Dietas para bajar de peso en una semana, jeans de tiro bajo, modelos ultra delgadas. Quizás al leer esto el lector inmediatamente piense en el principio de los años 2000 y en revistas que enseñaban recetas milagrosas de adelgazamiento, modelos como Kate Moss desfilando con sus huesos sobresalidos y una moda que tuvo en Britney Spears, Paris Hilton y Christina Aguilera a algunas de sus exponentes.
Sin embargo, si sumamos a estas consignas la palabra Ozempic(ver recuadro), por ejemplo, no hace falta pensar mucho para saber que estamos hablando de un tiempo presente donde las caras más famosas son otras, pero la exaltación de los cuerpos delgados parece ser la misma.
Y es que, en los últimos dos años, al menos, se ha visto un movimiento de regreso de lo que muchos especialistas llaman “culto a la delgadez extrema”. A tal punto, que personalidades como Chioma Nnadi, editora de la edición británica de la revista Vogue, expresó “gran preocupación” por el tema. “Estamos en un punto en el que la delgadez extrema está volviendo a ser tendencia, presentándose como una moda cuando realmente no queremos que sea así. Todos deberíamos estar preocupados por esto”, dijo en una entrevista reciente de la BBC.
Por otro lado, muchos especialistas, como la socióloga germano-argentina Paula Villa Braslavsky, creen que en realidad este culto nunca se ha ido. “Desde finales del siglo XIX, ha sido una cuestión moral. Cualquier persona con sobrepeso es considerada moralmente depravada o desinteresada”, sostiene. Pero lo que para muchos llama la atención es que esta tendencia vuelve a estar en boga tras varios años de avance en las discusiones sobre diversidad corporal.
Vivimos recientemente una época donde expresiones como body positive —movimiento que fomenta el sentirse bien con la propia apariencia— o body neutrality —acá el foco es, justamente, la neutralidad, sin demandar tiempo o energía para odiar o amar el cuerpo— se popularizaron. Además, modelos curvy o plus size han ganado espacio en las pasarelas de marcas reconocidas mundialmente, con un destaque que nunca antes habían tenido. Sin embargo, ahora, el último informe de Vogue Business confirma que en los desfiles de la temporada otoño/invierno 2024, menos del 1% de las modelos de Nueva York, Londres, Milán y París eran de tallas grandes.

Domingo habló con especialistas de diversas ramas para entender por qué, tras años de avances en la temática de la diversidad corporal, hoy se evidencia el regreso de un culto a la delgadez extrema, qué consecuencias se observan a raíz de esta tendencia y qué conductas aconsejan.
Ser la primera
Desde chica el mundo de la moda y los desfiles despertaban fascinación en Vale Bonet. Se pasaba horas mirando Fashion Tv y soñaba con ser modelo, pero en la adolescencia, cuando empezó a tener sobrepeso, no se sentía identificada en los cuerpos que veía en la tele. No fue hasta que vio Ashley Graham y Tara Lynn, dos de las primeras modelos curvy en ganar destaque internacional, que lo supo: ella también podía ocupar aquellos espacios.
“Mi cabeza voló, empecé a investigar, pero en Uruguay no había nada. Ni siquiera existía Instagram. Entonces empecé a investigar y llegué a una marca que se llama Porto Fem. Les envié fotos caseras que me había hecho, y a los dos días me respondieron que sí, que querían trabajar conmigo y durante dos años viajé a Buenos Aires para hacer las campañas de ellos”, relata. “Si sos modelo curvy tenés que autodescubrirte y autocreerte modelo hasta que la gente vea que tenés potencial. Para nosotras no existe esto del booker que te encuentra en la playa y te invita a modelar”, anota.
La primera vez que Bonet pisó una pasarela fue en 2011, en Argentina. En aquel desfile se codeó con Pampita, Nicole Neumann y otras modelos del momento. Empezaba allí la trayectoria de la primera modelo curvy de Uruguay.
“En aquella época hacíamos de modelo de ropas de señora, porque siempre se asumió, y todavía es un poco así, que las ropas de talles grandes son para mujeres mayores. No se entiende que podés tener 14 o 15 años y ni siquiera ser gorda, simplemente tener un cuerpo grande. Los talles de ropas para jóvenes y adolescentes son chicos y claramente también por eso existen tantos trastornos alimenticios a esta edad”, considera en diálogo con Domingo.
La trayectoria de la modelo y stylist, hoy de 40 años, no fue sin sufrimiento. Desde los 16 hizo decenas de dietas, probó distintos productos y hasta métodos como la hipnosis. “Las dietas te van aislando. Te dicen ‘si vas al cumple, comé antes, en casa, o no vayas’. En un momento dije ‘ya está, esto es lo que soy, es lo que hay, normalicemos’”, recuerda.

