El negocio del tarot: cuánto ganan y cómo trabajan los “brujos” modernos, desde el Cerro a Punta Carretas

El tarot y la astrología viven un peculiar auge. ¿Por qué tantos uruguayos recurren a las cartas para que les digan el futuro? Tres historias en tres barrios de Montevideo.

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Una carta del tarot
Una carta del tarot.
Foto: Estefanía Leal.

Una casa en la calle Egipto en el Cerro, frente a las amarronadas aguas del Río de la Plata. Un consultorio en una coqueta y tranquila calle de Punta Carretas. Otro en una oscura galería del Centro de Montevideo. Una cuenta de Instagram, otra de TikTok. El tarot y la astrología, que venden adivinación y autoconocimiento personal, viven un peculiar auge. Miles de uruguayos, de todas las clases sociales, barrios y edades, recurren a brujos o brujas modernas. Quieren certezas, intentan saber qué les depara el futuro pero también conocerse más. Lo hacen antes de tener un hijo, iniciar una relación sentimental o cambiar de trabajo. Consultan a estos supuestos maestros espirituales, que a veces hasta cumplen un papel de improvisado (y, quizás, cuestionable) psicólogo.

El tarot y la astrología son, además, un medio de vida y una salida laboral —nada despreciable, parece— para muchos que tienen imaginación y creatividad, les gusta charlar, se convencen de que fueron bendecidos con un don adivinatorio y creen en algo inexplicablemente mágico y misterioso que no nació hoy. Son cientos y cientos de años de historia. Hay rastros del tarot ya en el siglo XII, aunque se popularizó en la Europa del siglo XVIII. La astrología, en cambio, es bastante anterior: las primeras evidencias datan de Babilonia en el segundo milenio antes de Cristo.

¿Pero por qué tantos, en 2025 y en medio del auge de la inteligencia artificial y el avance de la tecnología y la racionalidad científica, siguen recurriendo a unas cartas —¡hay 5.000 mazos distintos!— para que les digan el futuro en los tres grandes y eternos temas, o sea amor, salud y trabajo? ¿Cuánto ganan y cómo trabajan estos “videntes”? ¿Cómo se aprende el oficio de brujo?

Cartas del tarot
Cartas del tarot.
Foto: Estefanía Leal.

Estamos ante un “rescate de lo antiguo”, dice a El País el profesor de historia Miguel Montilla, quien ha estudiado el asunto del tarot. Existe un boom de lo espiritual y ahora es todo más visible. Ya “nadie va a prender fuego” a un tarotista, dice Montilla, pero además casi se lo escucha “igual que a Gabriel Rolón”, en referencia al mediático psicólogo. Ir a la consulta de tarot no es tabú; más bien todo lo contrario, se cuenta y se recomienda.

Juan Fernández Romar, profesor titular de Psicología Social de la Universidad de la República, aclara que el tarot no tiene respaldo como herramienta terapéutica pero también dice que la permanencia de esta y otras prácticas adivinatorias responde principalmente a “la incertidumbre y la necesidad humana de encontrar sentido a la vida”, algo que las instituciones tradicionales “han dejado de brindar” (ver recuadro más abajo).

Aquí, tres historias en tres barrios de Montevideo. Y tres predicciones bastante distintas para el periodista que escribe esta crónica. ¿O no tan distintas? Todo según cómo se mire.

Tarotista Gabriela en el Cerro

La casa de Gabriela Pajata, a cargo de la Escuela Mística “Alma Gitana”, está en la calle Egipto en la rambla del Cerro y frente al renovado parque Debora Céspedes. Allá al fondo, del otro lado del río, se ven los tanques de la refinería de La Teja y los edificios de la Ciudad Vieja.

Gabriela (43 años) se considera tarotista, psicóloga espiritual, vidente y médium. Dice que escucha voces.

Tarotista Gabriela Pajata en su consultorio
Tarotista Gabriela Pajata en su consultorio.
Foto: Leonardo Mainé.

Un caluroso mediodía de enero me hace pasar a una pequeña sala repleta de hadas y duendes.

—Este es el sector de las artesanías —cuenta, de pollera azul casi hasta los pies y blusa turquesa con dibujos de cadenas— pero ustedes vienen por otra cosa.

Entonces atravesamos una cortina de caireles violetas y pasamos a una segunda sala donde invade el olor a incienso: es el consultorio. En una pared se ve una imagen grande con el famoso círculo de los signos del zodiaco. Al lado, una figura de una gitana en tamaño real. “Casi todo lo que ves son regalos de la gente”, dice y señala una guitarra, almohadones y duendes.

