Un tiempo para revisarse

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Pasaron las elecciones departamentales y va quedando atrás todo lo que removió la muerte y las exequias del expresidente José Mujica. El país ahora se enfrenta a su rutinaria realidad, la de todos los días, la que afecta a la vida cotidiana de la gente.

Con las elecciones departamentales se cierra la larga etapa iniciada con las internas del año pasado. Si bien fue un año cargado por la seguidilla de votaciones, a diferencia de otros países ahora hay que encarar las tareas para las que cada uno fue elegido y disponer de un también largo período sin convocatorias a las urnas. Esto obliga a encarar situaciones que ya estaban insinuadas pero era todavía pronto para asimilarlas.

Este es el momento para que los partidos se reagrupen, se revisen, se discutan y se asignen el rol que les corresponde para este quinquenio.

A su vez, como lo han dicho muchos analistas, con la muerte de Mujica se hace visible el cierre del ciclo político que empezó en 1985 (o quizás un par de años antes) con la salida de la dictadura y la consolidación democrática y que empezó a llegar a su fin en 2019, con la elección de Luis Lacalle Pou a la presidencia, dando lugar a una nueva generación. La asunción de Yamandú Orsi a la presidencia confirmó ese cambio de era.

No siempre la llegada de nuevos protagonistas hace evidente el pasaje de época, sino la partida de quienes estuvieron en la que se va. Por eso la muerte de Mujica tuvo tanto impacto, más allá de lo que significó su persona. Hace unos días este diario publicó un informe buscando pistas sobre quienes podrían ser las figuras emergentes en el Frente Amplio.

El surgimiento de Lacalle Pou en filas blancas fue un paso, pero su partido necesita afirmar liderazgos en los niveles intermedios.

En el Partido Colorado el expresidente Julio Sanguinetti está alejado de la actividad central de la política, pero sigue siendo un referente. La candidatura de Andrés Ojeda y el aporte de Pedro Bordaberry le dieron un empuje al partido. Sin embargo aún no se visualiza cómo ambas figuras (y sus sectores) se relacionarán. Se trata de dos personas con perfiles que claramente deberían complementarse y no oponerse.

El cambio de era no implica descuidar la formidable continuidad democrática de 40 años. La obligación de la nueva generación es fortalecer esa democracia, más en un mundo que va en la dirección contraria con el crecimiento de los populismos autoritarios.

La muerte de Mujica, antecedida por la de Danilo Astori y antes aún con la de Tabaré Vázquez, cerró ese período en que el Frente Amplio giró en torno a un triunvirato de figuras dominantes.

Se dice que sobre el final de su vida Mujica ungió a Alejandro Sánchez como el próximo candidato a presidente. Junto al presidente Yamandú Orsi, Sánchez es una figura relevante del Frente y, comparado con muchos de sus pares, se destaca. Pero hay ejemplos en la historia en que el señalamiento explícito de un heredero es más dañino que beneficioso. Como sea, esta nueva etapa abre interrogantes.

El Partido Nacional, a diferencia de los otros partidos, tiene un tema casi resuelto (en política nunca hay resoluciones definitivas) que es el del liderazgo. La irrupción de Luis Lacalle Pou, que empezó a abrirse camino en 2014 y se consolidó en 2019, fue un hecho crucial para su partido. Hay algunos dirigentes de buen nivel en la segunda línea pero después su realidad no es muy distinta a la de otros partidos.

Los blancos son el segundo partido más importante del país y el socio más fuerte de la Coalición Republicana. Esto exige obligaciones y responsabilidades. Su típica forma de actuar algo anárquica, suele ser explicada con un simple “los blancos siempre fueron así” a lo que se añade aquella imagen de “ir a las cuchillas”. Es sin duda parte de su historia y su identidad, pero estamos en el siglo XXI con un Uruguay que fue conformando otras formas de hacer política. Lo de ser pintoresco, puede gustarle a los militantes pero no es lo que reclama el votante en este coyuntura. Lo que ahora se espera es responsabilidad, coherencia y conciencia del rol que juega en el escenario nacional.

Este largo ciclo de elecciones (marcado además por lo que significó la muerte de Mujica) llega a su fin y empieza un período aún más largo que es el de gobernar, hacer que el país funcione y que la democracia siga consolidándose. Es también un tiempo para que cada partido y cada protagonista se revise y asuma el rol que le corresponde con solvencia y sentido del deber.

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