La decisión del gobierno de dar marcha atrás con la autorización definitiva a las universidades privadas es tan absurda como peligrosa. Estas entidades educativas ya llevan décadas funcionando, y son un complemento fundamental para generar masa crítica intelectual en el país. El único que las rechaza es el nicho de ultraizquierda que vegeta en algunos rincones de la Udelar, porque estas dejan en evidencia sus carencias. ¿El gobierno cree que hoy se podrían eliminar?