Poco ilustrados

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El 26 de mayo de 1816, tuvieron lugar en Montevideo las Fiestas Mayas, en homenaje a la jornada del 25 de Mayo en Buenos Aires. La Banda Oriental había atravesado casi una década de guerras, sus fronteras estaban mal definidas y el ancestral enemigo portugués acechaba. A pesar de tantas dificultades y peligros, una de las primeras iniciativas del Gobierno oriental fue la inauguración de la Biblioteca Pública de Montevideo.

El padre Dámaso Antonio Larrañaga pronunció en esa oportunidad una Oración Inaugural donde la definió como “un domicilio o ilustre asamblea en que reúnen, como de asiento, todos los más sublimes ingenios del orbe literario, o por mejor decir, el foco en que se reconcentran todas las luces más brillantes, que se han esparcido por los sabios de todos los países y de todos los tiempos”.

Sería una institución abierta a todos. Larrañaga afirmó: “Toda clase de personas tiene un derecho y tiene una libertad de poseer todas las ciencias por nobles que sean. Todos podrán tener a este depósito augusto de ellas. Venid todos…” (y ahora hablan de la “democratización” de la cultura como si fuese la gran novedad).

Artigas apoyó el proyecto desde el principio. Larrañaga destacó que “El Gefe que tan dignamente nos dirige”, “lejos de temer las luces” del conocimiento disponible en la nueva biblioteca, las ponía de manifiesto y deseaba su publicidad. El santo y seña de los centinelas del ejército en Purificación para el día 30 de mayo, fue: “Sean los orientales tan ilustrados como valientes”.

A partir de 1940 se celebra cada 26 de mayo el Día Nacional del Libro en conmemoración de la inauguración de la Biblioteca Pública.

El gobierno eligió ese momento para anunciar, sin mucha discusión previa, su cierre por tiempo indefinido.

Los argumentos divulgados para justificar la decisión no son demasiado originales. Por décadas, sucesivos directores de la Biblioteca enfrentaron desafíos similares, cuando no más acuciantes, corrigieron lo que pudieron y siguieron adelante.

En 2007, El País comprobó que la Biblioteca esperaba por “distintas refacciones”. El director de entonces, el escritor Tomás de Mattos, afirmó “Tenemos problemas serios”. “La enorme sala de lectura de la Biblioteca Nacional - informó la nota - se inundó y está clausurada desde hace más de tres semanas. El salón de Actos tampoco funciona, allí falta la instalación eléctrica”.

En el 2015, la sección Que Pasa informó que la Biblioteca enfrentaba “problemas de presupuesto”, “graves carencias en materia de personal”, y un “edificio desgastado”. A pesar de todos los problemas, la directora, la bibliotecóloga Esther Pailós, declaró: “Queremos mostrar que la Biblioteca está abierta, que la gente entre y que vea que, si bien hay cosas de la fachada que están feas y que queremos cambiar, adentro hay mucho para ofrecer”.

Hace unos días, el anterior director, el escritor Valentín Trujillo, explicó que al asumir encontró “enormes problemas locativos y de limpieza, de seguridad, de gestión humana y de presupuesto”, pero, agregó, “en ningún momento se nos pasó por la mente que la solución fuera cerrar la institución. Tampoco lo sugirieron quienes en ese momento estaban en la oposición, porque hubiera sido un auténtico desatino”.

No somos tan ilustrados.

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