Bonet observa que muchas marcas, que otrora contrataron a modelos curvy para sus campañas, hoy ya no se encuentran tan empeñadas en mantener la diversidad en sus colecciones.
“El discurso les sirvió a muchas marcas en su momento, pero te das cuenta que muchas lo hicieron porque estaba de moda y ya lo dejaron de hacer. De hecho, me pasó en muchas producciones que me contraten y que la ropa no me entre. Como yo era chica, no decía nada, pero ahora de adulta veo lo horroroso que era”, comenta.
Un culto peligroso
Para la psicóloga Julia Alderete, hemos atravesado años de avances en el tema, pero seguimos, sobre todo las mujeres, teniendo la delgadez como una meta de vida.
“Somos una sociedad que hace culto a la delgadez, que se felicita cuando alguien adelgaza. El cuerpo flaco es más aceptado, incluido, y entonces adelgazar se vuelve una adicción. Hemos avanzado sí por una parte, pero no lo suficiente o no a fondo”, señala la profesional del Centro de Atención Integral y Lucha contra la Patología Alimentaria.
Un estudio realizado por Id Retail en 2023 reveló que, en Uruguay, el 60% de las niñas cambiaría su apariencia física si pudiera. Y este es un dato que Alderete ve reflejado en el consultorio: “Hay cada vez más consultas de parte de niñas, adolescentes y jóvenes que no se sienten bien con su cuerpo. Y muchas de las veces por detrás de esta disconformidad está un comentario de un familiar o de un compañero de estudio o trabajo”.

Se considera que el 70% de la estigmatización corporal se da en el ámbito familiar y por el personal de salud, “irónicamente en el entorno donde la persona debería sentirse contenida y escuchada”, confirma la endocrinóloga Mariana Elhordoy, vicepresidenta de la Sociedad Uruguaya para el Estudio de la Obesidad.
“La hegemonización de un único modelo estético no solo distorsiona la imagen corporal, sino que instaura un terreno fértil para el desarrollo de patologías graves como la anorexia, bulimia, alcoholemia, trastornos por atracón, dismorfia corporal, ansiedad, depresión e insomnio”, añade.
En una sociedad donde los patrones de belleza se consumen cada vez más intensamente a través de las redes sociales y donde el cuerpo ultra delgado marca tendencia, ¿qué recomiendan las especialistas?
Para la nutricionista Agustina Dreyer, especializada en trastornos alimentarios, es necesario un cambio de narrativa y una reeducación colectiva. “Lo importante no es el número en la balanza, sino sanar el vínculo con la comida desde un lugar emocional. Alimentarse es un acto que va más allá de simplemente cumplir con las comidas diarias; es un proceso social, cultural y emocional que debe ser disfrutado y respetado en su totalidad”, afirma.
La hegemonización de un único modelo estético no solo distorsiona la imagen corporal, sino que instaura un terreno fértil para el desarrollo de patologías graves
Por su parte, Bonet subraya la importancia de normalizar la diversidad corporal: “No es que yo fomente la obesidad, lo que quiero es normalizar los cuerpos. La salud no es ser flaco o gordo, es un conjunto de cosas que te dan bienestar social, físico y mental. Uno tiene que ser más empático y no hablar del cuerpo de los demás”.
En la misma línea, Elhordoy destaca la necesidad de estrategias que promuevan la aceptación de los distintos tipos de cuerpos. “Es imperativo implementar estrategias que promuevan una autoimagen saludable y la aceptación de la diversidad corporal. Esto no es únicamente aumentar o achicar talles, es mucho más profundo. Debemos intensificar las políticas de educación, y fortalecer el al tratamiento integral en los casos necesarios”, sostiene.
Alderete, en tanto, advierte sobre las graves consecuencias de la presión estética. “Estos no son temas frívolos. No es un querer ser de determinada forma como un capricho. Son presiones que desencadenan enfermedades mentales donde lo que se encuentra alterado es el vínculo con la comida y el cuerpo. En los casos más extremos estos trastornos alimenticios pueden terminar en la muerte, ya sea por consecuencias del desgaste patológico o incluso por los intentos de autoeliminación. Lo importante es saber que la recuperación es posible y que es un trabajo que tenemos que hacer entre todos”, finaliza.
Tendencias vs. un estilo que nos represente
“Es un tema que sin duda genera debate y preocupación. En los últimos años, la moda y la industria de la imagen parecían avanzar hacia una representación más diversa, con mayor inclusión de distintos tipos de cuerpos, pero el regreso de la delgadez extrema como tendencia pone en jaque esos avances”, considera Debbie Goldfarb, asesora de imagen personal.
Para ella, es cierto que algunas prendas como el polémico pantalón de tiro bajo —muchas personas, sobre todo quienes pertenecen a la generación millennial, los recuerdan como una prenda responsable de incontables inseguridades y que se asociaba con un estándar de belleza prácticamente irreal— los crop tops y las camisetas strapless están volviendo con fuerza, pero con una diferencia clave respecto a los 2000.
“Hoy estas piezas coexisten con muchas otras tendencias. Antes, la delgadez extrema y ciertas prendas eran casi la única opción aceptada, mientras que ahora hay más libertad para elegir lo que mejor se adapte a cada persona. Claramente esta tendencia que está de regreso es elegida por el público joven, no así el más adulto”, afirma.