—Algunos tarotistas tienen el don de ver el futuro y otros no —explica y de fondo suena un ruido a agua que se superpone con una suave música tipo zen—. Está el tarotista intuitivo, es decir, el que presiente las cosas con las cartas. También está el tarotista técnico, que no siente nada, te va a decir solo lo que significa el dibujo, el arcano. Y por último está el tarotisa espiritual o médium, que tiene videncias, os con ancestros, con ángeles guardianes.

Carta del tarot
Carta del tarot.
Foto: Leonardo Mainé.

Gabriela —una de tantos tarotistas que hay en el Cerro, la única con escuela, y de los miles que trabajan en Uruguay— es de ese último tipo, aunque repite que lo suyo “no es religión”.

—¿Cómo es eso de ser vidente?

—No es que vea una película. Es como que me voy a otro plano y veo algo nuboso. Situaciones o cosas que te aportan más información de la que te dan las cartas.

La vida laboral de Gabriela siempre estuvo vinculada a las ventas. Ahora del servicio del tarot y de la escuela de tarotistas (“todas sus dudas serán respondidas”, dice en su página web) pero antes trabajó como vendedora de televisión por cable y de préstamos.

Ella entró en este mundo de chica; el tarot lo hacía “calladita” porque muchos lo veían como “cosa de brujos”, relata.

—Yo lo traigo por herencia de familia. Tengo antepasados gitanos y brasileros de frontera, españoles, rusos, también charrúas. Mirá la mezcla. Hay mucha magia.

Gabriela asegura que cuando duerme hace viajes astrales y habla con los muertos. Hasta conoció a su suegra antes de conocer a su marido: “Ella me trajo mensajes y el destino nos cruzó”. Pero también dice que tiene memorias de vidas anteriores.

—¿Por ejemplo?

—Es bravo contar... Me veo en el cuerpo de un niño de la época nazi, de boinita, descalzo, corriendo y disparando con mi padre. Mataron a toda mi familia y me escondió un señor. Pero lo allanaron y sentí el “crac, crac” en la cabeza. Donde yo sentí el ruido de la escopeta, hoy tengo una migraña severa. Son cosas que los médicos no saben explicar. ¿Y yo cómo les digo de dónde vienen esas secuelas?

—No les contás.

—Me da vergüenza.

Tarotista Gabriela Pajata
Tarotista Gabriela Pajata.
Foto: Leonardo Mainé.

La jornada de Gabriela se organiza así: de mañana y de noche atiende consultas; el resto del día da clases y se organiza sus espacios para el descanso.

La escuela funciona desde hace unos 20 años: son ocho clases de una hora (el curso sale en total 6.600 pesos aunque hay consideración con “gente muy humilde”). Muchos de sus exalumnos trabajan hoy desde TikTok.

El precio de la consulta con Gabriela, que incluye tarot, runas y péndulo, es de 1.000 pesos. En las sesiones ella trata que los consultantes no le hablen para que las energías no la “embarullen”:

—La gente viene con muchos problemas… problemas psicológicos graves. Psiquiátricos —dice y hace un silencio—. O a mí me cae ese tipo de gente. Yo trato de que se relajen. Pero ni a los médicos te van. Yo siempre los tiro al médico.

La parte de adelante de la vivienda está dedicada al negocio, el fondo es su hogar. Allí está su marido. Ese al que debe acudir cuando las cosas se complican. Ya tiene una frase preparada que dispara todas las alarmas: “Wilson, llamame un taxi”.

Una vez, por ejemplo, se sintió atacada por alguien que ella supone era un pastor de Pare de Sufrir o una iglesia similar. Otra vez fue peor: paró un taxi en la puerta de su casa, se bajó el conductor, sacó un hacha y empezó a pegarle al cordón de la vereda mientras rezaba: “Como que yo era el demonio por tener el cartel de la escuela mística”, supone.

También ha tenido problemas por algunas predicciones: a una mujer le dijo que iba a tener “suerte” en el tema económico o una “oportunidad” en el azar: “Pero ella lo interpretó mal, empezó a sacar préstamos y se hundió. Entonces me vino a culpar. Yo solo le había dicho que las cartas mostraban que iba a ser un año positivo en lo económico”.

