Redacción El País
Gabriel Rolón, psicoanalista argentino y autor de varios libros sobre emociones y vínculos, sostiene que hay dos grandes columnas sobre las que se apoya la salud mental: las relaciones afectivas y el trabajo. En su mirada clínica, ambos aspectos no solo forman parte de la vida cotidiana, sino que son fundamentales para sostener el equilibrio emocional.
Desde su experiencia como terapeuta, Rolón explica que cuando una persona está conforme con su pareja y también se siente realizada en su actividad laboral, tiene muchas más chances de transitar la vida con bienestar. En cambio, cuando alguno de esos pilares se rompe, comienzan a aparecer señales de malestar que, si no se atienden, pueden derivar en un problema mayor.
Qué pasa cuando uno de los pilares se tambalea
Para muchas personas, el trabajo puede ser una vía de escape emocional si están atravesando una crisis afectiva. La rutina de levantarse, ducharse, cumplir con un horario y sentirse útil puede transformarse en un sostén importante en momentos difíciles, siempre que ese entorno laboral sea saludable. “Si en el trabajo nos sentimos valorados, si hay compañeros con los que podemos hablar, si hay creatividad y reconocimiento, entonces esa estructura nos ayuda a seguir adelante”, suele explicar Rolón en sus charlas y entrevistas.
Pero también puede suceder a la inversa: ante una pérdida laboral o un clima hostil en el empleo, es el sostén afectivo el que cobra un papel clave. Sentirse acompañado, contenido, querido, puede hacer una gran diferencia. Las relaciones significativas —sean de pareja, familiares o amistades profundas— cumplen una función vital cuando el trabajo deja de ser un espacio seguro.

Una mirada integral de la salud mental
Desde el psicoanálisis, se concibe a la persona como un ser atravesado por múltiples dimensiones: su historia, sus vínculos, sus deseos y su entorno. Rolón insiste en que la salud mental no depende exclusivamente del a un tratamiento psicológico o psiquiátrico, sino también de las condiciones concretas de vida.
En este sentido, el bienestar emocional está vinculado a sentirse parte de algo, tener proyectos, compartir momentos con otros, y poder disfrutar de lo cotidiano. Repensar la calidad de nuestros vínculos y la relación que tenemos con el trabajo es un ejercicio fundamental para entender cómo nos sentimos y qué necesitamos ajustar.
La propuesta no es aspirar a una vida sin conflictos —algo imposible—, sino construir una base emocional sólida que nos permita atravesarlos. Y en esa construcción, tanto el amor como el trabajo tienen un papel central.
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