Jeff Tweedy con El País: saldar su deuda con Uruguay, el arte de hacer canciones eternas y cómo es Bob Dylan

El compositor y líder de la banda estadounidense que marcó la historia de la música llegará a Uruguay el 28 de mayo para un concierto especial en el Auditorio Adela Reta. Antes charló en exclusiva con El País

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Wilco: Cline, Jorgensen Jeff Tweedy, Stirratt, Sansone y Kotche.
Foto: Akash Wadhwan

Hay una expectativa fundada en la parcialidad local: finalmente viene Wilco, una de las bandas más relevantes de la música de este siglo. Y va a ser en el Auditorio Adela Reta, un lugar ideal para sus sutiles construcción musicales que toman referencias del punk, el folk, la americana y la experimentación.

De todo eso salen grandes canciones que estarán en la veintena que Wilco presentará el miércoles 28 a las 21.00 en la sala principal del auditorio y con entradas entre 2.800 a 4.400 pesos que están en Tickantel.

Surgidos del ambiente indie de la década de 1980 y de los restos de Uncle Tupelo, Wilco gira alrededor de Jeff Tweedy, uno de los grandes compositores americanos de siempre. Eso lo ha dejado claro en discos canónicos como Being There (1996), Yankee Hotel Foxtrot (2002), A Ghost Is Born (2004) o ejemplos más recientes e igual de vitales e interesantes como Cruel Cruelty (2022) y Cousin (2023). Canciones de todas esas épocas se reparten en todos sus shows.

Tweedy —quien también tiene proyectos solistas, es productor y ha integrado otros grupos— es el líder indiscutido de Wilco aunque, la banda funciona como una unidad muy aceitada.

El País charló con Tweedy sobre el arte y el oficio del compositor, su vínculos con las canciones y cómo fueron sus encuentros con Bob Dylan.

—Por fin vamos a ver a Wilco después de aquella visita cancelada en 2016. ¿Lo recuerda?

—Sí, claro. También fue muy frustrante y desagradable para nosotros. Hicimos una mala planificación de ese viaje y, por desgracia, no pudimos decidir cómo hacerlo. Esta vez vamos a estar ahí, se los prometo.

—¿Sabe algo sobre Uruguay?

—No mucho. Creo que Juan Wauters vive allí y sé que me acompañó en un tour solista.

—En uno de sus libros leía sobre su epifanía rockera con “Smoke on the Water” de Deep Purple. Simultáneamente me pasó lo mismo con esa canción tan lejos de su Chicago. ¿Qué tiene una canción para resonar en lugares tan distintos?

—No sé. Debe tener que ver con que si escribes muchas canciones, quizás tengas suerte y consigas esa clase de efecto. Es muy difícil que todas sean malas. Trata de crear 50 canciones malas, y al menos escribirás algunas buenas.

—¿Las canciones tienen alma?

—Ciertamente tienen vidas propias. Y el alma se la ponen quienes las escuchan. Y eso incluye la persona que las hace, claro porque si estás ahí y presente y lleno de vida y amor por lo que estás haciendo, esa es el alma que estás poniendo en la canción. Pero no significan nada sin la reciprocidad del que las escucha.

—¿Qué le dicen las personas sobre el impacto de sus canciones en ellas?

—Recibo comentarios hermosos. Al haber estado tanto tiempo en esto, hay gente que ha crecido con la música que hemos hecho, que la conoce y ha estado escuchándola desde siempre. Lo más satisfactorio es cuando me dicen que los inspiraron a escribir canciones por ellos mismos. A veces también recibo comentarios muy personales de gente no solo por mis canciones, sino por mi historia y cómo la he compartido. Les ha ayudado, dicen, a lidiar con las adicciones a las drogas, por ejemplo. Todas esas cosas son muy edificantes porque te hacen sentir que no estuviste perdiendo el tiempo.

