Envejecer ya no es como antes: experto explica el futuro que se avecina en sociedades que viven cada vez más

La humanidad es cada vez más longeva. Las últimas conclusiones prevén que la esperanza de vida aumentará en 4,9 años en los hombres y 4,2 años en las mujeres.

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Se prevé que, en promedio, la esperanza de vida mundial aumente de 73,6 años en 2022 a 78,1 años en 2050 (un aumento de 4,5 años). La esperanza de vida con buena salud en el mundo, es decir, el número medio de años que una persona puede esperar vivir con buena salud, aumentará de 64,8 años en 2022 a 67,4 años en 2050 (un incremento de 2,6 años).

Esta tendencia se debe en gran medida a las medidas de salud pública que han evitado y mejorado las tasas de supervivencia de las enfermedades cardiovasculares, COVID-19 y una serie de enfermedades transmisibles, maternas, neonatales y nutricionales (CMNN).

Ante esta realidad, es clave, según expertos, cuestionarse: ¿cómo será ahora envejecer? ¿Qué significa tener 70 años hoy, comparado con hace medio siglo? Aquí surge el concepto de “nueva longevidad”, que plantea una revisión de nuestras políticas públicas, del rol del Estado y, sobre todo, de nuestras propias expectativas de vida. Una jubilación que sea opcional, un estilo de vida más activo y cambios en los sistemas pensionales hacen parte de esta nueva realidad que se avecina a futuro.

Y ese es el tema central del libro "La segunda mitad: Los 50+, vivir la nueva longevidad"' (editorial Aguilar), del médico y kinesiólogo, Diego Bernardini. El argentino, quien cuenta con un máster en gerontología y es doctor en medicina de la Universidad de Salamanca, España, explica por qué es urgente construir una pedagogía de la longevidad, qué están haciendo otros países ante esta realidad y cómo debemos prepararnos individual y colectivamente para una vida más larga, más activa y más plena.

¿Qué es la nueva longevidad?

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Es un fenómeno reciente, de los últimos 20 o 30 años, que redefine el envejecimiento. No se trata solo de vivir más, sino de vivir diferente. Las personas mayores de hoy nos están mostrando que la vejez no es sinónimo de pasividad ni dependencia. Se trata de una etapa con nuevas oportunidades y también desafíos.

—¿Por qué considera que es uno de los grandes cambios de nuestra época?

—Porque ya sabemos con certeza qué va a pasar con la población. A diferencia del cambio climático o la inteligencia artificial, cuya magnitud aún no comprendemos del todo, sí sabemos que habrá más adultos mayores y menos niños. Eso transformará nuestras sociedades. Por ejemplo, Colombia empezará a perder población a partir de 2055, y ya hoy tiene tasas de recambio poblacional muy bajas.

—¿Cómo cambiarán las reglas del juego en el ámbito económico y laboral?

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—Hoy trabajamos de manera más cognitiva, con mayor valor en la experiencia y habilidades blandas, que florecen después de los 40 o 50 años. Sin embargo, seguimos jubilando a las personas como hace 80 años, cuando la expectativa de vida era mucho menor. Una maestra que se jubila a los 55 años hoy está dejando de aportar décadas de sabiduría. Necesitamos sistemas más flexibles donde la jubilación sea un derecho, no una obligación.

—¿Qué papel juega el Estado en este escenario?

—El Estado tiene una deuda social con las personas mayores: garantizar pensiones dignas. Pero para sostener eso, debe permitir que quienes quieran seguir trabajando lo hagan. No todos pueden o quieren trabajar como a los 30, pero sí desean mantenerse ocupados. La ocupación no es solo una fuente de ingreso, es un ancla de identidad, especialmente para los hombres. La falta de ocupación después de la jubilación está vinculada al aumento de suicidios, depresión y mortalidad.

—¿Hay países que estén manejando bien este cambio?

—Sí. Uruguay, por ejemplo, ya aumentó la edad de jubilación. Tiene desde 2016 un Sistema Nacional de Cuidados. Costa Rica está trabajando en uno también. El Banco Interamericano de Desarrollo ha puesto la economía de la longevidad en su agenda. En Bogotá, el plan estratégico 2024-2027 incluye una política pública basada en la nueva longevidad. Se están haciendo esfuerzos, pero necesitamos voluntad política y comprensión de que esto ya está ocurriendo.

—¿Qué políticas deberían impulsarse para adaptar la jubilación a esta nueva realidad?

—Flexibilización gradual. No podemos decirle a alguien que se jubila en dos años que espere ocho más. Pero sí podemos ofrecer incentivos: trabajar más años y recibir una mejor pensión. Las personas más educadas ya manifiestan querer jubilarse cerca de los 70. Es fundamental hacer pedagogía con las generaciones más jóvenes: vivir más cuesta más, y hay que estar preparados.

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