¿Quién se anima?

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El próximo fin de semana estaremos votando por las nuevas autoridades departamentales. En algunos lugares habrá una dura puja entre el Partido Nacional por mantener su hegemonía y el Frente Amplio por romperla. En otros, la Coalición intentará sacar al Frente Amplio de la jefatura municipal.

Podría decirse que la elección en la capital es crucial, dado su pronunciado deterioro y la radical necesidad de un cambio de aire, pero para que esto suceda, los montevideanos deben convencerse de que el lugar donde viven está en un estado calamitoso. En un alto porcentaje, esa percepción no existe.

¿Cuán grande es ese porcentaje? Según las encuestas, lo suficiente como volver a darle el gobierno al Frente Amplio. Es verdad que la distancia se achicó gracias al descomunal esfuerzo de los candidatos coalicionistas, en especial el de Martín Lema.

Sin duda, el candidato blanco es la mejor opción para un Montevideo tan decaído. Le costó posicionarse pero poco a poco fue entendiendo la realidad departamental, ahondó en su problemas y hoy su campaña se encamina por dos senderos complementarios. Por un lado, lo que no puede seguir ocurriendo (que es mucho) y por otro lo que sí hay que hacer. En ese sentido sus propuestas son sensatas, posibles de cumplir y cambiarían la faz de la ciudad.

Necesitará el apoyo de los candidatos socios de la coalición, Virginia Cáceres (Partido Colorado) y Roque García (Cabildo Abierto). El problema de la candidata colorada no son sus credenciales, que las tiene, sino que hasta que se la proclamó candidata era conocida en un reducido ámbito. Convertirla en una figura ya instalada toma tiempo y ese tiempo no alcanzó. Eso demuestra una vez más que los partidos coalicionistas dejan la elección departamental para el final. Desde 1989 no han diseñado una genuina estrategia para ganar Montevideo. El candidato siempre aparece sobre la hora. En 2020 quedó la sensación que tras la fuerte campaña de Laura Raffo, ella dedicaría los siguientes cinco años a prepararse para ganar en 2025. Optó por ser candidata a presidenta y no le fue bien.

Lema venía anunciando desde hace tiempo su deseo de ser candidato y su experiencia en el Mides, si bien distinta, le dio una buena base. Aun así, al principio necesitó ajustarse a lo que esta campaña requería.

Ninguno de los candidatos oficialistas genera mística ni hace falta que la generen. Van en ancas de una población mayoritariamente frentista, que aprendió a vivir en una ciudad sin mirarla ni apreciarla. El que entre ellos gane, se acomoda a un aparato municipal ya montado. Anquilosado, sí, pero que está ahí, acostumbrado a hacer las mismas cosas desde hace tres décadas.

Un candidato que genera algo de interés es Salvador Schelotto, paradójicamente el que corre último: un arquitecto reconocido, inteligente, con trayectoria académica y cuya mirada sobre Montevideo es distinta a lo que rutinariamente dicen sus competidores internos.

Eso sí, su imagen recuerda a quien fue intendente con similares antecedentes: Mariano Arana. Con ese perfil Arana generó expectativas pero no estuvo a la altura de lo prometido y en su tramo final metió a Montevideo en una profunda crisis de la que todavía no salió.

La otra candidata frentista, Verónica Piñeiro, dice generalidades políticamente correctas que nada tienen que ver con mejorar Montevideo. Insiste en marcar un perfil que no sirve: el de ser “militante” y no política. Lo que este degradado Montevideo necesita es un político en todo el sentido de la palabra. No un militante.

Mario Bergara sí tiene trayectoria de gobierno. Carisma cero, es verdad, pero es conocido, con experiencia y en un departamento tan frentista, no necesita tener carisma.

Tras la gestión de Carolina Cosse, que con la de Ricardo Ehrlich fueron las más olvidables, surge la ineludible pregunta: ¿por qué, habiendo aspirado a la presidencia, Bergara quiere ser intendente? A Cosse la tarea no parecía interesarle y así se vio en su anodina gestión.

Montevideo es un lugar hostil, oscuro, sucio, maloliente y mal servido y para colmo feo, realmente feo. Basta entrar dos cuadras adentro de la rambla para corroborarlo.

Hay pura retórica cuando un candidato dice que resolverá el tema de la basura. Hace 30 años que se promete lo mismo y la situación solo empeora. A la mugre de los basurales se suman las paredes pintarrajeadas. Los permanentes cambios en normas de alturas y retiros convierten a la ciudad en un mamarracho. Es lícito preguntarse dónde estudiaron los arquitectos que construyen edificios y los que desde la Intendencia los autorizan.

El drama es que para gobernar bien Montevideo hay que ir contra los que la arruinan. Y no solo los arquitectos, también los que la pintarrajean, los que hurgan en los contenedores y dejan la mugre desparramada, los vecinos que tiran sus bolsas afuera del contenedor, los jerarcas y funcionarios que por la razón que sea, no la recogen. Y la lista podría seguir.

Es ir contra mucha gente. ¿Quién se anima a hacerlo?

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