Esteban Szábados | San Pablo
@|“Somos una sociedad con comunicación, pero sin comunidad”, sentenció hace unos años el filósofo surcoreano Byung-Chul Han (1959, Seúl). Estamos eficientemente comunicados, pero indiscutiblemente aislados en nuestros rinconcitos, lugares particulares desde donde somos y vivimos: en una burbuja.
Sin embargo, a veces puede darse lo contrario; estamos en comunidad, pero mentalmente nos recluimos en nuestro fuero interior. Buscamos una privacidad que puede señalar que estamos depresivos porque vivimos ansiosos. El miedo al o con el otro por un conflicto de ideas o por miedo al contagio de alguna enfermedad, viene fragmentando nuestras sociedades occidentales.
Recientemente pude comprobar esta idea. Resulta que mis vecinos hicieron una fiesta de cumpleaños, como siempre hacen. Llegaron los invitados; el olor a carne asada invadió el barrio. De vez en cuando, a través del ventanal, detrás de la cortina, yo daba una vichada. Entre la gente animada, alegre y cantadora, había un grupito de tres personas que charló toda la velada. Estaban un poco separados del resto. Una de estas personas portaba unos auriculares inalámbricos. Y claro que llamó mi atención por ser insólito que hablara mientras escuchaba música o lo que sea.
En fin, esa persona estaba incomunicada dentro de su comunidad. ¡Vaya paradoja!
Por otra parte, parece ser un nuevo ambiente cultural en el que queremos que nuestra mente esté temporalmente en diferentes momentos desde el mismo cuerpo biológico y desde el mismo lugar.