Marilina Bertoldi: el detrás de escena de “Para quién trabajas” y el monstruo que enfrenta con sus canciones

La artista argentina publicó su primer disco en tres años, y dialogó con El País sobre la inspiración detrás del álbum que se volvió tendencia tras el estreno del videoclip de "El gordo".

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Marilina Bertoldi.
Foto: Difusión.

Marilina Bertoldi tiene nuevo disco, y eso siempre es una buena noticia. La argentina, una de las grandes referentes del rock rioplatense, acaba de publicar Para quién trabajas vol. 1, un álbum que ya se perfila como uno de los mejores de 2025. Ganadora del Gardel de Oro, Bertoldi recupera aquí la furia de Sexo con modelos —el disco de 2016 que la consolidó en la escena—, aunque en una versión reimaginada. Las ganas de confrontar siguen intactas, pero ahora lo hace desde la pregunta antes que desde el choque, a través del rescate del rock y el pop argentino de los ochenta, en lugar de entregarse a la distorsión visceral.

Una de las piezas clave es “El gordo”, cuyo videoclip ironiza sobre los artistas que eligen mirar hacia otro lado mientras la realidad asfixia. Esta entrevista fue realizada antes de su estreno y repasa el origen del álbum.

Para quién trabajas vol. 1 es un disco lleno de preguntas que se abren a lo largo de las canciones. Si tuviera que elegir una, me quedo con la que abre el álbum: “Un mundo feliz nunca fue así, repensemos y quizás nos haga reír”. ¿Qué tan importante es invitar a la problematización en este momento?

—Para mí es muy importante empezar un disco poniéndole un nombre, aunque después pueda modificarse en el proceso, porque es una manera de decir: “Che, quiero hablar de estas cosas”. En este disco, el título es una afirmación preguntada que me ayudó a encontrar el camino. Y yo siento que las grandes problemáticas actuales —la ansiedad, la obsesión que tenemos con la productividad, la necesidad de monetizar hasta nuestros hobbys, la sexualización extrema y la preocupación por la juventud— están atravesadas por lo mismo. Es un gran problema que se presenta con distintos síntomas. El disco habla sobre cómo nos están dividiendo para individualizarnos y para que estemos a merced de estas necesidades capitalistas. Es un monstruo que nos ataca y nos distrae de lo importante con pelotudeces que hacemos sin pensar.

—Varias de esas cuestiones estaban presentes en Mojigata, tu disco anterior, aunque inspiradas en la pandemia. Ahora parte de la situación política en Argentina. ¿Es un nuevo capítulo en tu búsqueda?

—Sí, totalmente. Es un reflejo no solo de mi curiosidad, o de que me gusta hacer cosas que me diviertan y me parezcan nuevas, sino también de que uno va sacando conclusiones a lo largo de la vida. Vas viendo cosas que decís: “Pará, esto se repite… ¿qué está pasando?”. Antes componía desde una cueva más íntima: “me duele esto”, “siento esto”, hablaba de mis viejos, de mi infancia… Ahora hay un cambio claro: empecé a mirar hacia afuera y a decir “che, nos están bombardeando con todo”. Ese giro de querer trazarme hacia afuera y no tanto hacia adentro es un cambio en mi vida que se refleja en este disco de forma definitiva.

—¿Qué canción creés que marcó la tónica del disco?

—“El gordo”, que fue la segunda que compuse para el disco. Dudé de cómo producirla, porque yo había hecho una maqueta que era un rock nacional de una época muy particular de Charly y Spinetta, pero un productor que quería trabajar conmigo lo agarró y le hizo una producción muy The Weeknd y muy de ahora. Era bárbara, pero me di cuenta de que no iba por ahí. Entonces volví a esa maqueta y entendí que todo el disco tenía que sonar así. Lo mismo con las letras, que tenían que estar desde un lugar más relajado y no estar diciéndole a la gente: “Los políticos son todos una mierda”. Preferí hacer guiños porque estamos todos muy cansados, entonces la idea no era tirar baldazos de caca en un mal momento...

—Ahí surge una cuestión clave: en qué lugar pararse como artista en estos momentos y qué puede aportar; si es mejor invitar a la problematización o ir al choque.

—Sí, totalmente. Hace tiempo yo decía que el rock se estaba volviendo medio aburrido y repetitivo, que necesitaba aggiornarse, y tuve mis intentos de hacerlo. Después vi que es muy importante aggiornarlo localmente, y vi a artistas que hacen un uso muy inteligente con sus raíces, como Rosalía, C. Tangana y Bad Bunny. Veníamos todos de tratar de ser yanquis o centroamericanos. Entonces dije: “Está bien, pero acá tenemos el tango, el folklore y el rock nacional... que es mi folklore”. Pensé que podía estar bueno reversionarlo, refrescarlo y traerlo a esta época, y esa es mi propuesta ahora: es muy importante remarcar quién soy y ser inteligente en la producción para poder sacarlo para afuera.

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Marilina Bertoldi.
Foto: Sony Music Argentina.

