José Mujica en nueva luz

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El presidente de Chile, Gabriel Boric, se reunió en la mañana del lunes con su par Lacalle Pou, visitó luego al expresidente Mujica y terminó la jornada en un asado con el venidero presidente Orsi.

Como se sabe, Boric, fue catapultado a la fama por la revuelta de izquierda de octubre de 2019. Llegó al gobierno joven y sin experiencia. Derrotados dos intentos de reforma constitucional, se dedicó a gobernar sin caer en extremismo ni intolerancia. Mantiene a su país en paz y en libertad.

No deben pasar inadvertidos los conceptos que vertió Mujica ante el mandatario trasandino.

Al dirigirse al pueblo chileno, aclaró “a los que están a favor y a los que están en contra”. “La democracia se precisa para discrepar, no para estar de acuerdo. Para estar de acuerdo, nos quedábamos con un rey. Se precisa la democracia para tener la libertad de decir lo que uno piensa. Estar de acuerdo es facilísimo, pero las sociedades aprendieron, después de mucho sufrir, que había que respetar las opiniones diferentes”.

Lo aprendieron las sociedades, sí, y sobre todo lo aprendió tarde el señor Mujica, que, idealizando la dictadura castrista, allá por 1964 se levantó en armas contra la democracia nacional, y sin embargo cuando, 46 años después, ejerció la presidencia, cometió errores pero respetó la ley y la Constitución.

Mujica reclamó que nos permitan soñar, porque “Todos sabemos que hay demasiada gente que no tiene ninguna oportunidad en la vida. Por eso decimos que somos de izquierda, pero no somos de izquierda ni de derecha, somos humanistas.” En verdad, desde Sócrates, Platón y Aristóteles, hace 25 siglos que -siempre “después de mucho sufrir”- se abre paso el humanismo que no es “de izquierda ni de derecha” al que consagra Mujica las horas duras que tócale atravesar.

Los bienes de la libertad y la democracia no los inventó él, pero sus valores los descubrió en cautiverio.

La transformación del guerrillero en propulsor de la democracia podríamos adjudicarla a la discutible muletilla que Mujica repetía siendo candidato: “Como te digo una cosa te digo la otra”. También podríamos atribuirla a oportunismo cantinflesco.

Sin embargo, sentimos el deber de no pasar por alto su llamamiento a “respetar las opiniones diferentes” y a apreciar la democracia. Lo formula, en etapa amarga de su enfermedad, un expesidente que se atuvo a esas reglas cuando gobernó y que hoy integra la identidad nacional ante el mundo. En definitiva, adquirió una proyección espiritual que debemos atesorar, pues se entronca con la mejor tradición de la República.

El alma liberal tiene que reconocer las coincidencias con el interlocutor, sea amigo o adversario, sea cofrade o contendor. Si en vez de repasar relatos de odio o preparar tinglados para demoler al contrincante, buscáramos las coincidencias ¡a qué cumbres nuevas y luminosas llegaríamos!

Para eso se necesita no solo fidelidad institucional a la libertad política o económica.

Hace falta entender la vida como novela, comedia, drama y tragedia. Se requiere darse cuenta de que, como muy bien le dijo Mujica a Boric, “No es plata lo que nos falta: nos falta corazón, compasión, amor a la vida”.

Y se precisa pensar y hacer pensar, para hacer que la historia del mañana surja del pensamiento y la acción, como enseñó Benedetto Croce, en vez de responder a manipulaciones y trampas ideológicas.

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