Las consultas por enfermedades, como el cáncer, son un clásico y también un tema sensible. En esto suele haber consenso entre los tarotistas: no se anuncia una muerte.

—No se puede decir —aclara Gabriela—, vos no sabés la reacción de la persona. Yo he dicho “tenés vida para rato” pero veía unas cartas complicadas.

—¿Me podés tirar a ver qué sale?

Empieza a mezclar las cartas y se cae una sin querer.

—Ojo, se cayó sola, no sé por qué —dice ella y muestra una carta donde se ve un corazón atravesado por tres espadas, que evidentemente tiene que ver con “problemas en el corazón”.

—¿Qué significa que se vuele?

—Es como que te dice “cuidado, puede haber una traición en la puerta”. Pero puede ser que vos te sientas herido por algo...

—Me preocupa eso de la traición en puerta.

—No tiene por qué ser de tu pareja. Puede ser alguien de la familia, un amigo, un compañero de trabajo. Que alguien te joda por atrás, hablando en criollo. Estate atento.

—¿Y cómo se yo...?

—Yo siento que el universo te lo va a mostrar.

Luego saldrán otras cartas más agradables seguidas por consejos variopintos (y a veces contradictorios): “sos fluido”, “tenés que tener seguridad para tu trabajo”, “tenés que avanzar en lo mismo, seguir en lo mismo”, “cuidá la mente y los pensamientos”, “sacá lo negativo”, “cuidá los gastos”, “éxito económico”, “sé egoísta y defiende lo tuyo”, “no cuentes los proyectos”, “cuidá el amor, es lo único que te digo”, “cuidá la salud”.

Y al final muestra una carta con un arcoíris de colores:

—Como que dice que viene algo bueno para ti. Triunfo... es una carta preciosa. Te va a venir bueno (sic).

REFLEXIONES

La búsqueda de respuestas frente a la incertidumbre

“A pesar del avance de la racionalidad científica, la permanencia del tarot y otras prácticas adivinatorias como el I-Ching y la tirada de runas responde principalmente a la incertidumbre y la necesidad humana de encontrar sentido a la vida”, dice Juan Fernández Romar, profesor titular de Psicología Social. Y agrega: “En un mundo cada vez más fragmentado, estas prácticas ofrecen un espacio de conexión subjetiva y emocional que las instituciones tradicionales han dejado de brindar. En muchos casos el tarot no se utiliza solo como herramienta predictiva, sino como un medio de introspección, lo que explica su persistencia incluso entre personas con formación académica o inclinación hacia el pensamiento crítico”.

Es decir, su auge no se debe únicamente a una creencia en lo sobrenatural, sino que “el consultante encuentra un espacio para reflexionar sus dilemas y sus deseos a través de un lenguaje simbólico”, dice Fernández. “Por esta razón, la gente no se conforma con una consulta automatizada en una aplicación online sino que busca a un experto que pueda mediar el proceso interpretativo y hacer una lectura personalizada”, dice el experto.

Tarotista Víctor en galería de 18 de Julio

Aunque tiene un innegable aire decadente, la Galería Central es una de las pocas de Montevideo casi sin locales vacíos y ostenta un interesante perfil propio. Es algo así como una feria de Tristán Narvaja en pequeño. Un gran local de antigüedades convive con uno de artículos militares, otro de libros viejos, otro de compra y venta de monedas y otro de juegos para la Play. Bien al fondo está el local 22, donde Víctor Diobono ofrece servicios de tarot, astrología, carta natal (“el mapa de tu vida”), revolución solar (“lo que te puede pasar en el año”), sanación energética (“santiguado”), limpieza de casas y negocios, así como solución en “temas de amor, unión y separación de parejas”.

—Esto es lo que siempre quise hacer —dice Víctor, 62 años, pantalón vaquero y camisa colorada con rayas blancas.

Cobra 1200 pesos por una consulta de una hora y 4000 pesos por la “limpieza” de una casa. Ahí, según dice, se “molestan entidades y espíritus”.

Tarotista Víctor Diobono
Tarotista Víctor Diobono
Foto: Estefanía Leal.

Él se presenta como astrólogo evolutivo, tarotista, máster reiki, vidente natural. También parapsicólogo: en un informe publicado en esta misma sección hace unos años, Víctor le contó al periodista César Bianchi que se define así para dejar claro que no es pae ni “de religión”, sino que trabaja “con alquimia, con energía, con metafísica”.

