Hacia una economía azul

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El próximo lunes comienza en la ciudad de Niza la 3a Conferencia de Naciones Unidas sobre los Océanos (UNOC 3), organizada por los gobiernos de Costa Rica y Francia.

Se trata de una cumbre de enorme importancia para deliberar y tratar de dirimir, de una vez por todas, la importancia superlativa que tiene garantizar la salud de los océanos para el futuro inmediato de la humanidad. Quizás porque pertenecemos a una especie terrestre, lo relativo a lo acuático siempre lo hemos considerado en un rango inferior, ignorando bastante la directa incidencia que tiene en la homeostasis de la biosfera, o sea en la salud ambiental de los ecosistemas que habitamos.

Desde hace décadas la ciencia y el conocimiento más avanzado nos alertan de los peligros provocados por nuestras conductas y acciones irresponsables. Una vez más debemos detenernos en algunos conceptos que pueden arrojar una luz más clara a nuestros razonamientos. Recurrimos a la Teoría Gaia de Lovelock y Margulis. Expresa que nuestro planeta se comporta como si fuera un ser vivo. La superficie de la Tierra y todos los seres vivos interaccionan activamente, procurando regular las condiciones, haciéndolas lo más favorables posibles para el desarrollo de la vida. Por lo tanto, todo importa.

Si proyectamos este concepto al de una persona, diríamos que, aunque su cerebro asume toda la conciencia de su esencialidad, lo que ocurre en los huesos, pulmones, intestinos e, incluso, en las “lejanas” extremidades, tiene gran importancia e impacta en el bienestar y salud del individuo. No puede descuidar algunas partes del todo porque existe una conexión y una interacción evidente que compromete de diferentes formas a ese ser vivo.

Lo mismo sucede con el concepto Gaia de nuestro planeta. El que vivamos más despreocupados de la situación de los mares es, sin duda, un error que se va a pagar muy caro en el mediano y largo plazo.

Se espera que más de 190 delegaciones internacionales y miles de representantes de la sociedad civil se den cita en Niza, con la expectativa de lograr la adopción de medidas urgentes y de mayor alcance para conservar, y utilizar de manera sostenible los océanos y los recursos marinos, concentrados en favorecer el desarrollo de los pueblos.

Se conoce bien el daño ya hecho. Por lo tanto, uno de los objetivos a alcanzar es acordar una restauración masiva de los ecosistemas dañados. Sabemos que si eliminamos los factores dañinos y le damos tiempo, “Gaia” encuentra el camino de la restauración. Estas decisiones voluntarias deben asumirse desde la honestidad y el compromiso real -no meramente declarativo. Una vez más el campo de batalla es el económico. Allí se libra la gran contienda porque son enormes los intereses nacionales y particulares en el manejo de los océanos, y hasta ahora siempre han tenido “la última palabra”. Se necesita mucho dinero y amplias financiaciones para conservar, proteger, compartir el conocimiento actual más útil y, al mismo tiempo, promover el desarrollo para que este sea sostenible.

¿Cuál es la expectativa más optimista de la UNOC 3? Es sentar las bases más sólidas posibles para desarrollar una economía azul sostenible global.

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