—Junto a "El gordo" y "De caza", "No quieren más mi rocanrol" es una de mis favoritas del disco. ¿Cómo surgió ese diálogo entre un riff rockero y una voz con efecto inspirado en el trap, que además parece trabarse en pleno tema?

—(Se ríe) Fue un capricho mío. Me parecía muy lindo hacer un chiste diciendo: “No quieren más mi rock and roll”, y que en el medio aparezca ruido y quilombo, como para decir: “Esto es rock and roll”. Está puesta como introducción a “Autoestima”, y me encanta meter esas pequeñas chabacanerías. O sea, el trap murió (sonríe). Ellos nos denunciaban a nosotros como que éramos los que habíamos muerto, pero al final no duraron ni cinco años. Ahora están haciendo urbano y reggaetón; casi nadie que empezó en el trap sigue haciendo trap… o al menos pegándola con ese género a nivel mundial. Me parecía un chiste tonto que a nadie le importa, porque no es relevante si el rock o el trap están muertos. Pero se burlaron tanto, fueron unos nenes haciendo un caprichito contra el rock, y al final no pudieron. Muchos traperos, cuando salen de gira, se arman una banda de rock…

—Es verdad: he visto a varios músicos de trap armar sus espectáculos con banda rockera...

—¡Exacto! Entonces me parecía muy gracioso decir: “Ustedes murieron, lo siento”. Y no solo eso: quieren hacer rock y no pueden… Perdón (se ríe). Pero bueno, me parecía lindo tener ese tono porque el rock es un poco eso: reírse e hinchar un poquito. Me parece muy gracioso porque, dentro de las temáticas del disco, es lo menos importante. Me alegra que te guste ese tema, porque es uno de mis favoritos.

—Ya que hablamos canciones, una de las más transparentes es “Por siempre es un lugar”, donde itís: “Para mí solo existe el odio porque pensaba que el amor no era un lugar para mí”…

—Sí, habla de asumirse como alguien que ya está roto y que advierte que viene con esa mochila. Después de tantos discos diciendo que quiero estar bien, que “quiero ser una buena persona para vos, te voy a dar el mundo… pero desaparezco de la nada y te rompí el corazón”, llegó el momento de decir: “Che, no estoy bien” (se ríe). Es así. Entonces esta es mi manera de enamorarme hoy: hacer una canción sola de amor en un disco cuando antes los dedicaba enteramente a eso, para advertirle a una persona qué puede pasar y, en un punto, cuidarla de mí.

—El final, con “Monstruos”, presenta una de las letras más oscuras de tu obra. ¿Cómo surgió?

—Decidí cerrar el disco con esa porque no había forma de retomar el tono previo. Fue una de las últimas que compuse junto con otras que quedaron afuera y están pensadas para un volumen dos, que va a ser más electrónico. Escribí “Monstruos” en la semana posterior al triple lesbicidio de Barracas, en el que mataron a tres lesbianas y sobrevivió una luego de que les prendieran fuego la casa. Me di cuenta de que el odio en internet está trascendiendo y la gente se está poniendo realmente violenta...

—Y qué potente cerrar con la frase “el monstruo sos vos”, que no es solo una acusación al otro: es, también, una autocrítica.

—Sí, y me parecía importante hablar de lo que me estaba pasando a mí y el odio que me estaba generando todo. Yo siempre cuestioné la violencia que tenían ellos, y de repente decir esa frase es mirarme al espejo y darme cuenta de que su mayor victoria es transformarnos en ellos mismos. No solo con la violencia y la sed de venganza, que es algo que logran, sino porque nos hacen individualizarnos y que tengamos miedo de decir cosas. También nos generan que hablemos de plata todo el tiempo... (hace una pausa) Logran transformarte en un monstruo, y por eso me parecía muy bueno cerrar el disco de esa manera y decir: “Bueno, basta; no entremos más”...

—Por eso es tan importante que la despedida del álbum sea un audio de tu sobrino diciendo: “Te mando un beso y un abrazo muy grande”. Es una forma de abrir una rendija a la esperanza...

—Sí, porque después de ese tema es lindo traer un poco de alivio, que baje un poquito la cosa porque sentía que quedaba muy por el piso algo que no lo merecía. Era importante ese toque de dulzura en estos momentos que dan tanto miedo; es lindo traer la voz de un futuro, que es un niño tan dulce como él.

—El disco se publicó hace unos días. ¿Qué te gustaría que sintiera el oyente uruguayo al escuchar Para quién trabajas por primera vez?

Que al escucharlo encuentre algo fresco, que es lo que más me importó en este disco. Yo creo que regionalmente estamos atravesados por historias similares, y en Uruguay vienen viendo todas las subidas y bajadas que venimos teniendo, y los aterradores que nos volvemos en Argentina para ustedes. Y lo esperanzadores que son ustedes, por eso venimos escapando a su país (se ríe). Además entienden este sonido y estamos hablando de la misma época, así que nos vamos a hermanar en estos relatos.

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