Literatura norteamericana

La invitada que cayó en desgracia y fue expulsada: nueva novela de la californiana Emma Cline

Sobre el mundo desnorteado de los ricos en Long Island

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Emma Cline
(foto Ricky Saiz)

por Mercedes Estramil
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Tras varias vueltas en el terreno de la narrativa y coqueteando al filo de la no ficción (Las chicas, inspirada en las mujeres del clan Manson; Harvey, apoyada en el caso Weinstein), Emma Cline desembarca con precisión en la ficción novelística pura y cruda. Ya lo había hecho, pero en relatos cortos, con la colección curiosamente titulada Papi. Nacida en Sonoma (California) en 1989, Cline debutó a los veintisiete años con la historia de una adolescente, Evie, seducida por los modos de vestirse y vivir de una comunidad magnética liderada por un músico subyugante y cruel. Era la historia de la secta Manson, pero contada desde la óptica de un personaje que no era ninguna de las chicas “reales”, sino alguien ajeno, testigo, capaz de huir a tiempo de la zona del horror en la que aquella historia desembocó. Las chicas (2016) llegó con un impulso notable (Random House adelantó dos millones de dólares, confió en su impacto) pero la vida interpuso una de esas escenas de inesperada comicidad: celosa de su pareja de entonces, también escritor (Chaz Reetz-Laiolo), Cline le vichaba el correo a través de un software espía y él la denunció por robarle pasajes de su literatura. Conclusión: escándalo, arreglo judicial, fin del noviazgo.

En 2021 publica una nouvelle controversial contando la vida de un depredador de Hollywood el día antes de su juzgamiento (se sabe que es Weinstein, el condenado), y lo hace desde el enfoque del victimario, vagamente inconsciente de sus abusos, desprovisto de ética y temeroso de perder sus privilegios. Hasta ahí, Cline mostraba una preferencia por iluminar a gente de avería inserta de algún modo, desplazada o incluida, en el mundo de los ricos. Con La invitada, da un paso más largo, no solo en extensión de páginas. Confirma que los herederos de la Generación X —que lideraron en literatura Bret Easton Ellis, Douglas Coupland, Elizabeth Wurtzel o David Foster Wallace— siguen hallando, prontas a detonar, las bombas que aquellos sembraron.

Los ricos. La protagonista excluyente de esta historia es Alex, una chica de veintidós años, novia pasajera (eufemismo por asunto sexual) de Simon, un hombre de cincuenta obsesionado con el paso del tiempo, mercader de arte, que la arranca de su pobreza neoyorkina y la coloca en las fastuosas piscinas de Long Island. Y el protagonista, también excluyente, no es Simon, sino Long Island y su burbuja acuosa, en la que Alex nada no como una habitué sino como una invitada con fecha de caducidad. Cuando, por un desliz, el encanto de la seducción se quiebra y Alex es expulsada de la vida y los escenarios de Simon, la historia comienza. Lleva el mismo título que la novela debut de Simone de Beauvoir, publicada en 1943, pero el asunto no es un triángulo amoroso entre una jovencita y dos hombres; no hay amor en La invitada de Cline, ni tragedia ni melodrama. La autora toca las pasiones con un escalpelo, y se aleja rápido. Sus personajes interactúan en base a contratos ambiguos signados por el sexo y el dinero, pero la novela no es un retrato de la prostitución sino (a lo Easton Ellis) el de una juventud y madurez desnorteadas. La diferencia es que donde Easton Ellis enfocaba ricos irados, odiados y utilizados por otros ricos, Cline enfoca convidados de piedra a la fiesta de esos poderosos. Se nutre, así, de un sedimento de picaresca tradicional: Alex no es una estafadora ni una criminal fichada ni una cleptómana (aunque roba a amigos, novios, desconocidos y delincuentes) sino una sobreviviente de sus propios anhelados y trabajados fracasos.

En su misma línea, pero deudores del mercado laboral, están los sirvientes oficiales de los ricos, como el mucamo Nicholas, que puede suscribirse al club del mayordomo de Lo que resta del día, de Kazuo Ishiguro, y al de las mujeres de la limpieza de Lucia Berlin, y al de los protagonistas reales del ensayo Servir a los ricos, de la socióloga Alizée Delpierre. Lejos de expresar su malestar, Nicholas lo encubre con droga, o lo sublima con un agradecimiento perruno, el de ser “parte de”, aunque esa parte sea siempre la reemplazable. En otro lugar está el camarero del club privado, el único perdedor genuino y asumido con el que Alex podría conectar (mal) y con el que precisamente por esa transparencia, no conecta.

Has perdido. La narrativa de Cline es tan adictiva como adicta es la sociedad que muestra, y si Alex no es más que otro nombre en la lista de juventudes reparadoras de autoestima de Simon, este no es más que otro eslabón en carrera de ella para no deteriorarse tan pronto. Cline borda sus personajes con mil hilos. Alex es la chica boba que aún cree en “mujer bonita”, es la chica lista que se aprovecha de todos, es la loca obsesiva (a lo Dorothy Parker en “Una llamada telefónica”) que cree que su caso será diferente, y es la extranjera que tarde o temprano todos identifican y apagan, como se apaga un interruptor. Igual que Maggie May en “Manual para mujeres de la limpieza” de Berlin, tiene un manual: qué decir y cuándo, qué aceptar, qué robar, cuánto esperar, de quién huir. Igual que Ned Merrill en “El nadador” de Cheever, Alex nada las piscinas del vecindario (límpidas, sucias, vacías, llenas) en plan pseudo-propietaria, okupa, fantasma, impostora, y va registrando lo que ve: las pésimas relaciones humanas, la competitividad laboral, estética, etaria (a los 22 ya se es viejo), los tótems domésticos (las esposas), las conversaciones banales, el miedo a la gordura y la vejez, los promitentes suicidas, el terror a caer. Todo el tiempo su móvil sin batería o roto va punteando su descomunal desamparo, su absoluta soledad.  

La invitada se lee de una, la tensión entre escenas no decae, el flujo de personajes no cesa, y el imán de su protagonista —que no es simpática, ni querible, ni irable— no se vence. Cline se limita a mostrarla en la incierta comodidad de su juego, que es también el de los otros, y donde todos pierden. Algunos, a conciencia y otros, ignorantes con patente, satisfechos de escuchar solo los relatos que confirman sus ensueños.
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LA INVITADA, de Emma Cline.  Anagrama, 2024. Barcelona, 291 págs. Traducción de Inga Pellisa

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