Para Goldfarb, independiente de las tendencias, el foco debe estar en construir un estilo y vestirse con prendas que nos hagan sentir bien y nos representen.
“De hecho, casi no hablamos del cuerpo como un tema central, sino que lo tomamos solo al inicio como una guía para elegir formas, texturas y tamaños que resulten más favorecedores”, cuenta sobre el trabajo que realiza como asesora de imagen y personal shopper.
“No se trata de seguir tendencias porque se usan, ni de cumplir con un ideal de cuerpo, sino de encontrar lo que realmente la haga sentir cómoda, auténtica y segura. La idea es que la ropa sea una herramienta para potenciar la confianza y expresarse, más allá de cualquier estándar o tendencia”, asevera.
Por qué no se debe hablar de cuerpos ajenos
“El problema no es solo el regreso del culto a la delgadez extrema, sino la forma en que la opresión se vuelve más sutil y difícil de combatir. Ahora, la presión estética convive con un discurso de autoaceptación superficial, que en realidad sigue excluyendo a muchos cuerpos. Al mismo tiempo, seguimos expuestas a mensajes sobre dietas, el ‘cuerpo para el verano’ y la falta de talles inclusivos”, considera Ana Laura Gudynas, socióloga y una de las integrantes del colectivo DIVERSA, que llevó adelante la propuesta de Ley de Talles en Uruguay.
Gudynas entiende que hay un mercado que lucra con la insatisfacción corporal femenina y que, por lo tanto, el algoritmo de las redes y las marcas seguirán privilegiando las estéticas delgadas y normativas, lo que refuerza la idea de que ciertos cuerpos son “mejores” que otros.

“Se moraliza a los cuerpos y se habla de cuerpos buenos y cuerpos malos. Mantener a las mujeres preocupadas por su apariencia refuerza estructuras de opresión y genera un mercado lucrativo de dietas, ejercicios y productos para adelgazar”, afirma.
Para ella, es fundamental entender que estas no son cuestiones personales de quienes están afuera del patrón socialmente aceptado, sino que se trata de un problema colectivo. Un primer paso, aconseja, es no hacer observaciones sobre cuerpos ajenos.
“Hay que dejar de normalizar la conversación sobre la apariencia de los demás. Al hacer comentarios del tipo ‘¡estás más linda, mucho más flaca!’ o ‘¿qué te pasó que estás engordando?’, podés estar fomentando un trastorno”.
Mantener a las mujeres preocupadas por su apariencia refuerza estructuras de opresión y genera un mercado lucrativo
Creado en 2012 y popularizado a partir de 2018, el medicamento Ozempic (semaglutida), se convirtió recientemente en el tercer fármaco más vendido a nivel mundial. Destinado al tratamiento de la diabetes, también es indicado, en algunos casos, para tratar la obesidad. En Uruguay tuvo su venta autorizada por el Ministerio de Salud Pública (únicamente con prescripción médica), en agosto de 2024.
En los últimos años celebridades como Kelly Osbourne, Tracy Morgan y Amy Schumer, han reconocido que este fármaco estaba detrás de sus cambios físicos. La popularidad fue y es tanta que llegó a ser llamado “droga mágica” en las redes. Una expresión que preocupa a médicos y especialistas ya que, como casi todos los medicamentos, posee efectos adversos.
“Actualmente, ‘la inyectable’ está en el tapete, pero sabemos que el abuso o mal uso de medicamentos o nutracéuticos con el objetivo del descenso de peso es de altísimo riesgo”, enfatiza la endocrinóloga Mariana Elhordoy. “Recuerdo a pacientes que debieron hacerse diálisis renal por exceso de diuréticos, varios con alteraciones hepáticas severas por abuso de tizanas o ‘sustancias naturales para adelgazar’ y lamentablemente casos de suicidio”, suma.
La romantización de algunos trastornos alimentarios es otra problemática que dificulta el a un tratamiento específico cuando necesario, afirma la psicóloga Viviana Cotelo. "Esta idealización de la delgadez empuja a que las personas que lo sufren intenten llevarlo a un extremo, es frecuente escuchar ‘lo mio no fue tan grave, no llegaron a internarme’", cuenta.
Por otro lado, las redes sociales también se convirtieron en terreno fértil para recetas mágicas y dietas “milagrosas” que pueden ser letales. “Las redes desinforman más de lo que educan. Algunas de las conductas más perjudiciales y frecuentes que he observado en los pacientes incluyen dietas extremadamente restrictivas, y saltarse comidas para ‘compensar’ excesos o reducir calorías, y la eliminación de alimentos esenciales, lo que termina afectando tanto la salud física como la relación con la comida”, complementa Agustina Dreyer.
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