EDUCACIÓN
Una asociación civil lleva a cabo una experiencia educativa inusual en Uruguay, que combina salón y ambiente laboral durante tres años gracias a la aplicación de un modelo dual.
Uno de los mayores desafíos del sistema educativo uruguayoestá en la enseñanza secundaria. Varios de los índices que tienen como finalidad evaluar el éxito individual o el alcance de las metas propuestas por las autoridades generan encendidos enfrentamientos políticos entre distintos sectores. La deserción liceal es uno de esos problemas. Otro, el desempeño académico. Y otro, la inserción laboral luego de los estudios.
Finalmente, y para redondear el sombrío panorama, está el hecho de que buena parte de dichos desafíos afectan en mayor medida a estudiantes de niveles socioeconómicos bajos.
Más allá de los esfuerzos que se hacen a nivel oficial y público, hay también aportes de otros actores para aliviar la situación de muchos estudiantes para que superen ese escollo. El partido político MPP, por ejemplo, tiene desde hace un tiempo un programa de asistencia curricular en el que se ayuda a cualquiera que así lo desee con los deberes, la preparación de exámenes y otras instancias.
Desde hace unos años, además, existe una asociación civil que aborda el desafío desde un lugar inusual para el contexto uruguayo: la formación correspondiente al nivel bachiller (o sea, 4°, 5° y 6° de liceo) bajo un “modelo dual” en el que se combina aula y ambiente laboral.
Ánima (tal el nombre de la organización) se fundó en 2014, se hizo asociación civil en 2015 y empezó a funcionar en 2016, en locales que quedan en el centro de Montevideo. Una de las fundadoras fue Ximena Sommer y actualmente es su directora. Ella explica que en 2014 estaba cumpliendo un ciclo y yéndose de su lugar de trabajo. “Además, estudiaba políticas sociales y estaba realizando un posgrado, una maestría, en eso. En esa época, visualicé que había una oportunidad de generar una nueva modalidad educativa que pudiera ser de interés y motivación para jóvenes de contextos vulnerables”, dice a Revista Domingo.

Con un primer equipo de cuatro personas fundó Ánima y puso a andar el proyecto. Sommer ya tenía experiencia como voluntaria en distintos trabajos docentes y los conocimientos que adquirió y produjo durante la realización de su maestría en políticas sociales le vinieron como anillo al dedo para echar a andar a Ánima. Por un lado, tenía la experiencia del voluntariado en donde había conocido de primera mano las realidades de aquellas familias que vivían en contextos socioeconómicos vulnerables. Por el otro, a través de sus estudios sabía de la aplicación del modelo dual que ella quería adaptar a las realidades uruguayas.
Sommer había estudiado el caso de Alemania, en donde este modelo dual ya se aplicaba, e hizo un estudio de mercado para saber qué competencias eran las que algunas empresas requerían de quienes pretendían ingresar al trabajar en su rubro. Así se concentró el plan en dos vertientes del mercado de trabajo: empresas TIC (Tecnología, Información y Comunicación) y istración.
“El valor principal de ese modelo es que reconoce el lugar laboral como un espacio de aprendizaje y desde lo personal, me di cuenta que aprendí mucho cuando empecé a trabajar. Es una herramienta para el aprendizaje y para motivar a estudiar, para que vean el valor de estudiar”, comenta Sommer. Lo último es fundamental porque, como amplía, los estudiantes de Ánima muchas veces provienen de entornos en los que tener una educación formal no forma parte de las expectativas o aspiraciones.
A grandes rasgos, el modelo dual funciona así: los estudiantes que acuden a Ánima dedican 80% de su tiempo lectivo a aprender en las aulas de Ánima y 20% a aprender en aquella empresa que forma parte del programa.
