La historia de una joya arquitectónica en Ciudad Vieja: fue instituto óptico y hoy alberga más de 100.000 libros

El edificio Pablo Ferrando fue construido en 1917 para ser sede del primer Instituto Óptico del país, el más grande de Latinoamérica en su momento. Considerado Monumento Histórico Nacional, desde 2004 es la casa de la librería Más Puro Verso.

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Librería Más Puro Verso
Escaleras en mármol e hierro y vitrales en el interior del edificio.
Foto: Darwin Borelli

Caminar por Ciudad Vieja es hacer un viaje en el tiempo: las fachadas, los vitrales y los grandes salones interiores devuelven al visitante a una Montevideo de otras épocas. Entre tantos palacios y edificios de siglos pasados, hay uno que llama especialmente la atención, no solo por su arquitectura, sino por la atmósfera casi poética que se respira en su interior: alberga más de 100.000 libros.

Quien cruza por la puerta de la Ciudadela y sigue por Peatonal Sarandí, ya logra verlo. Sin embargo, para el transeúnte que sale del Teatro Solís y sube por Bacacay, la visión es completa y privilegiada. Y es que el centenario Edificio Pablo Ferrando fue construido con esta intención.

“Su ubicación en el remate visual de Bacacay le aporta una visibilidad frontal que el edificio, por sus características de rigurosa simetría, amplifica”, dice el arquitecto Alejandro Berro, uno de los responsables de la restauración de la fachada en 2006, en entrevista con Domingo. “Habitualmente no nos enfrentamos a los edificios de mitad de cuadra sino que los vemos de escorzo. En este caso el proyecto original aprovecha de manera notable esta condición”, suma.

Optica Ferrando
El Edificio Pablo Ferrando, principios del siglo XX.
Foto: gentileza Alejandro Berro

La construcción, que tiene seis niveles (de 260 metros cuadrados) y subsuelo es Monumento Histórico Nacional y por eso cuenta con el máximo grado de protección edilicia. En la planta baja está la librería Más Puro Verso y en las demás hay oficinas.

Un poco de historia

A comienzos del siglo pasado, Montevideo vivió una verdadera vorágine arquitectónica. De esa época datan edificios emblemáticos como el Palacio Taranco (1908), el Castillo Pittamiglio (1910) y el Palacio Salvo (1922). En ese mismo contexto surge el edificio Pablo Ferrando, parte de un auge de construcciones que fueron proyectos vanguardistas para su tiempo y que aún hoy impresionan por su elegancia. Fue construido en 1917 por la empresa Tosi Hermanos, a partir de un proyecto del arquitecto Leopoldo Tosi. Su estilo es ecléctico, con influencias del Art Nouveau y de corrientes vinculadas a la arquitectura sa, que por entonces marcaban tendencia.

“Se trata de un edificio de altísimas calidades arquitectónicas y urbanísticas. Fue, seguramente, uno de los primeros de Montevideo donde se usó estructura portante de hormigón armado”, analiza Berro.

En su libro Ciudad Vieja de Montevideo, Marta Canessa destaca este edificio como un ejemplo del uso del hierro con una función estructural, acompañado únicamente por el vidrio como revestimiento. Según la autora, esta característica lo emparenta con la arquitectura metálica que comenzó a expandirse en Europa hacia fines del siglo XIX, más impulsada por ingenieros que por arquitectos. Sin embargo, la autora advierte que la fachada aún conserva elementos del eclecticismo y que este contraste de estilos lo convierte en un exponente de la llamada arquitectura transicional.

Edificio Pablo Ferrando
Edificio Pablo Ferrando desde la calle Bacacay.
Foto: Darwin Borelli

El comitente del predio fue el empresario Pablo Ferrando, quien lo destinó a la instalación de un instituto técnico especializado en instrumentos de precisión, con un fuerte enfoque en el rubro óptico.

“Fue el instituto óptico más grande de Latinoamérica en su momento. Los diferentes pisos estaban separados por temática. En la parte de abajo estaba la óptica, y había instrumentos de dibujo y arquitectura en exhibición. Luego estaba la parte de fotografía, revelados, venta de cámaras y de lentes. También trabajaban con máquinas médicas como respiradores, incubadoras, termómetros, y todo lo que tiene que ver con lentes, desde telescopios a microscopios. Incluso los relojes que usaban los taxis se vendían acá”, cuenta Diego Quiles, funcionario de la librería Más Puro Verso instalada allí desde 2004.

