A medida que van llegando a Ciudad Música, los integrantes de Abuela Coca se miran como si estuvieran a punto de llorar o de explotar de alegría. Hay algo en el aire, una tensión eléctrica que atraviesa los cuerpos y no deja a nadie indiferente. Repiten el mantra que alguna vez escribió Gonzalo Brown, “Será precioso cuando se haga realidad”. Empiezan a ser conscientes de que está a punto de suceder. Es 9 de mayo, y tras siete años de silencio, Abuela Coca vuelve a ensayar para el inminente reencuentro con su gente, el viernes en Cosquín Rock.
El 22 y 23 de diciembre de 2018, Abuela Coca, una de las bandas más importantes en la historia del rock uruguayo, tocó por última vez. Lo hizo en Sala del Museo, con entradas agotadas y el anuncio de una despedida sin demasiadas explicaciones. La primera noche fue íntima: terminaron de tocar y cenaron juntos, en familia, como cuidando algo sagrado. La segunda fue dinamita: en algún momento abrieron las puertas del lugar y dejaron que entrara todo el mundo. Si había que desintegrarse, que fuera hirviendo.
Después, vino el silencio. Cada uno se embarcó en sus proyectos, se dedicó a sus propios asuntos. Cuando le preguntaban, el cantante y guitarrista Chole Gianotti decía que Abuela Coca se había retirado.
No hubo nada, ni rispideces ni peleas ni motivos ocultos. “No la careteamos, te lo juro que no la careteamos ni un poquito”, dice el trombonista Martín Morón. “Fue como: está todo bien, ahora, en este momento, estamos sintiendo que vamos a descansar. Entonces celebremos. ¿Quién nos saca lo que tenemos puesto adentro?”.
Cuando le preguntaban por qué se habían separado, Morón decía que le estaban haciendo la pregunta equivocada: que en todo caso, el misterio era cómo habían hecho, cómo habían aguantado 27 años tocando, viviendo, siendo familia.
Cómo se cocinó el reencuentro de Abuela Coca
A Laura López, que primero fue fanática de la banda y un día se convirtió en mánager y de eso ya pasaron más de 13 años, los ojos le brillan como bolas de espejo. Esta tarde, mientras palpita el histórico ensayo en el Centro de Montevideo, todo el tiempo parece a punto de desarmarse. Empieza a hablar y la voz tiembla, va tropezando. Al final del día, escribirá este mensaje: “Gracias por todo hoy. La emoción corría por las venas. Abrazo grande, será precioso cuando se haga realidad”.
Desde que se empezó a cocinar este reencuentro —prefieren evitar, por ahora, las connotaciones de la palabra “regreso”; no adelantan nada sobre el futuro—, Abuela Coca se aferró a su propio mantra, el último verso de “El artesano”, aquella canción escrita por Brown que habla de la esperanza, del trabajo colectivo, de crear un mundo mejor.

“Será precioso cuando se haga realidad” es, de alguna forma, el estado que Chole Gianotti habitó los últimos nueve meses. En agosto de 2024 fue convocado para abrir, en Sala del Museo, la celebración de los 32 años de Big Yuyo de Los Pericos. Esa noche, Camilo Sequeira, director de la sala y coorganizador del Cosquín Rock, le habló por primera vez de la posibilidad de reunir a la Abuela para el próximo festival.
Después le tocó a Laura López. “Estaban todos y faltaba la Abuela, eso fue lo que me dijo Cami”, dice la productora cuando recuerda la conversación que tuvo de cara al Cosquín Rock. Laura le dijo que bueno, que vemos, que dejame ver, y los fue tanteando uno por uno. Si aparecía una sola resistencia, entonces la misión se declaraba fallida. Sin embargo, nadie cerró la puerta.
“En mi corazón siempre estuvo esta posibilidad del reencuentro”, dice. “Porque nos fuimos siendo fiesta, volvemos siendo fiesta y siempre seremos fiesta. Eso seguro”.