En las paredes de su consultorio hay muchos símbolos. Está Ganesha, un dios hinduista “muy protector, resuelve todos los problemas”. También el Tetragrámaton que “protege de las energías negativas” y el arcángel San Miguel, “muy necesario”, que se supone derrotó a Satanás.

En un costado la camilla donde hace la limpieza energética: allí pasa las manos sobre el cuerpo del cliente, le pone los símbolos del reiki, palo santo “para limpiar el aura” y perfumes caseros para activar la energía.

—¿Y eso provoca...?

—Bienestar. Una vibración.

En una mesita está todo lo que se vende: inciensos, velas, el kit de “baño de la descarga” (unas hierbas que se disuelven en el agua para “sacar la porquería”) a 200 pesos y jabones para “traer abundancia”.

Y hay un pequeño rincón que cumple la función de “limpieza” del local: velas, una piedra negra, agua, sal y vinagre.

Una piedra y una vela para "limpiar" el ambiente
Una piedra y una vela para "limpiar" el ambiente.
Foto: Estefanía Leal.

El mundo espiritual llegó a la vida de Víctor en la adolescencia porque su madre escuchaba en la radio a un astrólogo que se llamaba Armando Bonilla y él se entusiasmó. Empezó a estudiar y nunca más paró aunque en el medio pasó por distintas organizaciones esotéricas, hasta frecuentó un centro Hare Krishna. Vivió 26 años en el norte de Italia, en Como, donde se dedicó a los negocios inmobiliarios. A su vuelta, en 2013, se jubiló y poco después se instaló en la Galería Central. Hoy trabaja full time.

—¿Por qué le dicen ciencias ocultas?

—Se le llama así: ocultismo. Pero de oculto hoy no tiene nada, ahora por suerte está todo a la luz del sol; estamos en la era de Acuario.

Después habla del tarot y dice que lo único que hacen las cartas es “traer a la luz” lo que “tú tenés en tu inconsciente”.

—¿Pero cómo eso se transmite a las cartas? El azar provoca que salga una carta u otra...

—Eso no lo sé, se transmite. No hay nada al azar.

—¿Es como una magia, digamos?

—Podríamos decirlo, sí. Pero está todo interconectado. El tema es la interpretación, que puede ser equivocada. Depende de cómo está ese día el tarotista, vamos a ser honestos.

Le pido que haga una tirada.

—¿Qué querés saber? —pregunta pero no espera una respuesta y empieza a tirar las cartas del tarot gitano o Lenormand.

Aparece el arcano de la Justicia (“¿tenés problemas judiciales? Tené cuidado”) y la carta de la muerte.

Silencio.

—No es que te vas a morir.

—No me asuste.

—Es una etapa o situación que se termina definitivamente y eso te traerá a una etapa completamente distinta.

Luego sale la carta del enamorado.

—¿Tú sos casado, soltero?

—En pareja, no casado.

—Tal vez haya una reafirmación o tal vez un cambio. Vas a tener que tomar decisiones... Ah genial... Ahora sale la carta de las estrellas, la mejor carta, es el resultado de tu gestión.

Y después... aparece el diablo:

—Pero el diablo no es malo del todo —dice Victor, como buscando el lado positivo a una cosa que no se muestra muy positiva—. En este caso es que te tenés que librar de las cadenas de los apegos.

—Por lo que veo, una misma carta puede significar diferentes cosas.

—Es lo que yo le digo a mis alumnos: no analicen esto de forma racional, abran la mente, no piensen. Ahí es cuando se abre la videncia. Y el poder nace: es creer en uno mismo.

—¿Le dijeron chanta alguna vez?

—Personalmente, no. Tan chanta no soy: hace 11 años que estoy acá. Es el estigma que tenemos. Somos como los políticos: la gente piensa que son todos ladrones.

Tarotista Jimena en Punta Carretas

Acalorada, Jimena Carnales abre la puerta de su apartamento mientras se abanica. Afuera llueve manso un mediodía de febrero. Estamos en Punta Carretas, frente a una de esas confiterías gourmet que desde hace un tiempo abundan en parte de la ciudad.

El abanico en realidad no es un abanico: es un hueso de ciervo revestido con piel de conejo y pegado a unas plumas de halcón que ella suele usar para avivar las llamas de las hierbas y el carbón que quema para “limpiar el espacio” que la gente deja “muy cargado”.

—¡Este es el mejor abanico que hay! —dice Jimena, de 46 años, tarotista, especializada en brujería nórdica (Trolldom), y larga una risotada fuerte. La primera de varias en una hora y pico de charla.

