Una de las caras complejas del flamante gobierno es el impacto de una nueva generación que llega a la política cargada con una petulancia inversamente proporcional a su comprensión del país. Lo vimos en la Biblioteca Nacional, con una directora que frívolamente cerró un servicio con 209 años de historia. Ahora hay una directora de cambio climático que habla de política y moral, como si tuviera algún logro que la habilitara. El tiempo suele poner las cosas en su sitio.