Del escritorio a la cancha: el "proceso" de Nacional para ser campeón

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En un país donde se enaltece tanto “el proceso”, pero pocas veces se lo respeta, el domingo volvió a ganar.

Con apenas un Metro con Cordón (2002) en su mochila, Álvaro Ponce llegó a Nacional y luego de tres años salió campeón de todo lo que jugó, al frente de un equipo que reflejó la idea que el joven entrenador les inculcó.

Es cierto que se mantuvo en el cargo amparado en sus resultados —porque fue finalista y después semifinalista aunque la lotería de las lesiones no lo favoreció—, pero también respaldado por una cúpula que creyó en su trabajo como el vehículo más adecuado hacia su horizonte: darle a esta generación una alegría que no tuvieron las dos o tres anteriores, 88 años después.

Cuando en la vereda de enfrente, Peñarol tuvo cuatro técnicos y medio —consagrados— en dos temporadas y todavía no encuentra el camino. Pasaron Pablo López, Marcelo Signorelli, Leonardo Zylbersztein y Guillermo Narvarte con Leandro García Morales.

Nacional fue campeón porque en la cancha el plantel se comprometió con la idea de su entrenador, y desde los escritorios también: porque le trajeron a Maozinha (con pasado en la NBA y olímpico en París 2024 con Brasil) cuando se lesionó el chileno Manny Suárez (MVP de la Liga Sudamericana), a Ernesto Oglivie cuando Nestor Colmenares no llenaba el ojo y a Mike Smith en plenas finales cuando se desgarró James Feldeine, su principal figura. Nada fue casualidad.

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