“Estamos bajo la órbita institucional de UTU, y como UTU aún no ha aprobado la modalidad dual, cumplimos con todo lo que se exige institucional y formalmente. Una semana es así: el lunes, tiempo completo en Ánima. Los martes, miércoles y jueves van de mañana a Ánima y de tarde a la empresa, de 14 a 18 horas. Y los viernes, están el tiempo completo en Ánima. Tienen una carga hora intensa”, cuenta Sommer a Revista Domingo.
No solo tienen una carga horaria intensa. También les lleva tiempo ir y venir de Ánima a sus hogares. “Cuando empezamos, uno de nuestros objetivos era estar en el Centro, aún sabiendo que la mayoría de los alumnos venían de lejos”. ¿Por qué lo instrumentaron así? De acuerdo a lo que expone Sommer, esa decisión fue deliberada para estimular que los estudiantes de Ánima tuvieran que recorrer grandes partes de la ciudad. “Tener esa movilidad ayuda a romper con la segregación territorial que tenemos en Montevideo. Fue una buena decisión. Obviamente, a la mayoría le lleva tiempo llegar, pero el hecho de que se muevan por la ciudad genera una integración y un desarrollo de competencias”.
Ánima ya cuenta con tres generaciones de egresados y el impacto ha sido positivo. El proceso para captar alumnos arranca en la mitad de un año lectivo, para que el o la joven pueda ingresar al año siguiente. Las exigencias son las siguientes: estar cursando 3° de liceo o ya haberlo cursado y aprobado y que provengan de contextos socioeconómicos desfavorables.
Para determinar eso, Ánima se vale el del indicador INFE elaborado por el Centro de Investigaciones Económicas (Cinve) en donde se toman en cuenta muchas variables, entre ellas los niveles de ingresos en la familia. Para poder formar parte de Ánima, la familia tiene que estar en los tres (de ocho) últimos escalones de ingresos.
Hay dos generaciones en curso, cada una de 50 alumnos. Una de ellas estudia todo lo relacionado a las empresas TIC y la otra lo vinculado a los saberes istrativos. “Lo que tiene la formación dual es que es un modelo robusto en tanto asegura que los dos espacios de aprendizaje estén al servicio del desarrollo de las competencias del joven”, dice Sommer y agrega que Ánima parte de un perfil de egresado en el que están identificadas todas las competencias que buscan que desarrollen los jóvenes.
“A nivel del aula, los programas y las formas de trabajar están al servicio de las competencias. Y, por otro lado, con las empresas armamos un plan de formación, para cada aprendiz. Cuando una empresa toma la decisión de integrarse al modelo, lo hace visualizándose como parte de la formación de jóvenes. No es únicamente un tema de responsabilidad social”.
Una vez que se egresa de Ánima, la asociación hace un acompañamiento y seguimiento individual que puede durar hasta dos años, para asistir a los estudiantes en sus primeros pasos y extraer enseñanzas y experiencias a aplicar en el futuro.
De acuerdo a la portavoz de la Ánima Ximena Sommer, la asociación se financia con donaciones de empresas. “Una empresa puede donar o sumarse al modelo dual acomodando a un estudiante y asignándole un tutor. Ninguna de las opciones condiciona a la otra. Si viene una empresa que nos ofrece financiar todo y así captar todos los estudiantes decimos que no. Buscamos la mejor empresa para cada uno de los aprendices (así se les llama a los estudiantes durante el proceso), y eso requiere de un proceso de ‘matching’ en el cual apuntamos unir las aspiraciones tanto del estudiante como de la compañía”.
Para poder contribuir
Más allá de que Ánima cuenta con un pool de aproximadamente 80 empresas que realizan donaciones a su actividad, muchas veces no es suficiente. Por eso, la organización puso en marcha una campaña para que quien quiera colaborar pueda hacerlo. En el sitio web cambialaforma.com.uy hay información sobre cómo se puede contribuir a que jóvenes de contextos vulnerables puedan terminar el bachillerato y empezar a trabajar o seguir estudiando en el nivel universitario. También se puede recurrir a la web oficial www.anima.edu.uy para más datos sobre el trabajo de Ánima.