tener claro que la democracia puede promover el desarrollo y la seguridad.

-Acaba de mencionar a Venezuela y de El Salvador, ¿cómo ven la situación en esos países actualmente?
-Los venezolanos hicieron confianza en un proceso electoral que no cumplió con los estándares básicos de integridad, como lo ha planteado el Carter Center, la OEA y otras instituciones. Las actas y la información del escrutinio hasta el día de hoy no han sido transparentadas. Eso es lamentable porque genera una vulneración profunda en la confianza de las personas en los procesos electorales y se reafirma un régimen autoritario. Acá hay una tarea, tanto de los venezolanos como de la comunidad internacional, de seguir apoyando una transición pacífica a la democracia. Sobre El Salvador, todos los indicadores internacionales y las evaluaciones del Economist y del Freedom House muestran que ya dejó de ser un régimen democrático pleno. Algunos aún lo definen como un régimen híbrido o que está transitando hacia un tipo de autocracia. Todavía el deterioro no es total, pero lo hay en el Estado de Derecho y en la vulneración de derechos. Últimamente se está persiguiendo a opositores y al periodismo, y no hay un debido proceso para las personas que están siendo condenadas. Incluso Human Rights Watch ha hablado recientemente de casos de personas detenidas desaparecidas, los familiares no saben sus paraderos. Hay mucha atención puesta en el supuesto éxito de El Salvador en materia de seguridad, y poca atención en estas otras vulneraciones. Ese un caso del que hablaba antes que parece instalar en el relato regional que tenemos que cambiar democracia por seguridad. Nosotros planteamos que esa no es una dicotomía que haya que aceptar. La seguridad tiene que ser seguridad democrática, respetando las normas, las reglas, el debido proceso.
-La Corte Suprema de Brasil acaba de negar la iniciativa parlamentaria que pedía suspender el juicio por golpismo al expresidente Jair Bolsonaro y hay mucha presión social sobre este caso. ¿Cómo lo ve?
-Brasil ha demostrado que las instituciones del Estado funcionan, a pesar de todas las tensiones. El Poder Judicial ha seguido adelante. Es importante que toda persona tenga garantías de un debido proceso, porque si alguien ha cometido un delito, no puede estar por encima de la ley. La ley debe ser igual para todos los ciudadanos. Entonces, yo esperaría la resolución de los tribunales de justicia de Brasil.

-El tema más comentado es Estados Unidos, con una democracia con señales de alerta como quizás nunca antes en su historia reciente, ¿cómo evalúan el fenómeno Trump desde los estudios de IDEA?
-Hay preocupación, incluso en las propias instituciones al interior de EE.UU., por el Estado de derecho al pasarse por arriba los dictámenes del Poder Judicial, la persecución de personas sin que ellas se puedan defender debidamente, como los inmigrantes. Son todos llamados de alerta, que sientan un mal precedente. Espero que sea posible confiar en la solidez de las instituciones democráticas de EE.UU., en el Congreso, en los jueces, en el Poder Judicial. Espero que, efectivamente, esto se encauce con vida institucional.
-Algunos gobiernos realizan elecciones pero los candidatos electos terminan irrespetando las instituciones, o hay elecciones como una forma de “legitimar” regímenes de sesgo autoritario. ¿Hasta qué punto son útiles esos procesos?
-Aun así, las elecciones siguen siendo el pilar fundamental de la democracia. Hay que ver que también las elecciones han permitido fortalecer la democracia, como en el caso de Guatemala, donde se logró instalar el gobierno del presidente (Bernardo) Arévalo a pesar de intentos de impedir que asumiera. En Estados Unidos y Brasil, los intentos de impedir que asumieran presidentes democráticos, como Biden y Lula, fueron impedidos por las instituciones del Estado. También en Polonia hemos visto un reciente retorno democrático. La democracia es siempre mucho más que elecciones, pero no hay democracia sin elecciones.
-Argentina también genera controversia en la opinión pública por las características atípicas de la gestión del presidente Milei, con recortes que han llevado al cierre de empresas y medios de comunicación, entre otras medidas, ¿Cómo evalúan el estado de democracia de ese país?
- Lo que evaluamos hasta ahora es que, en términos generales, Argentina está funcionando y que las elecciones han permitido alternancia en el poder. Hay que seguir monitoreando la situación.
- Finalmente, un tema recurrente en Uruguay y en otros países es si las elecciones deben ser obligatorias o no, ¿cuáles son las tendencias en ese sentido y la posición de IDEA al respecto?
-Cuando la participación decae mucho, una forma de aumentarla es hacer el voto obligatorio. En Uruguay es normativamente obligatorio, porque la Constitución lo declara. Y en América Latina tenemos muchos países con voto obligatorio, en muchos se aplican sanciones si no se participa, en otros no tanto. La tasa de participación de Uruguay está por encima del promedio mundial, que se ubica cerca del 65%, aunque yo diría que por ahora no se ve que exista un problema con la forma en que está diseñada la obligatoriedad. Si ocurriera que los jóvenes en el futuro fueran decayendo en la participación, creo que sí habría que discutir de introducir algún mecanismo de hacer un enforcement más duro, pero en la medida que se mantenga la participación alta no parece necesario. Hay quienes piensan que la obligatoriedad es un mecanismo válido para impulsar a la gente y otros un límite a la libertad de elección de no votar. Desde IDEA no tenemos una posición normativa respecto a este tema, porque en los países hay distintas culturas y tradiciones jurídicas. Lo que sí constatamos es que en América Latina se concentra más que en otras regiones la cantidad de países que tienen obligatoriedad de votar, es parte de la tradición latinoamericana. Lo que vemos también es que cuando existe voto voluntario, las personas votan menos. Ahí tenemos problemas en ciertos países donde quienes tienen menos niveles educativos votan menos, lo que genera sesgos en la representación.

Trayectoria internacional
Marcela Ríos (58) es socióloga, politóloga y política chilena, con trayectoria académica y en organismos internacionales. Fue ministra de Justicia y Derechos Humanos de Chile (2022-23); anteriormente representante para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); y durante el gobierno de Bachelet, integró la Comisión para la reforma del sistema electoral y las comisiones de reforma del sistema de pensiones. Fue investigadora en la Universidad de Oxford, Inglaterra.
-¿Cómo ve a Uruguay, en cuanto a su democracia ?
-En IDEA lo vemos muy bien. Uruguay sigue siendo uno de los países que tiene los mejores índices democráticos y que tiene áreas que mejorar. Esperamos que en esta legislatura se pueda legislar un mecanismo de paridad de género efectivo. Ese es uno de los puntos negros de Uruguay, en el sentido de que se ha atrasado en materia de igualdad de género respecto a otros países.
Además, vemos que la normativa sobre el financiamiento en la política es laxa e insuficiente. Es necesario fortalecer la capacidad del estado Uruguayo para fiscalizar la influencia del dinero en la política. Pero en el resto de los temas: la participación, la representación, este país tiene muy buenos indicadores. Es una democracia con altos niveles de confianza por parte de los ciudadanos y de los partidos. Eso es algo esencial. Es el pilar que permite que el sistema funcione. En estas elecciones departamentales y municipales, vemos que hay, una vez más, confianza de los ciudadanos y eso es una manifestación positiva de la democracia.
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