La hustle culture (cultura del ajetreo) es una mentalidad que prioriza el trabajo intenso y la productividad implacable a costa del descanso, el ocio y el bienestar. El término apareció en la década del 2010 con el auge de las startups y los emprendedores de Silicon Valley, alrededor de la idea de las personas que aman —o fingen amar— trabajar sin parar.
“Existe una percepción errónea de que el sacrificio personal es necesario para lograr reconocimiento, y la presión social y cultural para alcanzarlo lleva a muchos a priorizar su desempeño laboral o académico sobre su bienestar personal”, observa Sol Candotti, health coach y ex gerente de Recursos Humanos de Danone, empresa en la cual estuvo a cargo del desarrollo del programa de salud para mejorar la calidad de trabajo de los empleados.
Las estadísticas del programa que implementó demostraron que las personas rinden más, profesionalmente hablando, cuando se ocupan de su bienestar personal.
“La idealización de la autoexplotación como sinónimo del éxito, valorando la productividad extrema, largas horas de trabajo y glorificando el agotamiento como insignia de honor, tiene consecuencias”, advierte Candotti. La privación del sueño afecta negativamente la concentración, la toma de decisiones y la salud emocional, entre otros aspectos.

Efectos negativos de la hustle culture
Un estudio publicado en los National Institutes of Health (NIH) sobre los efectos de la reducción del sueño en la productividad de los trabajadores concluyó que ésta reduce los niveles de testosterona en hombres jóvenes y sanos, con el consecuente efecto adverso sobre la concentración en el trabajo, el vigor, la libido, la masa muscular, la densidad ósea y la adiposidad.
El estudio explica que cuando las personas duermen menos pueden desarrollar hipomelatoninemia o déficit de melatonina, hormona que regula el ciclo sueño vigilia y que, además, actúa como protectora del ADN y tiene beneficios sobre el aprendizaje y la memoria. Otros estudios subrayan que la falta de sueño contribuye directamente a la aparición de los 11 factores de riesgo para la salud:
- Obesidad
- Hipertensión
- Diabetes
- Hipercolesterolemia
- Ejercicio insuficiente
- Mala alimentación
- Salud emocional deficiente
- Hipertrigliceridemia
- Prácticas de seguridad inadecuadas
- Tabaquismo
- Abuso de alcohol
“La cultura del siempre hacer —asociada con la falta de sueño y el estrés crónico—, deteriora el juicio, la capacidad de autorregulación y favorece las decisiones impulsivas”, plantea Candotti.

Desde una perspectiva psicológica, Valentina Agüero Vera, psicóloga especializada en conductismo, indica que, en un contexto de competitividad y múltiples estímulos tecnológicos, la hiperproductividad trae consigo varias problemáticas. Entre ellas, identifica:
- Estrés constante. Sostenido crónicamente, el ritmo acelerado laboral genera una sensación de estrés permanente y, en consecuencia, reduce la calidad ejecutiva al realizar tareas.
- Insatisfacción existencial. La hiperproductividad profesional puede alejarnos de otras áreas vitales como el cuidado físico, el descanso, el ocio y lo social. Esto nos produce una sensación de vacío y disminuye nuestra percepción de bienestar y conformidad con la vida.
- Frustración y autoestima débil. Si la meta es cumplida, tendemos a pensar que no es suficiente, pero si no es cumplida, aumenta la frustración y nuestra valoración personal se ve afectada.
- Incapacidad para regular emociones. La obsesión con hacer constantemente afecta la calidad y cantidad de sueño y esto afecta directamente la capacidad para regular emociones, lo que, a su vez, incide en el nivel de productividad en el trabajo.
Las expertas consultadas coinciden en que se vuelve crucial identificar los síntomas de una persona que vive en un cuadro de hiperproductividad para actuar a tiempo. Llaman la atención sobre los siguientes:
- Fatiga constante
- Irritabilidad
- Expectativas exageradamente altas
- Disminución de calidad y cantidad de sueño; insomnio
- Dolores musculares
- Tendencia al aislamiento
- Dolor de cabeza
- Rumiación mental excesiva
- Frustración e insatisfacción recurrentes
- Pérdida de foco y dificultad para concentrarse
- Disminución de la efectividad en las tareas
“Lamentablemente, muchas de estas señales se ignoran hasta que derivan en cuadros clínicos o de burnout, porque la misma cultura del híper-rendimiento las invisibiliza”, advierte Candotti.
Cómo salir de la cultura de la hiperproductividad
Candotti comparte una serie de estrategias que pueden resultar útiles:
- Establecer límites de horario claros. Priorizar dormir entre siete y nueve horas y acomodar las responsabilidades en función de esto.
- Implementar pausas activas: descansos breves durante la jornada laboral para realizar movimientos físicos suaves, estiramientos o ejercicios de respiración con el objetivo de aliviar tensiones musculares, mejorar la circulación, oxigenar el cuerpo y despejar la mente.
- Practicar meditación o ejercicios de relajación diarios.
- Fomentar actividades creativas y sin pantallas.
- Valorar el ocio como parte del rendimiento sostenible.
“Descansar no es perder tiempo y cambiar la mentalidad es parte del desafío cultural que nos toca”, concluye Candotti.
Sol Valls, La Nación/GDA
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