Tarotista Jimena Carnales.
Tarotista Jimena Carnales.
Foto: Leonardo Mainé.
Velas y artesanías vinculadas a la mitología nórdica.
Velas y artesanías vinculadas a la mitología nórdica.
Foto: Leonardo Mainé.

En la vuelta están Floki y Ragnar, dos gatos a los que les puso así en honor a personajes de la serie Vikingos, de la que es fan. Sobre una mesa hay tres velas: una roja, una negra y una blanca, colores vinculados a la mitología escandinava. También, una botella de vino consagrado para “el uso mágico, el uso ritual”.

Jimena estudió un tiempo en la Facultad de Psicología pero dejó porque encontró que no había espacio para lo espiritual, después se formó en Psicología Social y trabajó en una ONG en el Pereira Rossell. Igual que Gabriela y Víctor, ella empezó con lo esotérico desde chica y cuenta que su madre, una peluquera, era “muy bruja” y decía tener ciertos poderes adivinatorios.

Trabaja a tiempo completo desde 2015, cuando empezó a dar clases. Hoy se hizo un nombre en el mercado y su tarifa no es barata: 3000 pesos la media hora de consulta, 3500 una hora, 4000 dos horas y 5000 por un combo que incluye estudio de la carta natal más “los tránsitos planetarios” más la revolución solar más sesión de tarot.

A varios de sus clientes les gusta el tarot terapéutico, pero otros quieren la predicción lisa y llana:

—Algunos te dicen “terapia no por favor, yo ya voy al psicólogo, acá vengo para saber si me meten los cuernos o no” —relata y larga una de sus risotadas—. Otros quieren saber mucho del presente: “¿Qué onda con mi jefa? ¿Es una falluta?”. Y otros al revés: “No me metas ideas en la cabeza que quedo paranoica; predictivo no por favor”.

—¿Dirías que hay un renacimiento de lo místico?

—Hace 20 años yo tenía cuidado si decía a qué me dedicaba. Ahora todo se popularizó con lo bueno y lo malo porque a la vez se banalizó. Hay como una onda new age de que “todos somos brujos o brujas”. Yo estoy en desacuerdo.

Tarotista Jimena Carnales
Tarotista Jimena Carnales.
Foto: Leonardo Mainé.

Pone sobre la mesa las cartas del tarot marsellés y también le pido que me tire. Aparece la carta “del colgado”, una persona atada cabeza hacia abajo:

—Estás esperando por cosas que tienen que resolver otros. No es una situación cómoda. Pero podés aprovechar para madurar. Es una carta que habla de escucha interior. ¿Ves la orejita?

—No sabemos en qué plano.

—No sabemos pero vos, que sabés de tu vida, podés ir linkeando si te suena a algo. Yo no te conozco.

Segunda carta. Aparece un animal, es la carta de la fuerza:

—Es un nuevo comienzo, un empoderamiento. Tenés que domar a la fiera interna, ¿te das cuenta? Pero que no te gane el orgullo, la soberbia.

La tercera carta, la templanza:

—Vas a tener el temple adecuado para sobrellevar la situación... En esto que te estoy hablando, ¿te suena a algo de tu vida?

Hago un silencio, pienso un poco y luego le doy algunos datos que ella enseguida toma.

—¡Es eso! Ya está. Clarísimo —dice y se ríe, satisfecha—. Viste que fácil ahora que colaboraste.

CARTELES

El misterio atrás de la "señora Sofía"

Ha llegado la Sra. Sofía que le dará de saber si su amor no es correspondido, si sufres de algún mal desconocido, ¡le encontramos todas las soluciones a sus problemas! Se hacen amarres y desamarres de unión de pareja, ¡no dudes en llamar! Trabajo 100% garantizado”. Este mensaje, seguido por un número de teléfono, aparece en decenas y decenas de carteles pegados en diferentes partes de Montevideo. El misterio es que nadie responde si uno llama o manda mensajes de WhatsApp, tal como comprobó El País en el último mes. La cuenta de WhatsApp fue creada en noviembre. Un tarotista que trabaja en un local establecido dice que atrás hay un grupo de mexicanos y no una persona concreta. Y relata: “Cada dos o tres meses cambian el nombre... Sofía, Valeria, Israel, Verónica. Dicen que tienen que cobrarte 20.000 pesos para sacarte la brujería que te hicieron, algunos caen. Luego desaparecen”.

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