Así, la reaparición de Abuela Coca será en la edición más uruguaya del Cosquín Rock, un festival que nació en las sierras de Córdoba, en Argentina, y que en 2003 convirtió a esta banda en la primera extranjera en ser parte de su grilla. Aquel día les terminaron apagando el monitoreo porque no querían dejar de tocar bajo ningún concepto. Desde entonces fueron tantas veces a la provincia que al final, dice Chole e imita el acento, ya les decían que “Abuela Coca es una banda cordoooobesa”.
Entre viernes y sábado, en el Cosquín Rock Uruguay, la Rural del Prado reunirá a No Te Va Gustar, La Vela Puerca, Cuarteto de Nos, Buitres y Trotsky Vengarán, más toda una nueva camada de artistas locales y proyectos como Mota, la banda que Pablo Silvera emprendió tras el final de Once Tiros. La Abuela presentará el viernes una hora de “tuco” y fiesta. Quedan entradas en Redtickets.
Dicen que su sonidista, que está viviendo en Estados Unidos, vendrá especialmente para este acontecimiento. Que atrás de la reunión hay muchos kilómetros recorridos, literales, metafóricos y geográficos, porque hoy algunos viven en Paysandú, otros en Canelones, otros transitan el oeste de Montevideo. Y que antes del ensayo necesitaron tocarse, verse. Se juntaron en lo de Laura, desempolvaron anécdotas, comieron un asado al sol.
“Fuimos creciendo, fuimos mutando, por supuesto que no somos los mismos”, dice Morón. “Somos los mismos, pero no somos lo que éramos cuando la música nos convocó”.

El verdadero motor de Abuela Coca y el legado del rock
“Es como volver a los 17. Es como un flashback de retazos de la vida, algo muy estimulante. Es como una inyección de vitalidad. Y al mismo tiempo es como si no hubiera pasado el tiempo”, dice Gonzalo Brown cuando al fin llega a Ciudad Música y entonces Abuela Coca está completa. Desde que se anunció el regreso, volvieron a gritarle en la calle, se activó una energía que hasta ahora la sentían vía redes sociales, donde los mensajes se amontonaban y se volvían cada vez más insistentes.
Este round, dice cada uno a su manera, es por la gente. Siempre se trató de la gente. Es en vivo donde Abuela Coca es su mejor versión, son en vivo sus mejores discos, es ahí donde algo ocurre: una comunión entre el público y una banda pionera, nunca masiva, pero sí esencial para que después hayan venido La Vela Puerca y No Te Va Gustar y para que se haya moldeado una huella digital del rock uruguayo, un mestizaje latino entre vientos y banderas y guitarras eléctricas.
“La gente siempre fue el motor. A veces nos poníamos a decidir el presente y el futuro de la banda, y siempre decíamos: pero la gente, la gente… La banda se forja con esa energía del vivo y la gente es parte de ese show. Y cuando eso desapareció, cuando la Abuela no estuvo en los escenarios, la gente la siguió manteniendo viva. Íbamos los shows de nuestros propios proyectos y nos pedían: ‘¡Cantá ‘Se duerme’, Morón!’. ¡Hasta yo le pedía!”, dice Chole y suelta una carcajada. Después insiste: “La gente, el escucha de la banda, la sigue manteniendo tan viva como en el último recital. Entonces tenemos un compromiso muy fuerte”.
Más tarde, Gonzalo Brown agregará otra capa de sentido: “Es interesante que las generaciones más jóvenes vean un show de una banda de los 90 con ese espíritu y ese sonido. Esos lugares que aborda Abuela Coca musical, rítmica y escénicamente, hoy no están tan atravesados, y que las generaciones más contemporáneas puedan ver un show así también es como un legado de lo que es el rock uruguayo (…) Es como defender ese rinconcito. Y eso es muy emocionante, porque en un país tan musical como Uruguay, lleno de artistas tan increíbles, de trayectorias increíbles, de propuestas tan maravillosas, que la vida te dé la posibilidad de estar en ese rinconcito es una cosa demasiado generosa, un regalo verdaderamente hermoso”.
Entonces, el 23, en algún momento, Abuela Coca gritará “El ritmo del barrio” y del otro lado una multitud volverá a reaccionar, y la música, dice Brown, hará eso que ha hecho tantas veces en su historia, tocará una fibra más mística, se volverá comunión. Lo saben bien. Será precioso cuando se haga realidad.
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