El 8 de abril de 1962, Uruguay amaneció con una noticia estremecedora: la actriz Nelly Weissel había matado a su esposo de 46 años, Fernando Vieytes, de un balazo en el pecho. Integrante de la Comedia Nacional y artista destacada, Weissel era tapa de los diarios, pero no por su talento sobre las tablas. "El teatro en su casa", tituló El País. La Mañana encabezó: "Trágico fin del matrimonio de Nelly Weissel". El caso acaparó la crónica roja y fue narrado con tintes cinematográficos.
El disparo fatal, dijeron los medios, fue el desenlace de una acalorada discusión mientras ella tomaba té y él whisky en el living de su casa, en avenida Centenario 3153. El detonante: las reiteradas infidelidades del escenógrafo que llevaba días sin aparecer por su hogar. Ella lo fue a buscar a su negocio, donde tuvieron una discusión acalorada, una vez en el apartamento, tomó un arma y lo mató.
En un primer momento, Weissel intentó presentar el hecho como un suicidio, pero las pruebas la incriminaron: la víctima no tenía rastros de haber disparado un arma, y su camisa no mostraba residuos de pólvora. Tras un largo interrogatorio, la actriz confesó el crimen. Su defensa estuvo a cargo de la deoctora Adela Reta, pero del juicio poco se sabe. Se presume que Weissel pasó una década entre la cárcel y un hospital psiquiátrico. En 1972 volvió a actuar en la Comedia Nacional, donde permaneció hasta su retiro en 1990.
Aquel 8 abril, la Comedia Nacional suspendió sus funciones. Al día siguiente, Carmen Casnell asumió el papel de Weissel en Fausto Garay. El show debía continuar.
Aunque el caso fue muy sonado en su momento —incluso llegó a Argentina, donde Weissel había llevado alguna de sus obras—, luego quedó en silencio. Durante décadas, su historia estuvo cerrada bajo siete llaves, hasta que la dramaturga Elaine Lacey participó de una residencia de Salvadora Editora, dedicada a recuperar figuras históricas del teatro uruguayo. Le tocó investigar a Weissel por azar y se fascinó con su trayectoria y el crimen.
Tras un arduo proceso de investigación, marcado por el hermetismo que rodeaba a la figura de Weissel, Lacey reconstruyó su vida, su trabajo y el crimen que marcó su historia. El resultado es Un tren quebrando la siesta, una obra que se estrena el jueves 29 de mayo en la Sala Zavala Muniz, con cuatro únicas funciones hasta el 1º de junio. Las entradas se compran en Tickantel (ver recuadro).
Esta pieza fue posible gracias a Carmen Vieytes, que tiene 81 años y es la hija de Nelly y Fernando: fue una fuente clave para reconstruir el relato. A continuación, una mirada a la historia de esta olvidada figura del teatro nacional, con sus luces y sombras.
Poco sabía Elaine Lacey sobre Nelly Weissel cuando su nombre le tocó por azar en la residencia, pero lo que descubrió la impulsó a investigar más. Al principio, nadie quería hablar. La historia estaba enterrada, incluso en la página de la Comedia Nacional. Ese silencio motivó a la autora y directora de Un tren quebrando la siesta a meterse de lleno en el proyecto.
El mayor hallazgo fue dar con Carmen Vieytes, la hija de Nelly, que hoy vive en Berlín. Fue la escritora Leonor Courtoisie quien le pasó el dato. “Traté de arla y no pude”, le advirtió. Pero Lacey lo logró, y esa charla cambió el rumbo del trabajo.

Carmen quiso saber si la obra iba a ser sensacionalista. “La prensa fue muy dura con mi madre”, advirtió. Cuando entendió que la intención era abordar su vida más allá del crimen, aceptó hablar.
“El momento más difícil fue entregarle el texto”, se sincera Lacey. “No es liviano, pero más duro que lo que ella vivió, no podía ser”. Carmen fue a ver la única función que la obra tuvo en febrero, en el Festival Nuestra, y salió conmovida y agradecida. “Contar esta historia fue una suerte de reparación. Vuelve al teatro como protagonista, después de haber sido repudiada durante años”, afirma la autora.
