Uno de los placeres más grandes de la vida es eso que sentimos cuando estamos enamorados de alguien. La emoción que genera “mariposas en el estómago”, de sentirte “invencible” y “débil” a la vez, por tener la compañía de esa persona tan especial. Sí, muy romántico este comienzo, capaz que demasiado “color de rosa” para algunos, pero que a otros les hizo recordar con gusto este sentir. En tiempos donde se pide “responsabilidad afectiva” y que se deje “fluir” al mismo tiempo, que conocer personas depende del match en una aplicación de citas o responder/que te respondan una historia en Instagram, ¿cómo podemos alcanzar ese amor que tanto vemos en las películas? ¿Será que reemplazamos la “conquista” por elegir personas en un catálogo en el celular y eso lleva a que sea más difícil encontrar con quien compartir nuestra vida?
Algunos años atrás un amigo me eligió como uno de sus padrinos de boda y me pidió que hablara en la fiesta de su casamiento. En las palabras que elegí para ellos, estaban dos citas de películas. Una era de Los rompebodas, que dice que “el verdadero amor es cuando el alma reconoce su contrapunto en otra persona” y, la otra, era “no se trata de con quién querés pasar el viernes por la noche, sino todo el sábado”, de Friends with benefits. El problema de hoy es que estamos buscando con quién pasar la noche del viernes, que se vaya temprano de nuestra casa y capaz que ni hablarle por unos días.
Si pensamos en que nuestra alma encuentre a su contrapunto, ¿será que puede reconocerlo deslizando a la derecha o izquierda en ese vasto catálogo de personas que tiene la aplicación de la llamita, pero que es tan fría como el vidrio de nuestro celular? A algunos les ha funcionado, pero sabemos que es difícil.
El match da mucho digerido, hace que la interacción sea más fácil porque para ella tiene que haber interés de los dos lados, pero este no es más que el mismo detrás del “estoy viendo” que decimos en una tienda mientras dudamos si compramos o no. Es como que queremos ser comprados y seleccionamos a quien nos va a comprar y viceversa. Pero, con un catálogo tan amplio, con tanta oferta, solo accedemos a las muestras y no al producto completo.

Lo mismo que un corazoncito en una historia de Instagram, realmente no dice nada. Se puede interpretar como una demostración de interés, pero casi que se podría comparar con una mirada sostenida de lejos, aunque la reacción en redes es más difícil de contestar, ya que el cruce de miradas puede acompañarse de una sonrisa.
Esto es como cuando estamos saliendo con alguien y nuestros amigos nos piden que les mostremos una foto de esa persona. Muchas veces caemos en decir que en persona es más linda/o, que no sale bien en las fotos o que tiene “algo más”. Sobre esto, leí hace poco algo que me gustó, que decía que esa foto no representa realmente a la persona, porque no somos estáticos sino que somos “una experiencia”.
Los perfiles digitales, por más intereses o descripciones que tengan, incluso cuando estas dicen “si me defino, me limito”, una de las fantasmadas más grandes que hay porque definirse es conocerse y eso ayuda a saber qué es lo que uno quiere, logran mostrar esa “experiencia”. Ni el Chino Darín se creyó lo que dijo, ya que itió en una entrevista que fue improvisado y que le salió la respuesta para salir del paso.
Hay canciones que narran cómo se conocían dos personas y que luego encontraban el amor, por ejemplo, Entra en mi vida de Sin Bandera, 11 y 6 de Fito Páez e, incluso, el principio de Azul de Cristian Castro. También, Duki canta: “Te estoy mirando desde lejos, estás tan linda que me lleno de complejos”
“Tu perfume es el veneno, que contamina el aire que tu pelo corta, que me corta hasta el habla y el entendimiento, porque es la droga que vuelve mi cabeza loca”, dice Tu Calorro de Estopa. Ni ese perfume se logra oler con un match, ni el posteo en redes corta el aire por más que se le haga zoom al pelo.

Creo que el amor se construye, pero como todo está tan al alcance de la mano, tampoco es que pareciera merecer el esfuerzo que esta construcción requiere, sino que ante la más mínima diferencia, terminamos decidiendo cortar y buscar algo nuevo. Al final de cuentas, hicimos un “skip intro” al primer acercamiento, a esos mensajes o conversaciones tímidas para ver si podía haber un mínimo de interés en la otra persona y que luego intentaríamos incrementar para que se forme algún tipo de vínculo. Pero es como todo, lo que fácil viene, fácil se va o, al menos, poco se valora.
Si se sigue un poco más y se avanza en el vínculo, tampoco tenemos tanta idea de hacia dónde ir. Que si hay que “dejar que fluya”, si “lo sigue pensando” o si quiere una relación o “diversión a corto plazo” pero “no se cierra”.
También están esas discusiones sobre si los hombres sabemos desde un principio si le vemos potencial para algo serio o solo queremos chonguear, mientras que si es verdad que las mujeres se van decidiendo a medida que conocen a la otra persona. Todas charlas que se repiten tanto en juntadas con amigos, como en programas de streaming con comunicadores que solo se basan en sus experiencias, siendo estas tan relativas como las mías o las tuyas que surgieron el fin de semana pasado en el boliche, mientras tenías un trago en la mano y se te acercaban a tirarte un chamuyo bastante lejano de Shakespeare.
Antes se cuestionaba si conocías a alguien en un baile o bar, porque en “esos lugares” no podías encontrar a nadie que valiera la pena. Ahora, parecen ser algunos de los lugares más entendibles para hacerlo. Incluso, Tinder era muy cuestionado y es hacia dónde nos estamos volcando para ampliar nuestros círculos. ¿Qué método rechazamos hoy o nos avergüenza? Ese puede ser el que normalicemos mañana.
Entonces, para responder esta gran incógnita que nos aqueja en este tiempo, de cómo poder encontrar al verdadero amor, mi respuesta es: ni idea, “estoy viendo”.