Cuidar las palabras

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La muerte del Papa Francisco fue una noticia que repercutió en todo el mundo. Florecieron a continuación toda clase de especulaciones sobre cómo y quién sería su sucesor. El suspenso duró poco, ahora tenemos a León XIV y la atención del mundo se fue para otro lado.

Resulta que el primer discurso del nuevo Papa no fue dirigido a una congregación religiosa o a una institución eclesiástica: fue dirigido al cuerpo de periodistas que habían cubierto los detalles de la sucesión del Jefe de la Iglesia Católica.

Ese primer discurso papal resulta interesante y valioso a la vez; resulta pertinente en todos lados, pero me parece oportuno para nuestra circunstancia nacional hoy.

El Papa habló de cuidar las palabras. Su discurso está dirigido a periodistas pero la palabra, herramienta principal del periodismo, es también herramienta de la política.

Dijo el Papa a los periodistas (¿y a los políticos?): “Llamados a esforzarse por una comunicación diferente, que no busque consenso a toda costa, no utilice palabras agresivas, no siga la cultura de la competencia”.

Y más adelante: “La forma en que nos comunicamos es fundamental; debemos decir no a la guerra de palabras e imágenes, debemos rechazar el paradigma de la guerra”.

Agrega luego el Papa una observación general: “Vivimos tiempos difíciles de navegar y de relatar”. “Desarmemos la comunicación de todo prejuicio y resentimiento, fanatismo e incluso odio; liberémosla de la agresividad. No necesitamos una comunicación ruidosa y enérgica sino capaz de escuchar”, etc.

Volviendo la mirada hacia nuestro país, donde el periodismo tiene hoy un trasvasamiento notorio con y hacia la política, los conceptos papales hacen pensar. El político y el periodista se necesitan mutuamente: esto se debe reconocer pacíficamente. Pero también el político y el periodista se usan mutuamente, y esto ya es más complicado.

El periodista serio, el profesional, relata la política, comunica todo lo que en ese ámbito sucede, tanto lo que los políticos quieren que se sepa como lo que prefieren que no se sepa. Está bien. Lo que no está bien es lo que los ingleses llaman “cherry picking”: elegir aviesamente, esto lo muestro, esto lo escondo, o esto lo muestro primero y lo otro lo publico pasado mañana. Ahí es cuando el periodista traiciona su profesión, se mercantiliza, pasa a ser un operador político encubierto.

Lo que el Papa León XIV llama cuidado de las palabras (o en las palabras) vale tanto para el periodista como para el político. Ahorra mucha explicación al respecto fijarnos en el ejemplo de la Argentina de hoy; allí nadie mide sus palabras, ni el Presidente Milei, ni los dirigentes kirchneristas, ni los medios de comunicación. Todos se dicen de todo (y a los gritos). ¿Y en los Estados Unidos?

La actividad política es áspera en todas partes del mundo, pero hay límites (para la preservación el decoro y la dignidad tanto del aludido como del que alude).

La vieja recomendación “suaviter in modo, fortiter in re” sigue siendo válida aún hoy en día.

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