¿Una derecha para Uruguay?

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Hace unas semanas un evento llamado “¡Viva la Derecha! Fest” convocó a más de 2.000 personas en Canelones. Se reunieron referentes nacionales y regionales de lo que se está dando en llamar una nueva derecha, o una derecha libertaria, o una convergencia de patriotas frente a políticas globalistas fijadas por agendas internacionales. ¿Tiene futuro electoral este movimiento? ¿Tendrá realmente incidencia sobre los temas del país?

En primer lugar, importa darse cuenta de que el viraje hacia la derecha es algo que está completamente extendido en Occidente.

Desde la Italia de Meloni, que avanza en un camino de desarrollo y éxito político, hasta el enorme triunfo de Trump en Estados Unidos el año pasado y sus intensas reformas de política doméstica, pasando por las recientes elecciones en Ecuador, siguiendo por el lugar partidario prioritario para la figura de Le Pen en Francia, el primer lugar de votación entre los más jóvenes para el partido AfD en Alemania, el enorme apoyo de opinión pública que se mantiene en Argentina al presidente Milei, o las augustas perspectivas presidenciales de este año para la derecha en Chile, el horizonte es auspicioso para ese signo político a nivel internacional.

En segundo lugar, el peso preponderante de Argentina está marcando la agenda sudamericana. En efecto, así como en los años del kirchnerismo en el poder la izquierda continental se vio fomentada y extendida por doquier, hoy son los movimientos de signos políticos similares a los que llevaron a Milei a la presidencia los que ganan protagonismo. En Chile, por ejemplo, el ascenso de la candidatura presidencial de Kaiser es un ejemplo de ello. Y en el evento canario de hace unas semanas, la presencia de figuras de la nueva derecha argentina marcó claramente esa influencia de allende el Plata.

Se destaca en este sentido el protagonismo de Agustín Laje. Cualquiera que haya leído dos de sus últimos extensos libros, “la batalla cultural” (2022) y “globalismo” (2024), sabe bien que estamos ante un joven intelectual que maneja mucho y muy bien la principal bibliografía en ciencia política, sociología y filosofía concernientes a sus temas de estudios, y que presenta una argumentación sólida y un proyecto cultural y político claro y decidido para el futuro de Argentina y de la derecha en la región.

Amigo de larga data del presidente Milei, principal figura de la ascendente Fundación Faro en Buenos Aires, tiene la voluntad y los medios para ampliar los campos de batalla contra el globalismo internacional y la agenda multiculturalista de la izquierda. Relativizar su peso especí-fico intelectual o la convicción con la que Laje y los suyos libran sus combates políticos sería un enorme error, tanto del campo de sus adversarios como del de sus posibles aliados.

El asunto es si esta movida puede tener éxito electoral en nuestra penillanura suavemente ondulada. A diferencia del resto de los países sudamericanos, contamos aquí con partidos longevos y poderosos, que en general logran captar los fenómenos sociales nuevos y traducirlos en expresiones propias.

Cuando eso no ocurre, el difícil juego democrático se ocupa de encauzar movimientos críticos y de hacer que todas las voces realmente representativas se manifiesten en igualdad de condiciones en el Parlamento.

Es que una cosa es ganar influencia entre las nuevas generaciones, promover movidas culturales críticas y llamar la atención sobre temas, agendas y posiciones acerca del país actual y de lo que debiéramos llevar adelante para alcanzar la prosperidad colectiva. Y otra muy distinta es que todo eso tenga efectivamente una traducción electoral concreta y exitosa, con todo un andamiaje partidario y con una seducción proselitista que siempre son muy difíciles de lograr en un marco como el nuestro, hecho de una sociedad cara a cara y de partidos con enorme inserción social y geográfica nacional.

Es difícil adivinar qué ocurrirá con esta nueva derecha. Ciertamente, existe un enorme y discreto potencial, nunca menor al 15% del electorado, que se identifica con valores y agenda de ese signo político en Uruguay: es decir, hablamos de la nada desdeñable cantidad potencial de cinco senadores y quince diputados que refieren a esa constelación política, más allá de tal o cual pertenencia partidista concreta actual. ¿Quedará en una fuerte influencia de opinión pública que incida en la agenda de temas del país? ¿Se insertará en alguno de los partidos actuales? ¿Promoverá una coalición republicana más amplia?

El tiempo dirá.

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