Elección de jueces en México

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Miramos con demasiado poco interés lo que pasa en México. Sin embargo, la avanzada contra la democracia de estos días debería ser un gran llamado de atención para toda la región. Se trata de un país de 130 millones de personas con una capacidad de influencia sobre el resto mucho más grande que Nicaragua o Cuba. López Obrador y Sheinbaum están dañando en pocos años un sistema democrático que se construyó trabajosamente durante el último medio siglo.

La democracia en México fue un proceso largo y costoso. Mario Vargas Llosa llamó “la dictadura perfecta” al régimen de partido único mediante el cual el PRI fue amo y señor de todo el poder político en el país. Fue a partir de reformas a finales de los 70 y profundizadas en los 80 y 90 que México pudo transformarse en una democracia, en el año 2000 el tradicional adversario del PRI, el PAN ganó las elecciones con Vicente Fox a la cabeza consolidando este largo proceso democratizador.

Esta larga “dictadura perfecta” del partido hegemónico dejó numerosas marcas en la política mexicana. La obsesión por la no reelección y la importancia de la independencia del instituto electoral son algunas de ellas. Porque la democracia, es antes que nada un régimen de pesos y contrapesos. Un sistema de división de poderes y de controles en el que nadie puede hacer lo que se le ocurra, ni siquiera las circunstanciales mayorías.

La idea de que en democracia las mayorías pueden hacer lo que quieran es tan extendida como tonta. En realidad eso es una idea bastante fascista, en democracia las minorías siguen teniendo derechos y hay reglas que todos deben cumplir más allá de cuántos votos tuvo cada uno. Y claro, es la división de poderes, y en particular la existencia de un poder no político: el Poder Judicial independiente, lo que nos pone a salvo de los proyectos de dictadorzuelos de turno. Miren la importancia de la justicia para frenar a los populistas en EEUU, Argentina, Brasil y, hasta hace poco, México.

Las recientes elecciones de jueces en México son un tiro directo en la línea de flotación del sistema democrático. El expresidente Andrés Manuel López Obrador, cansado de algunos choques y límites que la justicia le había impuesto, en particular la Suprema Corte de Justicia, inició una gran retórica en pro de democratizar a la justicia incluyendo en ella la voz del “sabio y bueno” pueblo mexicano.

Casi el 90% de las personas no participó del proceso electoral, y dentro de los que lo hicieron fueron muchísimos los votos blancos y anulados. El aparato partidario de acarreo de Morena (partido de López Obrador y la actual presidenta Sheinbaum), fue el único gran animador de la elección con un resultado esperable: votó muy poca gente pero quienes lo hicieron son el núcleo duro de la base social del partido de izquierda populista Morena.

No hay resultados oficiales pero se ha filtrado información que comprueba lo obvio: los nueve lugares que se elegirán en la Suprema Corte de Justicia serán ocupados por jueces muy cercanos, cuando no directamente parte del actual partido oficialista.

Estamos ante un retorno a la peor hegemonía antidemocrática de un partido. El poder que el PRI se vio obligado a soltar gradualmente las últimas décadas del siglo XX, Morena vuelve a concentrarlo sin inmutarse.

En nombre de la “democratización de la justicia” México se encamina a un terrible régimen de partido único en el que ya no habrá casi contrapesos al poder del ejecutivo. Venezuela nos debería haber enseñado que la democracia no se suele perder de un día para el otro. Chávez ganó una elección democrática, para luego comenzar lenta pero inexorablemente a avanzar sobre todos los otros poderes del Estado.

Cuando Chávez empezó a cerrar medios y a controlar la justicia, muchos de sus amigos uruguayos fingían demencia o lo defendían diciendo que ganaba elecciones así que no había nada para hablar. Hoy la mayoría de esos mismos ponen cara de compungidos y dicen que lo que pasa en Venezuela es terrible (aunque no quieren hacer nada al respecto).

¿Nos pasará lo mismo esta vez con México? Los políticos uruguayos de izquierda, esos que alegremente van al “Grupo de Puebla” a sacarse fotos con López Obrador y Sheinbaum, ¿van a fingir demencia ante este evidente avasallamiento de la democracia? ¿O directamente van a defenderlos?

Si cae la democracia mexicana sería un golpe durísimo para toda la región por su capacidad de influencia. No vale hacerse los distraídos después, cuando ya sea tarde.

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