El famoso galán de telenovelas que paseaba disfrazado por Tristán Narvaja vuelve a cantar a Uruguay

Carlos Mata, ícono de la pantalla y la música en los 80 y 90, habla con El País sobre sus éxitos, la fama, su necesidad de desconectar del espectáculo y su vínculo con Uruguay, antes de su show en El Galpón el 25 de abril.

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El actor y cantante Carlos Mata.
El actor y cantante Carlos Mata.

Fue uno de los artistas más reconocidos de la escena mundial en los ochentas y noventas. Brilló como galán en telenovelas como Cristal y Topacio, que cruzaron fronteras y lo llevaron a dar la vuelta al mundo con su música. En su cancionero, hay clásicos como "Déjame intentar" y "¿Que por qué te quiero?" Aunque los triunfos superaron los fracasos en sus 50 años de carrera, Carlos Mata también menciona las perdidas y se reprocha no haber disfrutado plenamente del éxito.

"No supe disfrutar algo que fue un regalo de la vida", dice a El País. El actor y cantante venezolano nunca se esforzó por mantener los pies sobre la tierra, ya que la fama, para él, es puro cuento. Lo que más le costó fue manejar la culpa por pasar meses separado de sus hijos. "Me rompía el corazón", confiesa el que, un día, se hartó y se escapó a Nueva York, donde se refugió en un taller de cine.

Muchas veces prefirió encerrarse en las habitaciones de los hoteles antes que enfrentarse a las aglomeraciones de personas que lo perseguían. En esas épocas de gloria, incluso se disfrazaba para pasear por la feria de Tristán Narvaja, donde disfrutaba de comprar antigüedades en anonimato.

A los 72 años, se siente agradecido por lo vivido y hoy disfruta de las conexiones que le regala su oficio. El próximo 25 de abril, el público uruguayo tendrá la oportunidad de revivir sus grandes éxitos en el Teatro El Galpón. Las entradas están disponibles en RedTickets.

Las oportunidades perdidas, el hartazgo de la fama, la desconexión y el goce del presente son algunos de los temas que Carlos Mata aborda en esta charla con El País.

Llevas más de 50 años de carrera, ¿cómo evalúas tu trayectoria? ¿Cambiarías algo de todo lo que viviste?
—Sí, cambiaría algunas cosas. Me arrepiento de algunas decisiones, aunque la vida ha sido extremadamente generosa conmigo. No sé si me lo merecía o no, pero vivo desde la gratitud.

¿Qué cambiarías?
—Uno de mis grandes arrepentimientos fue haber dejado todo en el mejor momento de mi carrera. También me quedé muchos años intentando salvar algo (sobre su matrimonio) que no tenía arreglo, por miedo a separarme de mis hijos, que son lo más bello que me pasó.

¿Dejaste pasar oportunidades?
—Sí, por ejemplo, Bigas Luna me ofreció protagonizar Jamón Jamón con Penélope Cruz, pero tenía una gira por España y no pude aceptar. Me llamaron para Los Reyes del Mambo (Arne Glimcher, 1992) y no pude porque estaba grabando en Argentina. Me ofrecieron hacer el papel de Perón en Evita (Alan Parker, 1996) con Madonna y Antonio Banderas, y tampoco pude. A veces pienso hasta qué punto valió la pena respetar esos contratos. Hubiera sido preferible pagar la multa y darme el gusto de trabajar con directores de ese calibre.

Estudiabas arquitectura y entraste al teatro por accidente, ¿cómo imaginas que hubiera sido tu vida si no te hubieras metido en el mundo del espectáculo?
—Probablemente hubiera terminado vinculado a la música, ya que siempre me apasionó. La actuación nunca se me ocurrió porque era muy tímido. Mi familia era muy melómana, y aunque al principio estudié violín, mi profesor acabó con mi vocación cuando me daba con el arco en los nudillos.

El cantante, compositor y actor venezolano Carlos Mata.
El cantante, compositor y actor venezolano Carlos Mata.

¿Sentís que hubo algo de suerte en tu carrera?
—Definitivamente. Un compañero me invitó a un casting de comedia musical, y fui solo para acompañarlo. Estaba sentado en la última fila mirando, el director me pidió que bajara, y aunque estaba aterrorizado, no me atreví a decirle que no cuando me pidió que cantara. Me dijo, "lo que hiciste fue un desastre, pero naciste para esto".

La fama tiene su costo y es difícil convivir con ella. ¿Hubo momentos en los que pensaste que no podías más?
—Al principio, me sorprendió mucho, especialmente en lugares como Roma, donde me caían las mujeres encima después de que una novela pegara en Italia. Pero al mes estaba harto por haber perdido el anonimato. En 1991, hice 68 conciertos en España, y no salía del hotel, prefería quedarme solo leyendo. En Viña del Mar, un chofer atropelló a una fanática, y la fui a ver al hospital. Eso me angustió mucho y contribuyó a que me desconectara del oficio.

¿Qué hiciste en ese tiempo de desconexión?
—En 1995 me fui a vivir a Manhattan y me metí a estudiar cine escondido de todos. Mi manager se enteró seis meses después dónde estaba. Pasé ese tiempo fuera de la vista del público, pero sentía que algo faltaba. Empecé a volver en 2001. Estaba divorciado, la madre de mis hijos se había llevado a los más chicos a vivir a Venezuela y empecé a aceptar telenovelas allá para estar cerca de ellos.

¿Disfrutaste de esa desconexión?
—Tuvo su parte grata pero estaba de luto porque amaba lo que hacía, y por eso mis hijos me impulsaron a volver.

¿Estás disfrutando más ahora que cuando eras una estrella?
—Ahora tengo más tiempo, y a la vez, me doy cuenta de que no me di la oportunidad de disfrutar de todo lo que viví en esos años porque sentía culpa por estar lejos de mis hijos. Me rompía el corazón separarme de ellos tanto tiempo. No supe disfrutar algo que fue un regalo de la vida.

"Déjame intentar" es uno de tus hits más conocidos, ¿qué podés contar de la historia de esa canción?
—La compuso el músico y productor Rudy Pérez. La gente recuerda más "¿Que por qué te quiero?, porque fue el tema de una telenovela y sonaba todas las noches. Sin embargo, "Déjame intentar" vendió cinco veces más. Es una balada rockera y sabrosa, pero a mí no me gustaba mucho la letra porque me parecía teen.

¿Te aburre cantar tus éxitos?
—A veces sí. Pero en los conciertos, cuando el público canta conmigo y le pone tanto cariño, lo disfruto mucho, y eso es lo que vale.

Te presentás en El Galpón el 25 de abril, ¿tenés algún vínculo especial con Uruguay?
—Tuve un profesor uruguayo en la facultad de arquitectura y el dueño del lugar donde compraba los materiales también era uruguayo. Una de las cosas que más disfrutaba de mis viajes a Montevideo eran las escapadas a la feria de Tristán Narvaja a comprar antigüedades. Se conseguían maravillas. Me da vergüenza decirlo, pero iba disfrazado para disfrutar el paseo.

¿Te queda algún sueño por cumplir?
—Me gustaría ser abuelo, pero mis tres hijos se resisten. Y los entiendo, hoy hay que ser muy valiente para tener un hijo.

¿Qué te motiva a seguir en los escenarios a los 72 años?
—Creo que me lo debo como un gesto de cariño hacia mí, que pocas veces lo tuve, y de gratitud hacia el público. Ahora disfruto del escenario de una forma más pausada y consciente, sabiendo que ese intercambio da sentido al oficio y te hace sentir vivo.

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