Estrenada en 2022, fue parte del FIDAE, tuvo funciones en la sala Hugo Balzo, le valió una nominación a los premios Florencio, y se presentó en Perú y Portugal. Ahora regresa por una única noche al Auditorio Adela Reta del Sodre: esta vez, a la sala mayor, el 14 de junio, para ofrecer un Hanami expandido, “para expandir amor”, avisa Danna Liberman.
Ella es la actriz, docente, comunicadora, clown, madre y responsable de esta obra nacida del dolor, con la que sana y ayuda a otros a sanar.
Hanami, dirigida por Jimena Márquez y Luz Viera, es un homenaje que Liberman le rinde a su segundo hijo, Uriel, aprovechando todos sus lenguajes artísticos sobre el escenario.
—El próximo 6 de junio volvés a presentar Hanami.
—Sí, porque Hanami es una obra que planeo presentar hasta cuando sea viejita. Porque es la obra que me permite atravesar un duelo que para mí no tiene final, la partida de mi segundo hijo, Uriel. Cuando él partió tuve una necesidad gigante de honrarlo, homenajearlo y de conectar con la vida. Y como mi lenguaje es el teatro, y el arte es la manera que tengo de expresarme, dije es por acá. La escribí y estrené en 2022 con esta intención de reivindicar la vida y de permitirme integrar el dolor a la existencia, para que no sean dos cosas separadas. Vivir por un lado y duelar por el otro. Que el dolor se integre pero no como sufrimiento sino como una parte de la vida.
—Hay que aceptar todos los sentimientos que tenemos, sino es negar una parte de uno mismo.
—Exacto, hay que aceptar todos los colores. Cuando me pasó todo esto pensé que no iba a poder volver a trabajar, porque yo trabajo mucho con la risa. Y una amiga me dice, “¿pero por qué no vas con la tristeza?”. Me acuerdo que iba a dar una clase y me dijo, “si logras ir con todas tus partes, aunque estén rotas, vas a estar íntegra”. Y la palabra “íntegra” a mí me recontra acompaña porque para mí estar íntegra es estar vulnerable, es estar con todos mis colores. Me puedo estar riendo a carcajadas, porque me río mucho, soy de reírme de todo porque para mí casi todo es un juego, pero incluso en la risa si me miras bien siempre vas a ver la grieta. Entonces soy íntegra porque estoy integrando todo.
—Flor Infante dijo que tenía que despedir Soy la tormenta, porque ese momento suyo había pasado. ¿Creés que puede llegarte ese momento?
—En realidad no sé. En este presente, no sé ni en qué año estamos porque vivo medio fuera del tiempo, pero en este presente tengo mucho deseo de compartir Hanami. Y lo que me pasa con la obra es que a medida que va pasando el tiempo, es como si pudiese conectar con un aspecto diferente, o profundizar más en esta mirada sobre la vida. Entonces no es algo que se agotó o que quería decir en un momento, es algo que me digo y se lo digo a la gente. Mucha gente me habla de sus dolores, similares o diferentes pero dolores al fin, y que sienten que yo tomo su voz, como si pudiese con mi escena ser representante de la humanidad. Porque toda la humanidad tiene dolores, entonces es como si, a través de Hanami, pudieran sanar, escuchar o entrar en o con otra mirada, y eso se va resignificando con el tiempo. No sé qué va a pasar el año que viene porque nadie sabe, la incertidumbre es la ley máxima, y a mí que me tocó atravesar que un niño tan chiquito, porque mi hijo partió con dos años y nueve meses, se vaya de la tierra cuando uno piensa que va a estar hasta viejito. Entonces, como sé que no sabemos por experiencia propia, no sé qué va a pasar con Hanami, pero hoy tengo un deseo gigante de hacerla y compartirla. Y siempre que tenga el deseo la voy a hacer. Cuando la necesidad ya no esté, vendrá otra cosa.
—¿Cómo y cuándo empezó la relación con Flor Infante?
—Nos conocemos desde hace como 20 años, cuando entré a la escuela de actuación, que ahora es la IAM, y ella estaba en mi generación. Yo empecé tres días tarde porque me vino el envión de seguir realmente mi vocación tres días después de que empezó la escuela. Cuando terminó la primera clase a la que fui nos habían mandado unos monólogos, pregunté si alguno tenía el texto para prestarme pero todos se habían ido y solo quedaba Flor con su carpetita. Me prestó los monólogos y desde ahí nos prestamos todo, hasta el corazón.
—Así que amigas, amigas.
—Sí, muy amigas. Fuimos compañeras de carrera y después trabajamos juntas en la compañía de improvisación por 15 años, así que toda la vida juntas. Divino.
—Con Hanami estuviste traspasando fronteras. Fuiste a Perú y a Portugal, ¿cómo se sintió eso?
