En política, como en casi cualquier aspecto de la vida, ningún triunfo ni derrota es definitivo. Este aprendizaje debe ser incorporado por todos los que se dedican a dicha actividad, en especial por algunos dirigentes frenteamplistas a los que tanto les cuesta la humildad. Las elecciones del pasado domingo fueron un duro golpe para el partido gobernante.
Aún con la incertidumbre de Lavalleja, en el resto del país hay un escenario de relativa estabilidad. Estabilidad en un punto alto y favorable para el Partido Nacional que gobernará en 14 de las 18 intendencias restantes. Este resultado tiene puntos muy altos.
El triunfo en Salto es superlativo por varios motivos. Primero, porque fue arrollador, por más de 14 mil votos. Segundo, el Partido Nacional vuelve a gobernar ese departamento luego de 30 años. Un departamento que le había sido esquivo en el que incluso no tuvo diputado durante una década. Pero además, es importantísimo porque es el primer gran éxito de la herramienta lema “Coalición Republicana” a nivel departamental. Nada menos que en uno de los departamentos más poblados del país.
El resultado en Soriano también requiere comentario. Más allá del asunto de fondo del que se acusa a Besozzi que la justicia deberá laudar, es claro que la fiscalía actuó con un encono político pocas veces visto. A las medidas cautelares absurdas para un primario sin riesgo de fuga, se le agregó la amenaza directa a Guillermo Bezossi para que no ejecutara el derecho a voto. De confirmarse, estaríamos ante una grave violación de la ley electoral y de la propia Constitución. El triunfo en este caso también fue mucho mayor a lo pronosticado, mostrando así la ciudadanía su disgusto con la politización de la fiscalía.
Paysandú y Rocha fueron otro punto muy alto del Partido Nacional. Departamentos importantes que hace cinco años gobernaba el Frente Amplio y donde se hablaba de que había un escenario parejo. Lo que había eran muy buenas gestiones de Nicolás Olivera y Alejo Umpiérrez, gestiones que están cambiando sus departamentos generando oportunidades económicas. En ambos casos los intendentes electos superaron solos (sin contar a sus compañeros de partido) a todos los candidatos del Frente Amplio sumados. Cualquier comentario adicional sobra.
Finalmente debemos dedicar algunas líneas a Montevideo, bastión del Frente Amplio. La victoria de Mario Bergara debe haber sido una de las más tristes, tanto por la falta de épica partidaria como por falta de mérito propio. El resultado leído correctamente muestra un leve retroceso para el FA que bajó del 50% y la diferencia con el segundo partido fue la menor en 35 años. Martín Lema fue el candidato más votado de la elección, más de 5% por encima de Mario Bergara y la coalición pasó a tener 14 de los 31 ediles de la Junta Departamental.
Sin dudas falta muchísimo, pero queda claro que no es imposible que Montevideo tenga otra gestión que respete más a la ciudad y a sus habitantes. No hay que convencer a ningún militante del PCU, sino tan solo a 40.000 montevideanos que con resignación siguen votando al FA porque no terminan de ver una alternativa real. Este domingo se puso la primera piedra para que el cambio en la capital llegue en 2030.