La discusión sobre el salvataje de la caja de profesionales ha evidenciado algunos de los peores vicios de la política y la forma en que se “hacen políticas” de este país.
No por megaconocida deja de indignar la hipocresía y la irresponsabilidad política del Frente Amplio. Durante cinco años, y hasta hace 90 días, el Frente Amplio enfrentó en el Parlamento y en la calle cualquier intento de racionalizar y dar sostenibilidad al sistema jubilatorio. Votó en contra de la reforma general y, en particular, bloqueó la reforma de la caja de profesionales propuesta por el pasado gobierno. Hoy, a horas de que esta caja se quede sin plata, propone una alternativa similar pero aún más dura con profesionales activos y jubilados.
Esto sin mencionar el vergonzoso rol de los directores nombrados por el ejecutivo entre 2005 y 2020. Estas personas nombradas por el Frente Amplio permitieron y apoyaron todo este descalabro que hoy hay que pagar. ¿Ningún diputado frenteamplista ve la culpa que tienen en haber llegado hasta acá? La lógica del populismo parece prevalecer una vez más, prefirieron huir hacia adelante porque su forma de oposición fue la de solo destruir. Hoy piden desesperadamente que los ayuden a arreglar lo que ellos rompieron y evitaron que se arregle en el gobierno pasado.
Pero cuidado, la actitud de muchos parlamentarios de la oposición también viene siendo bastante penosa. Reprochar la miseria que tuvieron sus adversarios parece de orden, hacer lo mismo que ellos no. Ayer escuchaba a legisladores diciendo que no aceptarán ningún aumento de impuestos a los jubilados ni de aporte a los activos. Es decir, no aceptarán lo que su propia coalición propuso hace tan solo dos años, ¿no les da un poquito de pudor? Después muchos se preguntan por qué la gente no cree en los políticos. Esta semana vemos en vivo y en directo cómo los que decían A ahora dicen B, y los que decían B ahora dicen A; solo por haber cambiado de lado en el gobierno.
Distinto es el caso de los jubilados profesionales, quienes están legítimamente haciendo su juego. Recorren los despachos del Parlamento pidiendo que nada de este descalabro tenga que ser pagado con sus jubilaciones por las que trabajaron toda la vida. Lo que ellos no dicen, y no es su responsabilidad decir, son dos cosas.
Primero, mucho menos que por los profesionales activos y pasivos, los problemas deben ser pagos por el bolsillo de otros que nada tienen que ver con los problemas financieros de esta caja. Los profesionales eligen a la mayoría de las autoridades que trajeron a la caja hasta acá, cualquier injusticia que representa tocar sus ingresos es menor a la injusticia que implica cargar al resto de la sociedad con este problema.
Segundo, cualquier profesional que sabe matemática básica se dará cuenta que las jubilaciones que recibe el profesional promedio están muy por encima de lo que aportó a la caja. En un sistema que ya solo reparte lo que cobra esto implica que hay otro que está pagando: sea un profesio-nal más joven (esto era posible con una relación ac- tivos pasivos que ya no existe) o el resto de la sociedad a través de timbres o impuestos.
Que los representantes de los profesionales no vean esto es lógico. Lo que resulta inisible es que políticos copien y peguen las propuestas de corporaciones que defienden sus intereses. Cuando un diputado nos dice que no itirá nada que toque las jubilaciones o los aportes de los profesionales, lo que nos está diciendo es que quiere que el resto de la sociedad pague el descalabro de la caja de profesionales. En otras palabras, que la empleada doméstica y el albañil paguen con más “timbres profesionales” o más impuestos las jubilaciones de los contadores y los médicos. Una vergüenza.
Pero cuidado, no se tomen personal esto los jubilados profesionales. Ellos simplemente están defendiendo sus beneficios en este gran reparto de subsidios encubiertos que es la economía uruguaya. De transferencias oscuras, prebendas, prohibiciones a la importación, regulaciones que inhiben la competencia, etc. Todas normas en las que, como con los “timbres profesionales”, toda la sociedad encarece un poquitito su costo de vida para asegurarle un beneficio a una minoría bien organizada y con capacidad de lobby.
Cuando vemos a los legisladores actuar con esta miopía, priorizando a los cientos que le golpean la puerta y no a los tres millones de uruguayos, perdemos la esperanza de tener un país más barato y justo. El país de los vivos de Martín Rama vive y lucha.