—Sí, hace tres semanas estuvimos en Lima, presentándonos en un festival que se llama Lima Divergente, fue hermosísimo. Y hace dos años fuimos a Portugal y la presentamos en dos ciudades. Uno dice es allá en Portugal, donde hablan otro idioma, o Perú donde es otra cultura, pero hay algo tan humano y transversal que propone el espectáculo, tan de todas las personas, que el mensaje atraviesa fronteras. Creo que podríamos hacerla en China, con subtítulos, y seguramente se entendería porque estamos hablando del mismo idioma, que es el idioma de encontrarle sentido a la vida. Y para mí la búsqueda del sentido tiene que ver con entender que la vida es un milagro. Levantarse de mañana es una maravilla maravillosa, el movimiento de un pastito, o el sol cayendo sobre algo es la belleza, es como si la magnificencia del universo se manifestase en cada rincón y poder celebrar eso.
—Viktor Frankl hablaba de eso, de la búsqueda para encontrarle el sentido a la vida.
—Sí, hay una frase de él que me encanta y voy a parafrasear: “A cada estímulo hay una respuesta, pero entre el estímulo y la respuesta hay un espacio, y en ese espacio tenemos la libertad de elegir cuál es nuestra respuesta, cómo responder”. Y Hanami está en ese espacio, porque ante la misma situación capaz que muchas otras personas, y sin juzgar a nadie porque cada quien hace lo que puede con las herramientas que tiene, capaz que cae en depresión o queda en una posición más de víctima, o en un loop de sufrimiento, y Hanami es un catalizador transformador para encontrar en ese espacio la libertad de responder con arte, con luz, con ilusión. También con el derecho de estar triste y de entrar todas las veces que quiera y necesite del dolor. Las dos cosas juntas.
—¿Hay que quedarse con el dolor cuando es neceario?
—Sí, no hay que escapar, porque va contigo a donde vayas. Y hasta que no entras en la superficie, no se sale. La última vez que la hicimos el año pasado, en la Hugo Balzo del Sodre, no podía creer cómo había otra capita, otra profundidad más en esto del duelo. Porque cada vez es más profundo, pero cuanto más profundo voy, me permito ir y entrar en la caverna, y cuando emerjo es tan grande la gratitud que siente mi corazón, es tanta la expansión que es impresionante. Y esto que decís del sentido que trae Víktor Frankl, el buscarle un sentido a la vida, yo siento que a través de Hanami y otras acciones que hago, encontré un sentido que es justamente el poder traer más amor y más luz a los corazones de las personas. Como si pudiese de alguna manera recordarles a las personas lo que somos: amor, humanidad y vulnerabilidad absoluta. Entonces con Hanami es una de las maneras más fuertes que tengo de llevar mi propósito. Por eso me encanta tanto hacerlo.
—Además de Hanami y las clases das conferencias y también has hecho televisión. ¿Te gustó?
—Sí, tuve aventuras en la televisión. El primer programa en el que estuve fue La noche menos pensada, en Canal 4. Después Parentela, también del 4, y participé en Masterchef, en Canal 10. Ahora en verano estuve en un programa en Canal 12, LOL, donde comentábamos videos virales de humor. Así que he visitado la televisión y me divierte. Porque cuando te dedicas a la interpretación, la expresión y la comunicación, todos los medios son bienvenidos. Yo soy amante del teatro, pero cuando aparecen oportunidades, en televisión, radio o todas las cosas lindas que me van surgiendo, es hermoso. No me imaginé que pudiera estar haciendo nada de eso. Es una profesión muy maravillosa porque te trae muchas oportunidades para conocer gente diferente y hacer cosas diferentes.
—Esto sin olvidarse de las clases de teatro en tu propio espacio.
—Sí, tengo un espacio que se llama Sal Club de Teatro, que es mi bebé grande. Este año cumplimos 20 años, o sea que ya está re grande, vive solo. Ahí desarrollo esta parte esta de acompañar personas en sus procesos creativos, y desde hace unos años, también en sus procesos de desarrollo personal. Y todo tiene que ver con este mismo propósito de Hanami que es permitir que el arte sea una herramienta de transformación. Entonces tenemos clases de improvisación, de clown, de arte escénico, teatro para niños y niñas, o sea, todo el universo teatral junto a una parte de mindfulness, y de un método que he ido armando con el tiempo que llamé método Uriel, también en homenaje a mi hijo. Hago círculos en conexión, programas de creatividad y mindfulness. O sea, tengo todo un universo ahí de poder servir o dar un espacio para que la gente pueda mirarse y cambiar de posición. Es como cambiar de perspectiva frente a sus historias, ponerse desde otro lugar para sanar cosas, al margen de todo lo que es aprender un lenguaje artístico. Y mezclar todo eso, me encanta.