por Juan de Marsilio
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La vida de cualquiera daría materia para un sinfín de libros de poesía. El asunto es poner sobre la página tal o cual pena o alegría personal para que, al menos por un momento y sin que medien golpes bajos de sensiblería, el lector la haga suya. Gabriel Pereira (Montevideo, 1964) sabe cómo hacerlo.
El tema del libro es la entrada en el mal de Alzheimer, puesto bajo la metáfora de la nube. La muerte no hace tanto daño a la imagen del ser querido como esta enfermedad: prescindiendo de la agonía —inexistente si el deceso es repentino— al superviviente le quedan los recuerdos, que con el tiempo y tras el duelo, se vuelven reencuentro y consuelo. En cambio, a quien le toca asistir al familiar que se deteriora y presenciar el espectáculo del deterioro, del que no puede tomar distancia profesional, los recuerdos lo obligan a un contraste, de día en día más penoso, entre lo que el otro fue y aquello en lo que la enfermedad lo va convirtiendo. Entonces, aunque el ser querido ya no sepa quién es uno, uno sigue sabiendo quién es él. Pero duele muchísimo. Para expresar bien ese dolor, la poética de Pereira, austera, sin lugares comunes ni dramatismo, es la justa y necesaria.
Es un proceso de doble pérdida el que traza el poeta. Al enfermo se le van perdiendo los recuerdos, los nombres, las caras, el orden temporal. A sus seres queridos se les va desvaneciendo ese abuelo, tío, padre al que amaron, que los cuidara de niños, y ahora requiere de un cuidado que muchas veces no puede agradecer como es debido. En palabras de Pereira:
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¡Qué buena y cariñosa
la señora que me cuida!
me dijiste bajito
tu hija escuchó
mi madre lloró
—aún llora en mi memoria—
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(pág. 22)
El prólogo del poeta Jorge Palma orienta bien, sin anticipar el efecto de los textos ni tomar indebido protagonismo. La cubierta y el diseño interior, en blanco sobre negro, ambos a cargo de Gustavo Wojciechowski (Maca), se adecuan muy bien al tono del libro.
NUBE, de Gabriel Pereira. Yaugurú, 2024. Montevideo, 48 págs.