“Qué bueno volver a estar en Montevideo”, fue lo primero que dijo Chrissie Hynde, cantante y factótum de Pretenders, la banda británica que se presentó en Antel Arena el martes 13 (Hynde estuvo por primera vez en Uruguay cuando abrió el show de Phil Collins en el Centenario, en 2018). Aunque la combinación de día y fecha era una mala señal para los más supersticiosos, todo salió más que bien.
Otra frase de Hynde durante el concierto: “Qué lindo ver caras viejas”, en reconocimiento a aquellos en el público que, por sus canas y arrugas, probablemente sean seguidores desde los comienzos de esta cantante y autora, que hace tiempo se consagró como una de las figuras relevantes de la época en la que el rock parecía invencible, la década de 1980 y parte de la de 1990.
Ella ya ostenta 73 años de edad, algo que resulta inverosímil cuando se la ve con pantalones ajustados, botas negras que van hasta arriba de las rodillas y una cabellera tupida y con menos canas que casi cualquiera que ande por esa edad.

Entre el público, un señor esperaba ansioso la entrada del grupo y atesoraba el recuerdo de la primera vez que Pretenders tocó en Uruguay. “Me la crucé caminando, le pedí una foto y autógrafo y dijo que sí”, contaba mientras buscaba su teléfono para mostrar el souvenir. No lo llegó a hacer porque mientras él manoteaba el celular, Hynde y el trío de músicos que hoy son The Pretenders comenzaron con “Hate For Sale”, canción que otorga el título al penúltimo álbum publicado en 2020, 40 años después del primer disco.
Por aquel entonces, Hynde era una “gringa” en Inglaterra, donde había llegado desde Cuyahoga Falls, en el estado de Ohio. Cuando Pretenders debutó con el disco homónimo, la escena inglesa aún estaba recuperándose del shock que había causado el punk con su rock rudimentario, actitud pendenciera y ácidos dardos contra todo el rock más o menos sofisticado y mainstream que hasta entonces había predominado.

En ese contexto, Hynde y Pretenders eran algo parecido a una anomalía: demasiado pulidos para ser punk, pero también demasiado “directos” como para encajar entre los Queen y los Genesis que por entonces recogían adhesiones y coberturas en los medios.
Eso se mantiene: el estilo de Pretenders se inspira en el rock más primigenio, el de Chuck Berry y Jerry Lee Lewis (por nombrar solo dos casos), netamente estadounidense, condimentado por guitarras que —cuando no pasan por un pedal de distorsión— parecen salidas de un disco de The Byrds (o Tom Petty & The Heartbreakers). Pero claro, uno no desarrolla una trayectoria de cuatro décadas en Inglaterra sin contagiarse de algunas de las particularidades de ese lugar.
Y ahí, en ese terreno en donde dos culturas rockeras conviven, es que Hynde halló tierra fértil para sus canciones y para su voz, que se mantiene sorprendentemente fresca y vigorosa a pesar del transcurso del tiempo y el humo de los cigarrillos que durante años pasó por su garganta (dejó de fumar hace tiempo).
El mismo fan que se había sacado una foto con Hynde en 2018, cuando vio el escenario, expresó algo parecido a un temor de que el show fuera para el lado “íntimo”, ya que lo único que se veía eran los instrumentos y los micrófonos, nada de pantallas gigantes o escenografía elaborada.
Pero no. Hynde arrancó a todo volumen y no paró ni para decir “Hola” hasta el tercer o cuarto tema. Y aunque los tres músicos que la acompañan tienen cada uno por lo menos 30 años menos que ella, tocan con una soltura, competencia y confianza que están a la altura de la "frontwoman".

En particular el guitarrista James Walbourne, que se las ingenió para hacer de todo: acompañar, destacarse como solista, hacer coros y, en general, generar una pared de sonido que hacía pensar en una banda más numerosa.
Mención aparte merece el repertorio. Hynde tiene éxitos para tirar para arriba, pero no es estrictamente una gira “Greatest Hits” (no tocó "Brass In Pocket", "I Got You", "Hymn To Her" o "Human", por ejemplo). En vez de eso, hace un recorrido por buena parte de sus cuatro décadas y media de rock, con paradas que van cambiando de concierto a concierto.
Y la banda la acompaña con un sonido contundente y denso, con lugar para algunos matices (no muchos tampoco). La versión de "Forever Young" (de Bob Dylan), fue uno de esos matices, y un punto alto del concierto. Otro llegó al final, cuando estaba por despedirse y subió a una mujer del público a cantar "I’ll Stand By You". “Más vale que esto sea bueno”, dijo con algo de inseguridad en la voz mientras la elegida subía al escenario.
Lo fue. La chica no solo se sabía al dedillo la letra y la pronunciaba muy bien, sino que cantaba como una profesional. Luego la banda tocó una canción más, pero el cierre ya había sido el mejor posible.
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