por Eduardo Milán
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Desde el comienzo de la crisis del arte la nada tiene su lugar. No recuerdo en el arte occidental la presencia de la Nada con la fuerza que adquirió desde la publicación en 1887 de Un golpe de dados de Stéphane Mallarmé.
En el prefacio al poema ya Mallarmé juega con el gran tema: “Nada o casi un arte...” saldrá de allí, dice el poeta de Valvins. Pero esa nada tiene la equivalencia de una forma del arte. Los occidentales usábamos la nada como lo contrario a cualquier cosa que tuviera calidad fenomenológica, es decir, que existiera. Pero Mallarmé enuncia una forma nada. Y eso es de lo que trata su poema. Uno no puede olvidarse de que la época del poema participa de un contexto nihilista. El ocaso de los dioses, aparte de ser una clave de Nietzsche y una retomada notable de Heidegger, lleva implícita una manera del poetizar que rompe con la herencia romántica que abrió el siglo XIX. Es lo que se llama “poética ex-nihilo” o “creación de la nada”. Esa postura rompió con lo romántico porque el mito jugaba el papel de argumento en la poesía romántica. El romántico no puede hacer tabla rasa con la tradición poética porque el discurso mítico es el sustrato de esa tradición y no hay romanticismo no-mítico. Pero Mallarmé aprovecha el vacío de los dioses para crear la forma poética del vacío. Mallarmé hace nacer, apoyado en un vacío, la posible —una de tantas, en realidad— formalización del poema venidero. Si uno abre el poema en su despliegue original, un pliego que imitaba la forma periódico a la que el lector burgués se empezaba a volver adicto, ve que se trata de una escritura que alterna entre la presencia y la ausencia de la letra: el poema está lleno de “blancos” según Mallarmé. Lo que se valora allí es la página o el papel en que se despliega la letra. Y la letra redimensiona su presencia: hay una multiplicidad de grafías. Mallarmé, y no en secreto, también rendía tributo a la mímesis. Quería que su poema representara una constelación. El modelo real de la escritura era el cielo abierto. La deriva que se moviliza aquí todavía impresiona. Todo partió de una puesta en crisis de la forma tradicional de un arte —la poesía no cuestionaba su “fachada”— para hacer derivar de ahí un nuevo estado del poema. Es que la poesía gozaba, no de una buena, de una excelente salud.