El debate por los tambos

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El presidente profesor Yamandú Orsi enfrentó las críticas al Instituto Nacional de Colonización por invertir 33 millones de dólares en comprar la estancia María Dolores. Dijo que surgen de una discusión “ideológica” que viene de lejos. Consideró “legítimos” los intereses en juego y subrayó que “acá no hay amigos ni enemigos, hay formas de entender la realidad distintas”.

Afirmó: “quienes siempre estuvieron en contra de Colonización van a buscar toda la vuelta para que esto caiga. Esta discusión es larguísima”. “Está instalada como hace 75 años, en la defensa y el combate a Colonización”.

Y aludiendo al propósito de distribuir 25.000 hectáreas entre productores, definió “Yo cada vez tengo más claro que esta es la línea que tenemos que seguir, lo dije en la campaña electoral”. Queda claro: siga o no el actual presidente/colono en el INC, la compra tiene el respaldo del primer mandatario. Es valioso que lo haya fundado en convicciones que profirió antes y ahora aplica: es apoyo político con cuño de conciencia, no de circunstancias.

Profesor de historia, Orsi no incurre en anacronismo cuando ubica 75 años atrás el debate sobre Colonización. Inspirada en los sueños de Baltasar Brum y el ideario de Tomás Berreta, la ley de creación, 11.029, la promulgó Luis Batlle Berres el 12 de enero de 1948, con la firma de los ministros Enrique Claveaux, Alberto Zubiría, Luis Alberto Brause, Ledo Arroyo Torres, Oscar Secco Ellauri y Manuel Rodríguez Correa.

Eso sí: no es bueno conformarse con la antigüedad del debate y dar por congelados los bandos. No basta reconocer la legitimidad de los intereses y afirmar la noble verdad de que no hay enemigos sino “formas de entender la realidad”. No basta, porque las artes, las ciencias y los pueblos no progresan por congelación de oposiciones sino por síntesis creadoras que apuesten al futuro. Así lo hizo el Uruguay en sus momentos estelares y así deberemos hacerlo para salir de los marasmos en que chapoteamos. Para eso, hace falta que todos leamos la Constitución como programa de bien común, que ordena la convivencia de la iniciativa privada con un Estado empresario y regulador. Y hace falta que todos reconozcamos que ni el Frente Amplio abolió el capitalismo ni la coalición abolió las empresas estatales. Por lo cual, en vez de mantener “instaladas” las mismas rigideces, hace falta perfeccionar lo privado -aboliendo el bochorno de las estafas- y lo público -acabando con el clientelismo y otros miasmas.

Por lo demás, esta es época para analizar el bien o el mal de cada decisión concreta -en el caso, si el plan tambero es consistente- y no es época para aceptar que la acción o inacción del Estado nos divida en bandos inconciliables.

Al contrario. Es tiempo para reu-nirnos en escucha mutua, ya que en el mundo -¡y en el vecindario!- se menean ideas contrarias a la acción del Estado y hasta a su existencia como empresario o como regulador económico. Cruzando el Río tenemos un insólito gobernante que vocifera que el Estado es ladrón y delira destruirlo.

No le hagamos el juego a ese extremismo que alienta al opuesto y sustituye al pensamiento por la violencia verbal. Mostremos que aprendimos de nuestra historia y de los Rodó y Vaz Ferreira que nos tallaron el alma. También para temas de leche y tambo.

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