El pasado 9 de mayo, el INE publicó la estimación de pobreza por el método del ingreso, además de los microdatos de la Encuesta Continua de Hogares correspondientes al año 2024. Con ello, quedó completo el panorama para el quinquenio 2020-2024. ¿Cómo evolucionó la pobreza en estos cinco años? ¿Qué desafíos persisten en este frente? ¿Qué cambios hubo en el Ingreso de los Hogares?
En 2024, de acuerdo con la metodología tradicional, la pobreza se ubicó en el 8,3% de la población, lo que equivale a unas 297 mil personas. Esto representa una reducción respecto al año anterior y también una caída de 0,5 puntos porcentuales en comparación con 2019. Esta disminución fue heterogénea entre semestres, especialmente notoria en la segunda mitad del año, cuando la tasa de pobreza se ubicó 1,5 puntos por debajo de su homólogo de 2019. Así, el quinquenio cierra con una baja en la pobreza, pese a haber estado marcado por el shock que implicó la pandemia.
Al igual que con la pobreza, lo que ha sido objeto de debate en el último tiempo es la evolución del ingreso medio de los hogares de la población. Con los últimos datos disponibles, es posible concluir que el ingreso real per cápita creció en todos los deciles respecto a 2019, salvo en el de ingreso más bajo. Si bien durante algunos momentos del quinquenio se observaron caídas en el ingreso de los hogares —y en una primera etapa la recuperación fue más notoria en los deciles altos—, hoy en día, con los datos de todo el quinquenio, podemos afirmar que el crecimiento es generalizado. De hecho, son los deciles más bajos los que, en términos proporcionales, presentan mayores aumentos. En otras palabras, al cierre del quinquenio, el ingreso real de los hogares creció para el 90% de la población, a pesar de los vaivenes derivados de la pandemia.
Esta combinación de menor pobreza y mayores ingresos puede explicarse en buena medida por el buen desempeño de las principales variables macroeconómicas durante 2024. A un mercado laboral particularmente dinámico —con más de 35 mil empleos creados— se sumó el crecimiento casi continuo del salario real, tras una caída importante a causa de la pandemia. Esto hizo que la masa salarial creciera por ambos componentes por segundo año consecutivo. De igual modo, no se puede dejar de considerar la reducción de la inflación que viene llevando a cabo el BCU desde el 2023, clave a la hora de preservar el poder adquisitivo de la población, en particular de aquellos que perciben menores ingresos.
Junto con la publicación del último dato de pobreza, el INE presentó un cambio metodológico en su medición. Este cambio puede sintetizarse en dos grandes ajustes: uno en los gastos y otro en los ingresos considerados.
En primer lugar, se actualizó la canasta de referencia utilizada para medir la famosa “línea de pobreza”. La canasta anterior databa de 2006 y reflejaba el patrón de consumo de ese momento. Dos décadas después, la nueva metodología recoge mejor los hábitos actuales de consumo de los hogares uruguayos.
En segundo lugar, se excluyen del ingreso dos componentes que antes se imputaban pero que no representaban dinero efectivamente recibido: el “valor locativo” y la cuota de Fonasa. El valor locativo refería a cuánto obtendría una persona propietaria de su vivienda si la alquilara. A modo de ejemplo, si una propiedad podría alquilarse por $15.000 mensuales, dicho monto se sumaba al ingreso del hogar. Obviamente, es un ingreso ficticio, dado que esta vivienda no está en alquiler ya que el propietario habita en ella. De forma similar, la metodología previa consideraba la cuota de Fonasa como un ingreso. Se consideraba como ingreso el valor que un trabajador (y su familia) debería pagar por cobertura de salud si no contara con el sistema actual. Ambos conceptos se excluyen ahora, lo cual tiene mayor incidencia en hogares propietarios y familias numerosas.
La aplicación de esta nueva metodología genera un salto en el nivel estimado de pobreza. Mientras que, con la medición antigua, en 2024 se estimaba un 8,3% de la población bajo la línea de pobreza, la nueva cifra asciende a 17,3%. En el caso de la pobreza infantil, el salto va del 19,6% al 32,2%.
¿Significa que aumentó la pobreza? No necesariamente. Simplemente hay instrumentos más precisos para medir mejor, lo cual siempre es bienvenido. Permite entender mejor la realidad y, en consecuencia, actuar con más eficacia.
Más allá de este aumento de nivel, la tendencia se mantiene igual: excluyendo volatilidades de la pandemia, tanto la pobreza como la pobreza infantil, están estancadas desde hace 10 años. Esto no es casual: coincide con un período de bajo crecimiento económico, con un promedio anual de apenas 1,1%.
Una reducción significativa de la pobreza solo puede darse en un contexto de dinámico y sostenido crecimiento económico, acompañado de políticas específicas enfocadas en esta problemática, especialmente la pobreza infantil. De hecho en la columna de setiembre 2023 en referencia a este tema escribimos: “Crecer más no es un simple capricho de economistas, es una condición necesaria, aunque no suficiente, para poder alcanzar mayores niveles de desarrollo y reducir la pobreza. A pesar de que un alto crecimiento no necesariamente garantiza una reducción de la pobreza, un crecimiento bajo nos impedirá alcanzar los estándares de calidad de vida a los que aspiramos.” Año y medio después, las conclusiones siguen vigentes.
- Los autores, Deborah Eilender e Ignacio Lopez, son asistentes de investigación del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED).