La psicomotricidad en niños con autismo: un puente entre el cuerpo, las emociones y el vínculo social

La psicomotricidad brinda a los niños con Condición del Espectro Autista un espacio terapéutico de juego, exploración y expresión para favorecer su desarrollo integral y la conexión con otros.

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Sesión de psicomotricidad
Sesión de psicomotricidad
Freepik

Silvia B. Caloca*
Para muchos niños con Condición del Espectro Autista (CEA), la experiencia del propio cuerpo se manifiesta de maneras singulares, a menudo a través de movimientos repetitivos, desafíos en la interacción social o respuestas intensas a estímulos sensoriales.

Ante estas particularidades, la psicomotricidad se presenta como un enfoque terapéutico que trasciende el mero ejercicio físico, ofreciendo un espacio vital de juego, o y expresión donde el niño puede explorar, comunicar y desarrollarse integralmente.

Objetivos

Lejos de buscar la corrección o el control, el abordaje psicomotríz se centra en acompañar al niño desde su individual y valiosa manera de habitar el mundo; el cuerpo se erige así como un puente fundamental que conecta las emociones, el pensamiento y la relación con los demás.

En psicomotricidad, el cuerpo no es solo una estructura anatómica ni un conjunto de movimientos mecánicos. Es, ante todo, un cuerpo vívido, sentido, habitado. Soporte de la subjetividad, el lugar desde y con que se siente, se piensa, se comunica, se juega y se construye la identidad. No tenemos un cuerpo, somos un cuerpo.

La mirada atenta del terapeuta, el ritmo compartido, el gesto espontáneo y el juego libre y estructurado, se convierten en las herramientas esenciales para facilitar este encuentro.

Nuevas definiciones

Hoy en día, comprendemos el autismo no como un “trastorno” homogéneo, sino como una condición diversa con múltiples formas de expresión. En este contexto, el trabajo psicomotriz emerge como una vía privilegiada para integrar las dimensiones corporal y emocional del niño, fomentando el desarrollo de habilidades que establezcan vías de comunicación y favorezcan vivencias para su bienestar y conexión con el entorno.

Muchos niños en el espectro enfrentan desafíos tanto en el lenguaje verbal como en la expresión no verbal. Las sesiones psicomotrices, a través del juego en sus diversas formas, brindan un espacio seguro y libre de exigencias donde el niño puede descubrir cómo relacionarse con los objetos, el espacio y, fundamentalmente, con los otros.

Esta exploración vivencial fortalece las habilidades sociales, facilita la expresión de emociones y promueve la comprensión de las sutilezas de la comunicación no verbal, abriendo canales de conexión significativos.

A través del movimiento libre, la exploración creativa y el o respetuoso, se privilegia que el niño pueda sentir su cuerpo como propio, seguro y disponible para la acción y la interacción.

Esta apropiación vehiculiza nuevas formas de vincularse con los demás y de adaptarse a las demandas del entorno, permitiéndole moverse con mayor seguridad y logros en su autonomía.

Niños jugando
Niños jugando con bloques.
Foto: Freepik.

Beneficios

El niño logrará habilidades en todo lo que significa su despliegue y requerimientos cotidianos. Vestirse desvestirse, comunicar sus deseos, armar su lunchera, reconocerla luego en el salón de clases, poder calzarse o atarse los cordones, son algunos ejemplos. Las secuencias repetidas todos los días podrán lograr una mejora en su coordinación y destrezas. Al mismo tiempo, redundarán en conductas adaptativas y mayor autonomía del niño.

Un encuadre terapeutico cómo el psicomotor, le brinda la posibilidad de ir entendiendo el mundo, decodificando desde su propia experiencia, personal e irrepetible. En la medida que conoce, puede nominar, va desarrollando conductas adaptatitvas y mayor autorregulación.

Al permitir canalizar frustraciones, ansiedades y otras emociones a través de la acción y el juego, se fomenta una mayor tolerancia a la variabilidad y a lo inesperado, contribuyendo a un equilibrio emocional más estable. Esto puede traducirse en una menor sobrecarga sensorial, respuestas más adaptativas a los estímulos del entorno y un mayor repertorio de herramientas para afrontar los desafíos del día a día.

El espacio grupal psicomotriz ofrece una valiosa oportunidad para que los niños con CEA compartan experiencias, aprendan a negociar, a escuchar y a ser escuchados.

En este contexto, se entrenan habilidades sociales fundamentales como aprender a esperar turno, resolver conflictos de manera constructiva y disfrutar del juego compartido, fortaleciendo su capacidad para interactuar positivamente con pares.

Construcción

La psicomotricidad no es una solución mágica, tampoco es un proceso fácil o sencillo, sino que es un camino construído junto al infante.

Un espacio terapéutico donde el cuerpo no se corrige, sino que se habita plenamente. Donde la intervención no busca adaptar al niño a una técnica preestablecida, sino que la técnica se moldea para acompañar al niño en la construcción de vivencias significativas y adaptadas a su singular modo de sentir y estar en el mundo en compañía de un otro que adapta su sistemas de actitudes a las posibilidades y requerimientos del pequeño.

Acompañar desde la psicomotricidad es, en esencia, una forma de cuidado profundo, no sólo del niño, sino de las familias, eje central: su participación activa, su observación atenta y su confianza en el proceso son fundamentales para que cada pequeño gesto, cada movimiento compartido, adquiera significado y abra nuevas puertas hacia un mundo de mayores posibilidades para sus hijos.

* Licenciada en Psicomotricidad, encontrala en Instagram @psicomotricidad_hoy

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