—Hablando de songwriters, ¿quién lo inspiró?

—Los Beatles, las colecciones de discos de mi tía y mi hermana, los Monkees que estaban todo el tiempo en televisión viviendo todos juntos en un edificio era tan divertido. Aspiracionalmente, Bob Dylan tuvo un gran impacto cuando era muy joven. Tenía todos sus discos y estuve tempranamente muy expuesto a su obra. Pero tendría que decir que lo que me hizo sentir que podía hacerlo fueron el punk rock y el folk.

—¿Ese es su hogar, musicalmente hablando, el lugar al que siempre quiere volver?

—Como músico, hay ciertos instrumentos y texturas en los que me siento como en casa. Como cantante he pasado mucho escribiendo canciones en una guitarra acústica. Y todas mis canciones, aunque suenen tan lejanas, las puedo tocar así.

—¿Qué artista de los que conoció lo impacto más?

—Conocí a Bob Dylan y eso es muy surrealista. Es como conocer a una criatura mitológica o algo así...

—Perdón, cuénteme de ese encuentro...

—Estuve con él varias veces. Una vez fue como una fotógrafía en el festival de Bonnaroo. Y hace unos años giramos bastante con Dylan. Tuvimos varias conversaciones no muy largas. En realidad, fue muy cálido, siempre alerta con esa mirada penetrante cuando te habla. Fue muy enriquecedor para mi conocerlo como una persona real. Y fue muy amable conmigo.

—Hablando de canciones, ¿cómo se le aparecen, cómo le llegan?

—No sé si me vienen: simplemente me pongo en su camino. Tomo un papel, escribo en el teléfono y estoy tocando la guitarra y escribiendo todo el tiempo. Y si hacés eso, vas a terminar tropezándote con canciones que se sienten especiales para vos y que vale la pena recordar.

—Hay una ética de trabajo ahí...

—Sí, claro. No me uní a una banda o me metí en la música porque no quisiera trabajar. De hecho, me gusta mi trabajo.

—Llega con Wilco el proyecto que, después de producir otros artistas, integrar otras bandas o hacer discos solistas, siempre está, ¿qué encuentra bajo ese paraguas?

—El paraguas de Wilco se ha vuelto cada vez más grande y estoy bajo de él con muchas personas. Wilco en este punto de mi vida está tan fuera de mi control. Es más grande que yo. Las relaciones que se han formado con los fans y entre ellos es más grande que yo. La comunidad que la banda ha generado, es más grande que yo. Es agradable ser parte de algo que se ha involucrado en, al menos, parte de la cultura. No es una parte prevalente de la cultura americana o de la cultura mundial, pero es un rincón pequeño y muy bonito.

—La banda tiene un repertorio gigantesco para el espacio finito de un concierto. ¿Cómo hace la curaduría?

—Queremos honrar nuestro pasado, que en realidad no es pasado porque hemos tocado algunas canciones por tanto tiempo que siempre son actuales. Cuando hago la lista de canciones de un show intento hacerla un poco diferente. Pensar en lo que hemos tocado la última vez que estuvimos allí. Y cuando vamos a algún lugar nuevo, como Uruguay, me toma mucho tiempo encontrar las 20 o más canciones que solemos tocar. Espero elegir las correctas.

—Van a estar en la mejor sala de la ciudad. ¿Cuánto del lugar aporta en el repertorio, la actitud y la conexión con el público?

—A veces un teatro grande y hermoso puede aligerar algo en el departamento de rock and roll pero tenemos mucha música que funciona bien en esos entornos, tenemos muchas dinámicas y mucha sutileza. Una canción como “Muzzle of Bees” funciona muy bien en condiciones como las que me decís tiene el auditorio en el que vamos a tocar. Eso es otra cosa que contribuye a qué repetorio hacemos. Un lugar con buena acústica, nos hace sentir muy cómodos en el escenario y esos suelen ser shows excelentes.

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