El de anoche en el Prado es de esos partidos que un hincha del fútbol ama ganar: de atrás y con 10, pero con sufrimiento, como lo hizo Peñarol ante un Wanderers que lo dio todo, pero que se quedó con las manos vacías en el Parque Viera y perdió 2-1.
Ymás allá de un grueso error defensivo del mirasol que le permitió al Bohemio abrir el marcador a los 18’ con un tanto de Bruno Veglio, el aurinegro fue superior y pudo construir una victoria basada en lo que más le gusta al hincha: el empuje, las ganas y el carácter. Así lo reconoció Diego Aguirre tras el 2-1: “La gente se va contenta porque ve lo que quiere ver de Peñarol. Después podremos jugar mejor o no, pero hay que entregarse, hay que vibrar, hay que sentirlo. Y el equipo luchó contra esa adversidad y la gente se va contenta”.
Pero además de ese empuje del que la propia hinchada fue protagonista con el ensordecedor aliento con cánticos como “vamo’ el Manya vamo’, ponga’ huevo, que ganamo’”, el triunfo mirasol dejó cosas positivas y negativas.
Entre las negativas hay que mencionar las fallas en la defensa, la lesión muscular de Juan Rodríguez —se esperan estudios para saber la entidad— y una nueva expulsión de Jaime Báez.
Pero entre las positivas hay varias a destacar. Por un lado, Maxi Silvera, quien volvió a jugar después de estar ausente ante Miramar Misiones, anotó luego de 69 días. Su último grito había sido en el clásico de la segunda fecha del Torneo Apertura. Suma tres en la temporada.
Por otro lado, Leonardo Fernández volvió a dejar en claro que su nivel continúa creciendo. Ayer, el 10 se puso el equipo al hombro, tal como lo hizo en 2024 y fue clave: gestó el empate con un soberbio pase a Leandro Umpiérrez, quien luego asistió a Maxi Silvera a los 30’, e hilvanó una estupenda acción ofensiva a los 84’ para dejar de cara al gol a Tito Villalba, el argentino que suma un grito cada 82’ en cancha.
Pero a todo esto hay que sumarle que desde formativas llegó una solución que tiene nombre y apellido: Leandro Umpiérrez. El pibe de 21 años nacido en San José no paró de correr, hizo un enorme desgaste —sobre todo tras la expulsión de Báez a los 50’— y además, puso una asistencia.
Lo del maragato fue incansable y es una de las grandes revelaciones de un plantel que necesita de futbolistas de este estilo: tiene talento, frescura, ganas y explosión. Y sobre todo, un elemento clave: se entiende muy bien con Leo.
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