Antiguo Instituto Óptico Pablo Ferrando
Antiguo Instituto Óptico Pablo Ferrando.
Foto: gentileza Alejandro Berro

En 1999, el edificio fue adquirido por propietarios catalanes que emprendieron diversas obras de restauración, incluida la rehabilitación de su fachada. Hoy, al llegar a la entrada, el visitante se encuentra con el nombre de la actual librería incrustado en el empedrado del piso, un detalle incorporado en 2004.

Entrada de la Librería Más Puro Verso
Entrada de la Librería Más Puro Verso.
Foto: Darwin Borelli

Al ingresar, unas imponentes escaleras de mármol conducen al segundo piso. Pero antes de subir, una frase filosófica en latín recibe al visitante: Veritas filia mendacii est (“la verdad es hija de la mentira”).

Reforma y cambios a lo largo del tiempo

El Instituto Óptico funcionó en el edificio Pablo Ferrando durante 82 años. En la década de 1970, el inmueble fue sometido a distintas reformas: se clausuraron varios niveles, se cerró el patio posterior que proporcionaba luz natural al vitral de planta baja, se demolió el templete superior y se modificó el principal. Luego de la reforma, dado que no fue posible que una sola empresa ocupara todo el edificio, el proyecto arquitectónico se rediseñó para dividirlo por niveles: la planta baja y el entrepiso se destinaron a un local comercial, mientras que los pisos superiores tendrían independiente mediante una nueva entrada lateral y un ascensor. Según cuenta Berro, se trata de uno de los primeros ascensores instalados por la empresa OTIS en el país. Y, de acuerdo con Quiles, es el segundo más antiguo de Uruguay; el primero sería el de la sede central del Correo.

Ascensor en Más Puro Verso
Es el segundo ascensor más antiguo del país. Conserva la descripción de los pisos del antiguo Instituto Óptico.
Foto: Darwin Borelli

Cuando el edificio fue vendido a propietarios extranjeros, estos decidieron restaurarlo para llevarlo a su estado original. Fue entonces cuando los arquitectos Alejandro Álvarez, Alejandro Berro y Eneida de León iniciaron el proceso de recuperación del inmueble que finalizó en 2006. El proyecto puso especial énfasis en la fachada. Se retiró un cielorraso que ocultaba los amplios ventanales del frente, permitiendo así redescubrirla por completo. Además, los ornamentos fueron limpiados para recuperar su tono original de bronce, se reconstruyeron las piezas faltantes y se fabricaron nuevas barandas. Durante los trabajos, se descubrió, cuenta Berro, que bajo el cielorraso y la marquesina, los elementos originales del de planta baja seguían en su lugar. Esto permitió reutilizarlos, devolviendo al ingreso su apariencia original.

Anécdotas de un punto turístico

“Mucha gente nos compara con el Ateneo, de Buenos Aires, pero en realidad no hay mucho en común. La estructura y el estilo son distintos: el Ateneo era un teatro, y este edificio, un comercio. Lo único parecido es que se trata de un lugar grande con libros”, dice Diego Quiles con humor.

En 2004, Más Puro Verso se mudó al edificio Ferrando como una sucursal de Puro Verso, pero en 2018 la sociedad entre sus dueños se terminó y cada librería pasó a funcionar de forma independiente. “El edificio es un punto crucial para la Ciudad Vieja y se nota en el flujo de turistas que recibimos, porque a pesar de no ser un museo, la gente viene a veces solo a verlo”, comenta Quiles, quien cuenta que hay muchas anécdotas relacionadas al local: desde espejos que en realidad son escondites o armarios, libros que se caen solos de los estantes, hasta películas que se grabaron allí (como la comedia dramática uruguaya Muerto con Gloria, de 2021), y visitantes ilustres como embajadores, diplomáticos y artistas que siempre vuelven.

Librería Más Puro Verso
La librería Más Puro Verso es casa de más de 100.000 ejemplares de libros.
Foto: Darwin Borelli

Allí también funciona un café y, además de los 100.000 libros de variadas temáticas, hay dos pianos: uno del músico Martín Münch, que eventualmente da pequeños conciertos, y otro para uso del público. El librero considera que uno de los diferenciales del local es mantener el aura de las librerías de antes, con atención personalizada.

“Tenemos la firme certeza de que la gente debe interactuar con el librero. La compra web nos parece distante y fría. Una persona no puede guiarse solo por una reseña en la contratapa. Regalar libros es difícil porque es algo personal: no te podés basar en booktubers, que reciben los libros para recomendarlos, ni en reseñas de editoriales, que obviamente quieren vender. Lo ideal es tener un librero de confianza, que ya te conoce y sabés que pega con tu gusto”, finaliza.

Diego Quiles
Diego Quiles es librero en Más Puero Verso desde 2018.
Foto: Darwin Borelli

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