Redacción El País
Parecía una utopía que Aguada pudiera pelear por el triunfo. Faltaban cinco segundos y Bernardo Barrera puso el libre que le daba cuatro puntos de ventaja a Nacional, pero no contaba con Jamil Wilson.

El norteamericano, que fue quien tiró del carro aguatero en la séptima final, corrió la cancha, tiró de tres y no solo embocó, sino que Gianfranco Espíndola lo tocó, le hizo falta y tuvo la chance de un libre.

Embocarlo significaba empatar el juego en 78, pero quien fue uno de los mejores en el equipo de Germán Cortizas lo falló. El tiro quedó corto y Maozinha ganó el rebote, más allá de que la pelota se perdió afuera.

Lo que nadie se percató, aunque sí lo hicieron los árbitros fue que en ese momento Aguada tenía seis jugadores en cancha. A Wilson, que era el encargado de tirar se le sumaron Federico Pereiras, Frank Hassell, Santiago Vidal, Juan Santiso y Donald Sims.

En ese mismo momento, los árbitros sancionaron la falta técnica al banco de Aguada y eso le permitió a Nacional contar con un libre que le iba a dar la chance de estirar un punto más su ventaja.

Aguada tuvo la intención, las ganas, pero se impacientó y lo pagó caro. Todo eso llevó a que la única oportunidad de igualar (o pasar) sea con una pelota que repuso con poco más de un segundo que incluso estuvo cerca de serle favorable.

El saque encontró las manos, una vez más, de Jamil Wilson al que no le quedó otra chance que tirar de tres puntos, pegó en el aro, salió y se confirmó la consagración de Nacional.

El final fue dramático y pese a que Aguada tuvo sus chances de igualar o hasta pasar en el marcador, no se dio y así fue como Nacional se sacó las ganas de poder gritar campeón en el Antel Arena tras remontar el 3-1 en la serie.