El camino artístico de Nelly Weissel

Weissel empezó a estudiar ballet a los tres años y, con 11, ya dirigió un festival infantil. Se abocó a la danza, hasta a los 15, cuando se enamoró del teatro. Le faltó apoyo familiar. Tuvo la astucia de cambiarse el nombre para hacer radioteatros, pero en su casa descubrieron su voz y tuvo que desistir.
Algunos dicen que conoció a Fernando Vieytes en la Facultad de Medicina, pero otras versiones indican que coincidieron en algún evento social, porque él era pintor. Carmen,la hija, le contó a Lacey que el teatro era parte del día a día de su familia. En los cumpleaños montaban obras escritas por Nelly e invitaban a los niños del barrio.
Vieytes no quería que ella actuara, entonces, durante los primeros siete años de la relación, se dedicó a su hija, al hogar, y despuntaba el vicio artístico con la dramaturgia. En 1951 escribió Gabriela, y su vida dio un vuelco. Debutó en El Tinglado con su esposo como escenógrafo y Carmen en uno de los papeles. No estaba previsto que Weissel actuara, pero la protagonista se enfermó, la sustituyó y cautivó al público.
Luego actuó en Los artistas, del prestigioso Jacobo Langsner, y fundó el grupo La Escena junto a su esposo, que luego pasó a llamarse La Máscara. Ese colectivo lo integraba un grupo heterogéneo de artistas unidos “por el amor profundo al teatro”, según decía un boletín informativo de la época.
Debutaron en El Galpón con Llegaron a la ciudad, dirigidos por Weissel, el 27 de octubre de 1953, y un año después inauguraron su propia sala ubicada en Río Negro 1180. Dato curioso: Ricardo Espalter integró la comisión que dirigió la remodelación del local que convirtieron en sala.
La Casa del Teatro la premió por su rol en Vuelve pequeña Sheba y en 1961 entró al elenco de la Comedia Nacional. Se estrenó con la obra Viaje de un largo día hacia la noche. "No creo que esto signifique un cambio artístico porque he dado todo en cada personaje que hice en el teatro independiente", declaró en un artículo firmado por Beatriz Podestá.
Del crimen a la obra teatral
Su matrimonio con Vieytes estuvo marcado por la infidelidad desde el inicio. Según relató su hija, él incluso la llevaba a los encuentros con sus amantes. Las traiciones se volvieron cada vez más humillantes. Pero el quiebre fue cuando apareció el abandono: Vieytes, al igual que el padre de Weissel, sostenía una relación paralela desde hacía siete años, planeaba dejarla, y ella no lo toleró.
La noche del crimen, tras una larga discusión, donde no está claro si hubo forcejeo o no, la actriz le disparó en el pecho. Él, según declaró ella, le pidió que dijera que había sido un suicidio, para evitar la cárcel y preservar a su hija, que entonces tenía 18 años.
El juicio fue difícil de rastrear. Lacey descubrió que Adela Reta fue clave en la defensa e intentó evitar que Carmen tuviera que testificar. Sin embargo, una conversación a solas entre la joven y el fiscal cambió el rumbo de la causa. Se alegó un brote psicótico y se aplicó un atenuante por "desaventura", pero los detalles de la condena se perdieron.
Se sabe que la actriz pasó por la cárcel y un hospital psiquiátrico pero no cuánto tiempo. Cuando una década después volvió a la Comedia Nacional, algunos colegas evitaban mirarla a los ojos.
Mientras tanto, Carmen se fue del país con una beca para estudiar en Estados Unidos, animada por su madre: "Es tu oportunidad de salir de todo esto", le dijo. Con los años, reconstruyeron su vínculo.
A la recuperación emocional de Weissel contribuyó una enfermera que la acompañó durante su internación y su cuñada, hermana de Vieytes, que también la ayudó económicamente. Si bien su hija dijo que "nunca volvió a ser la misma", pudo volver a actuar, y lo hizo hasta el fin de su vida.
En la investigación, Lacey descubrió un hecho desconcertante: días después del crimen, Canal 10 anunció el estreno de una tira diaria protagonizada por Weissel titulada Un tren quebrando la siesta. No supo si llegó a emitirse: la hija no tenía el dato y en los archivos del canal no hay registro. "Si no existió, va a existir ahora", pensó la dramaturga, y así encontró el nombre perfecto para su obra.
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