Cuando tenía cinco años, Fiorella Bottaioli le dijo a sus padres que quería aprender a tocar un instrumento y comenzó a tomar clases de teclado. Mientras su profesor insistía en enseñarle canciones de los Beatles, ella le rogaba por “Flores Amarillas” de Floricienta y "Hay un lugar" de Teen Angels. Los videos suyos tocando esos clásicos de las novelas de Cris Morena están aún guardados en la casa de sus padres. Casi dos décadas después, y luego de mucho esfuerzo, Fiorella puede decir que sus manifestaciones dieron frutos: “Siento que le cumplí el sueño a la Fifi de 10 años”, confiesa emocionada, refiriéndose al papel que consiguió en Margarita, la serie de Cris Morena filmada íntegramente en Uruguay, que fue un éxito mundial en Max y que este lunes se estrenó en la pantalla de Canal 12.

La actriz uruguaya de 29 años, formada en la Escuela del Actor y la Escuela de Cine Dodecá, atraviesa un gran momento profesional. En 2024, filmó El rey del ring, donde coprotagonizó con Benjamín Vicuña y Marko Zaror; participó en el podcast Sueño perpetuo, de Anfibia; y rodó con Chester Films la película uruguaya Agua Negra, que se estrenará próximamente.

Sin embargo, no todo ha sido fácil para Fiorella, quien saltó a la fama tras protagonizar La Uruguaya, la adaptación cinematográfica del best-seller de Pedro Mairal. La película, financiada por casi 2.000 productores asociados, se estrenó en cines, llegó a Disney+ y dio la vuelta al mundo. Tras eso y luego de mudarse a Argentina, Fiorella llegó a las instancias finales de castings para proyectos importantes, como División Palermo, de Santiago Korovsky, y Porno y helado, de Martín Piroyansky, pero no logró quedarse con los papeles. “Nadie habla del lado B, que es recibir un ‘no’ el 95 % de las veces. Pero es ambiguo porque, si recibí tantos ‘no’, es porque tuve la chance de mostrar mi trabajo en un año difícil para la industria”, reflexiona.

Aunque sabe que la expectativa siempre está, reconoce que en esos procesos influyen muchos factores, como la repercusión en redes. Por ejemplo, el lugar al que aspiraba en Porno y helado lo ocupó Gimena Accardi, y en ese sentido, comenta: “Gime es un producto que le vende a un público determinado y yo todavía estoy pagando derecho de piso”.

Foto: Isadora Melo Ramírez

Fiorella empezó a bailar porque su tío tenía una academia de danza. Compitió en certámenes de ritmos callejeros y, a los 10 años, salió campeona en Argentina. A los 17, se mudó a Buenos Aires para formarse en el Centro de Selección de Talentos (CAST) de Telefé. Vivía sola, entrenaba tres veces por semana y su madre viajaba seguido a visitarla. “Es una época que tengo bloqueada, ya que solo era sobrevivir”, dice.

A los 20, regresó a Uruguay para estudiar en la Escuela del Actor, mientras hacía videoclips y trabajaba como modelo. Luego, se formó en la Escuela de Cine Dodecá y participó en tres películas con Chester Films: Tan frágil como un segundo, Ojos grises y Agua negra.

Hace tres años, volvió a Buenos Aires, y los primeros tiempos fueron duros. “Llamaba todos los días a mi representante y me decía: ‘no hay nada, te estoy dando todos los castings’”, cuenta. El proyecto de La Uruguaya, donde fue elegida por votación de los socios productores, fue clave para cambiar su suerte.

En este nuevo ciclo, su primer trabajo en Argentina fue Mal Trago, con Martín Piroyansky. Santino Taratuto, director del cortometraje, llegó a ella porque la vio en esa película producida por Orsai; coincidieron en el Festival de Mar del Plata y le entregó el guion. Luego vinieron roles en Buenos Chicos (la última tira de Pol-Ka), Margarita y El rey del ring.

Este último proyecto es una película sobre el boxeador chileno Arturo Godoy (interpretado por Marko Zaror), en la que ella encarna a su esposa, la bailarina argentina Leda Urbinati. Ese papel también le llegó gracias a La Uruguaya, sin necesidad de audicionar. “El director chileno Rodrigo Sepúlveda, fan de Pedro Mairal, leyó el libro, vio la película y dijo: ‘la quiero para Leda’”, cuenta.

—¿Lograste actuar con alguien que nunca hubieras imaginado?
—No, pero porque confío en mi trayectoria. Me tocó actuar con Benjamín Vicuña y fue un proceso de desmitificación: hablábamos de igual a igual. Compartimos muchas escenas porque él interpreta al tercero en discordia. Somos muy técnicos y engranamos muy bien. En un momento me dio un leve miedo por lo que me comentaban desde afuera: “¿Qué se siente?”. Yo quiero trabajar con los que están activos, sean famosos o no, y vivir de lo que amo. Él está en un momentazo y es otra puerta que se abre.

—¿Cómo llegaste a ser parte de Margarita y qué significó trabajar con Cris Morena?
—Vivía en Buenos Aires y trabajaba con un representante que no tenía al casting, ya que la producción buscaba un elenco 100 % uruguayo. El año pasado hice temporada en un hotel de La Pedrera y me crucé con un asistente personal de Cris Morena, quien me dijo: “Tenés que hacer el casting”. Así me enteré. Lo preparé con una canción y me dieron el papel de Clara, la hermana de Romeo. Cumplí el sueño de la Fifi de 10 años, que quería filmar con Lali Espósito y Peter Lanzani.

—¿Llegaste a coincidir con ellos en Argentina?
—Sí, en una fiesta a la que me llevó Martín Piroyansky, y casi vamos juntas a la Bresh, pero no quise dejar tirado a Martín y me lo perdí. Hablando con ella te das cuenta de que todos tenemos las mismas preguntas, miedos y problemas.

Foto: Fito shaw

Hoy, Fiorella tiene varios proyectos en mente, y algunos prefiere no adelantarlos por cábala. Lo que sí cuenta es que su hermano, Diego Bottaioli, preparador físico en el equipo de fútbol Cruz Azul, la conectó con Get Agency, una de las mejores agencias en México. Representa un paso clave en su carrera.

Además, tiene en puerta un proyecto teatral con Francisco Yan, nieto de Cris Morena: la buscó para participar en una obra ambientada en 1930. Ya hicieron una lectura de guion y podría salir en el segundo semestre. “Hacer teatro en Argentina es un pendiente”, asegura.

Mientras tanto, no se cierra a nuevas experiencias más allá de la actuación. El año pasado, trabajó en un hotel boutique en La Pedrera e hizo de todo, desde arar la tierra hasta llevar las valijas de los huéspedes en carretillas. Este verano debutó como moza en Silvestre, un nuevo restaurante en Punta Ballena.

“Disfruto estas actividades. Me re veo abriendo un cafecito en Buenos Aires. No descarto nada”, cierra.