Otro año más, el José Ignacio International Film Festival (el JIIFF), y a través de ellos el audiovisual nacional, estuvo amarrado en el Festival de Cannes. Lo hizo desde su sede flotante a bordo del Alhambra, el barco que, por segunda vez, alojó al creciente envío nacional.
“Se sintió una edición que tuvo mucha presencia uruguaya”, le contó a El País, vía Zoom, Fiona Pittaluga, una de las directoras del JIIFF. Su programa en Cannes incluyó a la Rueda de Candombe, lo que aumentó la oferta cultural nacional de la ocasión. Y llenó de tambores la escollera. En total la delegación la integraron 60 personas.
Durante la semana de estadía en el principal festival de cine del mundo, JIIFF realizó más de 30 actividades y recibió a más de 500 personas a bordo. Allí, dicen, estuvieron productores, realizadores, agentes de ventas, autoridades y talentos de todo el mundo. Hubo fiestas y reuniones de trabajo.
Este es el tercer año que el Festival de José Ignacio se instala en Cannes, y a eso le ha dado una presencia cada vez más notoria, reconocen algunos de los concurrentes.
“La continuidad de haberlo hecho tres veces es muy positiva: ha hecho que se empiece a correr la bola de lo que estamos haciendo”, dice Pittaluga. “Y empieza a notarse más las ganas de todo el mercado de interesarse por Uruguay, de venir a conocernos y arse”. Esa presencia permite cerrar alianzas que benefician al festival y también le dan visibilidad al audiovisual uruguayo.
Por ejemplo, se anunció la segunda edición del Fondo Pfeffer del Sur, que lleva el nombre de una familia main benefactor del JIIFF (y la que posibilita la estadía en Cannes). Al igual que el año pasado, el fondo consta de 50.000 dólares para un proyecto iberoamericano que tenga coproducción con Uruguay. En su primera edición lo ganó Morir de pie, de la chilena María Paz González.

También se lanzó la edición 2026 de JIFF LAB, el espacio diseñado para fortalecer proyectos de largometrajes de ficción en etapa de desarrollo.
“Hay muchas empresas importantes que quieren empezar a ver proyectos y ver cómo involucrarse para conocer más sobre lo que estamos haciendo acá y confían en nosotros para ser su filtro”, dice Pittaluga.
Este año la presencia de películas uruguayas se limitó a una participación una sección de proyectos de documentales en desarrollo. En el barco sí se propiciaron encuentros entre productores uruguayos con colegas internacionales.
En el Alhambra, hubo una Fiesta de Uruguay; otra, Terror a bordo, sobre el cine de sustos a cargo del productor Ignacio Cucucovich; un evento con la Mostra de Sao Paulo y la fiesta de MUBI en la que estuvo el maestro mexicano Carlos Reygadas.
“Los uruguayos que participan de esas actividades se sienten más seguros que antes. Que Uruguay esté en boca de todos en Cannes te hace sentir de otra manera”, dice Pittaluga.
Y también el JIIFF fue a Cannes a empezar la curaduría de su próxima edición, anunciada para la última semana de enero de 2026.
“Hay muchas películas que nos interesan”, dice Pittaluga. José Ignacio estrenó las ganadoras de la Palma de Oro del festival, como Antatomía de una caída y Anora.
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