Retrato
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HOMBRES EN PRISIÓN, de Victor Serge. Gatopardo, 2022. Barcelona, 282 págs. Trad. de Álex Gibert.
Se salvó de la guillotina cuando la “banda Bonnot” fue desarticulada en 1912 con la muerte de su jefe, Jules Joseph Bonnot, delincuente tuerca y anarquista. En vez de morir, Victor Lvóvich Kibálchich, revolucionario ruso anarcosindicalista y escritor que firmaba como Victor Serge, fue sentenciado a cinco años de prisión. No serían los únicos. Producto de esa experiencia publicó en 1930 este libro, que puede leerse como un manual de sobrevivencia carcelaria o como un retrato de la irrecuperable condición humana. Habla de las distintas categorías de presos, de los funcionarios, de las muertes, del silencio, de la noche. No se ocupa de las víctimas de los que están ahí; el daño colateral de las grandes ideas y las pobres ambiciones siempre es invisible.
Novela I
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DÓNDE PONER LOS MUERTOS, de Virginia Anderson. Estuario, 2024. Montevideo, 126 págs.
Porque aunque los muertos estén “puestos” en un cementerio, o sus cenizas en el mar o donde sea, el lugar donde están siempre es otro. De eso trata esta historia, autorreferencial y sensible, con la que Virginia Anderson (Montevideo, 1974) construye su segunda novela. El mundo familiar que recuerda arranca con una frase que lo dice todo: “Me da tanta pena saber que mi madre no podrá leer estas líneas”. La desnudez biográfica es visible pero pudorosa. Aparecen los padres, la tía, el padrastro, los abuelos: un retablo puesto al servicio de las despedidas ajenas, que no son más que aplazamientos de la propia. La prosa es reflexiva y anecdótica, con una base elegíaca que permea de principio a fin.
Novela II
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CARNADA, de Eugenia Ladra. Criatura, 2024. Montevideo, 145 págs.
Nació como un cuento que se hizo novela, la primera de Eugenia Ladra (Montevideo, 1992). Creció como el retrato de un pueblo ficticio, Paso Chico, inspirado en algún lugar del oeste rural uruguayo. Carnada es la historia de un probable diluvio, un circo pobre, un quilombo triste, pescadores viejos, telenovelas burdas, una abuela dura y una comadrona sabia. En el centro, es la historia de Marga (adolescente virgen y deseante) y de Recio (gurí pobre, alzado) y de un acto cruel iniciático que lleva toda la novela explicar. Lejos de la romantización, Ladra arma un relato de atmósferas envolventes y psicologías precisas, bañado de expresión oral y con un uso antojadizo/singular del lenguaje, escrito con la misma avidez con que se lee.