Sobrevivir al miedo: cómo atravesar un ataque de pánico y salir de ellos con herramientas efectivas

Un ataque de pánico no es locura ni debilidad: es ansiedad aguda que se puede tratar. Cómo detectar las señales, qué hacer en el momento y por qué pedir ayuda es clave para superarlo.

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Hombre teniendo un ataque de pánico

A las 3 de la tarde, en medio de una reunión de trabajo por Zoom, Lucía sintió que algo no andaba bien. Su corazón empezó a latir con fuerza, la respiración se le volvió corta y tuvo que apagar la cámara. Fue al baño creyendo que estaba por desmayarse.

Pensó en llamar a una ambulancia, pero se quedó inmóvil, temblando. “No me pasa nada”, se decía frente al espejo. “O sí. Me voy a morir”. Esa fue la primera vez. Después vendrían otras.

No hay sensación más desconcertante que la de sentir que el cuerpo se desorganiza por dentro. Que el corazón late demasiado rápido, que el aire no alcanza, que algo muy malo está por pasar, aunque no haya peligro real frente a nosotros.

Esto es lo que muchas personas describen como un ataque de pánico: una experiencia súbita, intensa, abrumadora, que hace tambalear cualquier intento de control y que, a pesar de su nombre, no se queda solo en el miedo.

Como neuropsicóloga y terapeuta, escucho con frecuencia frases como “creí que me iba a morir”, “pensé que me estaba volviendo loca”, o “no sabía cómo salir de ahí”. Y no, no es un invento. No es exagerado. No es debilidad. Es un episodio de ansiedad aguda que tiene un correlato real en el sistema nervioso y en cómo el cerebro interpreta las señales del entorno y del propio cuerpo.

Ataque de pánico

Este es una activación extrema del sistema de alarma del cuerpo, la misma que se enciende ante una amenaza real. Solo que en este caso, el cerebro se equivoca: interpreta como peligroso, algo que no lo es. Es como si sonara la sirena sin que haya incendio.

Esa interpretación errónea dispara una tormenta neurofisiológica: la amígdala cerebral (una estructura clave en la detección del peligro) activa el eje del estrés y el cuerpo responde como si tuviera que huir o pelear. El resultado: hiperventilación, palpitaciones, sudor, temblores, sensación de irrealidad, miedo a perder el control o a morir.

El primer ataque suele aparecer “de la nada”, aunque muchas veces llega luego de una etapa de mucha sobrecarga, exigencia o desconexión con las propias emociones. Es como si el cuerpo dijera “basta” cuando la mente aún no pudo frenar.

"La crisis o el ataque de pánico definitivamente es una gran crisis de angustia y ansiedad"
FOBIAS, CLAUSTROFOBIA, ATAQUE DE PANICO, ND 20091216, produccion especial estudio d. el pais, FOTO FERNANDEZ D:\s\dborrelli\s\322116.JPG
ANDRES FERNANDEZ / DIARIO EL PAI

Lo que nadie dice

Lo más difícil de un ataque de pánico no es lo que se siente, sino lo que se cree que está pasando: un infarto, un accidente cardio vascular (ACV) o una crisis de locura.

Por eso, el primer paso para atravesarlo es entender que, aunque se sienta como una emergencia, no lo es. Es un pico de ansiedad que tiene un inicio, un punto máximo, y una bajada.

Sí, es desagradable. Sí, da miedo. Pero no te vas a morir, ni vas a perder el control de manera irreversible. Esa certeza es el primer ancla en medio de la tormenta.

Qué hacer

Si estás leyendo esto en calma, quizás te sirva para cuando lo necesites. Y si estás pasando por uno, te lo digo con claridad: esto pasará.

Acá van algunos recursos concretos:

• Anclate al presente. Nombrá cinco cosas que ves, cuatro que podés tocar, tres que podés oír, dos que puedas oler y una que puedas saborear o imaginar saborear. Esta técnica (conocida como grounding) ayuda a calmar el sistema nervioso sacando la mente del bucle del miedo.

• Respirá desde el abdomen, no desde el pecho. Inhalá en cuatro tiempos, sostené dos y exhalá en seis. Esa exhalación larga le avisa al cerebro que no hay peligro.

• Recordá una frase que te sirva de ancla, como: “Esto es solo ansiedad, no peligro real” o “Mi cuerpo se va a calmar, aunque ahora no lo parezca”.

• Movete lentamente, no te quedes inmóvil. A veces caminar en círculos o hacer un recorrido corto ayuda a que el cuerpo descargue la adrenalina.

¿Qué sigue?

Muchos pacientes no temen tanto al primer ataque, como a la posibilidad de que se repita. Aparece el miedo al miedo. Se empieza a evitar ir a ciertos lugares, viajar, hablar en público o incluso quedarse solo. Es ahí donde el problema se instala.

Pero hay algo que quiero dejar muy claro: se puede salir de ese círculo. Con terapia, herramientas y paciencia, la ansiedad deja de ser la dueña del relato. No hace falta que vivas en estado de alerta ni que te resignes a evitar lo que amás por miedo a volver a sentir eso.

Consejos

Recomendaciones finales

1. No te aísles. Contá lo que te pasa. Los ataques de pánico no son vergonzosos ni te definen. Son un síntoma, no tu identidad.

2. Buscá ayuda profesional. La terapia cognitivo-conductual y la neuropsicoterapia tienen evidencia sólida en el tratamiento del trastorno de pánico.

3. No dejes que el miedo te organice la vida. Evitar puede parecer la solución, pero refuerza el problema.

4. Cuidá tu cuerpo. Dormir bien, moverte, alimentarte y no sobreexigirte emocionalmente son claves en la prevención.

5. Aceptá que tenés ansiedad sin que eso te consuma. No sos débil. Sos un ser humano. Y eso también es tener fortaleza.

Un cierre necesario.

Lo opuesto al pánico no es el control, es la confianza.

Confianza en que lo que sentís no te va a destruir. Confianza en que, aunque el miedo te nuble, vas a encontrar salida. Y confianza en vos, en que no estás solo, ni loca, ni roto: estás atravesando algo que muchas personas viven, y que -con ayuda- se puede superar.

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